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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Miedo a montarse en el Metro

A esta Sevilla cada vez se la comprende menos. O mucho está cambiando, o mucho la están cambiando. Será porque hay paisano y correligionario de Alfonso Guerra que adapta a la ciudad su frase sobre España: «A Sevilla no la va a conocer ni la madre que la parió». Lo digo por la novelería ante las obras en curso. El alcalde ha comparado las críticas a su Sevilla en Estado de Obras con las que en su día se hicieron contra la Expo, cuando todo era «de cara al 92» y Tomás Balbontín decía:
-¿De cara al 92? De cara, al 92 le están echando toda la cara del mundo.
El alcalde tenía que haber profundizado en su comparación para darnos las claves de novelería que no acabamos de encontrar. En vísperas del 92, con aquellas molestias de las obras, salvo los que éramos objetores de Expo (cuatro gatos), los sevillanos estaban encantados, presa de la novelería. Todos deseandito que terminaran las obras para ir a la Expo a divertirse. La gente hizo colas enormes para sacar los pases de temporada mucho antes de la inauguración. El sevillano, sería por novelería, tenía ganas de Expo. Le pedía el cuerpo Expo. Quizá para revivir lo que sus abuelos le contaron de la Iberoamericana de 1929.
Ahora no veo por parte alguna aquellas ansias de cortar la cinta del futuro. El sevillano quiere que las obras se acaben, sí, pero no para montarse en los cacharritos, como en la Expo, sino para que se terminen las molestias. O estoy equivocado (lo que ocurre cada lunes y cada martes), o el sevillano novelero no tiene el menor interés por montarse en las calesitas del Metro o del tranvía. Veo ahora más objetores de Metro que entonces de Expo. Entonces decías que la Expo era una barbaridad, que iba a acabar con la Sevilla entrañable y provinciana de toda la vida, que iba a propiciar los pelotazos y no las inversiones productivas, y te tomaban por loco, descalificándote con el clásico:
-¡Tequí iyá!
Ahora no. Ahora he escuchado a muchos que muestran su temor por el Metro. Su miedo al Metro. Canguelo ante la seguridad del Metro. Abundan los que dicen que no se piensan montar en el Metro ni muertos:
-¿Yo en el Metro? ¿Para que cuando esté pasando por debajo del río empiece a entrar agua como en el Titanic? ¡Tequí iyá!
Los que tal dicen convencen inmediatamente a su audiencia: pánico general anticipado. Mucha campaña de seguridad tiene que hacer el Metro para que se les quite a los sevillanos ese miedo. Pero es que el tranvía, ni eso. El tranvía no da ni miedo. La gente no expresa el menor interés por montarse en el tranvía, por verlo, por estrenarlo. Si abrieran la taquilla del bonobús del tranvía, al contrario de los pases de la Expo, no habría la menor cola. Por no hablar de los incrédulos del Metro, los que creen que no llegará a circular nunca y que lo taparán de nuevo, como Manuel del Valle hizo la otra vez.
Y eso que cuando se ha creado ese latente estado de opinión no había aparecido todavía la misteriosa mancha del líquido extraño de la tuneladora en las aguas del río, junto al puente de San Telmo, y que ahora a lo mejor, ¿quién sabe?, brota como un géiser en el cortado Paseo Colón.
-Es que la tuneladora pierde aceite...
¡Noooooooooo! No diga usted que la tuneladora pierde aceite. Porque aparte de que es políticamente incorrecto, como se entere el alcalde, va y la casa en el Salón Colón con otra que cosa para la calle...
 
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