A Fernando Santiago, como a muchos, lo ha dejado perplejo la Ley del Botellón y sus secuelas. Y especialmente, que Izquierda Unida se haga defensora de la ginebra Larios y del ron Cacique, valedora del agua de fuego de Escocia y de la zarzaparrilla americana de Atlanta, y que predique la desobediencia civil entre los jóvenes tajarinas andaluces. Debe de ser la nueva revolución de diseño, piensa Fernando Santiago, quien, apunta, nene, escribe este párrafo de dos orejas: "Cuando parecía que había llegado el fin de la historia, que no quedaban revoluciones por hacer, que la lucha final sería entre Google y Microsoft, el diputado de IU en el Parlamento andaluz José Manuel Mariscal ha comprendido que los nuevos caminos de la revolución son el Red Bull con Smirnoff, el Licor 43 con zumo de naranja y el Ballantines con cocacola... El camino hacia la dictadura del proletariado que allanará la vía hacia una sociedad sin clases empieza en el Carrefour los viernes por la tarde con la compra de varias cocacolas de dos litros, unas cuantas litronas de cerveza, licor en abundancia, vasos de plástico y, un poco más tarde, el hielo suficiente porque con los cubatas calientes no hay revolución que prospere. La juventud concienciada se dará cuenta, al cuarto o al quinto cubata, que debajo de los adoquines está la playa y que es necesario ser realista y pedir lo imposible. Los jóvenes tomarán nuestras plazas y nuestras calles para instaurar un orden mejor, una nueva comuna más justa e igualitaria porque sabrán que más vale vivir con un cubata en la mano que morir de rodillas". Óle.
Como se decía que había más hideputas que botellines, habrá que acuñar una nueva frase: hay más tontos que botellones. A la perplejidad de Santiago añado la mía: ¿por qué se considera a la dipsómana juventud como un jardín de la infancia, a la que hay que solucionarle todo? ¿Por qué, con el dinero de mis impuestos, el ayuntamiento ha de hacerle a los cubateros un botellódromo para que se pongan hasta la corcha? ¿Por qué tanto velar por la salud con la Ley Antitabaco y se da barra libre para que los chavales hagan oposiciones a cirróticos y el máster en papalina gorda, agresiva, vomitona y meona? ¿Por qué la hostelería ha de pagar de su bolsillo la adecuación de los espacios para fumadores y los espacios para bebedores los pagamos con cargo a los públicos caudales?
Y luego, la tontería de que los ayuntamientos han de promover "alternativas de ocio". ¡Qué tontería más grande! ¿Pero es que estos chavales no saben divertirse sin emborracharse, y tienen que prepararles "alternativas de ocio" como si fueran niños chicos? Generaciones y generaciones nos hemos buscado por nuestra cuenta las habichuelas del ocio sin cargo al presupuyesto. ¿O es que están tan borrachos que no saben que se puede ir al cine, pasear con la novia, organizar un guateque de azotea, leer un libro o tomar el fresco de charlita?
Nada, nada, todo sea por la revolución del camarada Mariscal y su desobediencia civil. Como remata Fernando Santiago con toda la gracia chirigotera de Los Cubatas de Paco Rosado: "Dipsómanos del mundo, uníos". O sea, arriba, cubateros de la tierra, en pie, cirrótica legión.