ES
una pena que sea tan estrecho, dé tanto miedo, se hayan
producido allí tantos accidentes. Porque el Puente del
Centenario es un privilegiado observatorio. Cada vez que
paso por allí y miro hacia Sevilla, la ciudad tan plana en
la distancia me recuerda la perspectiva caballera del
grabado de la vista de la ciudad del XIX por Guesdon. Si
el Puente del Centenario...
-Que le llaman así por el
Sevilla F.C., ¿no?
Si el Puente del Centenario
no fuese tan estrecho y peligroso, sería precioso como
observatorio de Sevilla. Poder contemplar, con unos buenos
prismáticos o con un anteojo de ésos de echar la moneda,
cúpulas y espadañas, torres y... desaguisados
urbanísticos. Podría competir con la Giralda como balcón
privilegiado sobre Sevilla. Pero como es como es y esto es
lo que hay, que decía Toto León, nos queda apenas la
fugacidad de esa vista de la ciudad a lo lejos conforme
pasamos con el coche pensando más en no pegarnos el
porrazo que en contemplar Sevilla.
Desde donde vi el otro día
que en la orilla izquierda del río, aguas arriba del
puente, están depositados los restos del que fue tramo
central, levadizo, del de Alfonso XIII. Del desmontado
Puente de Hierro; el que estaba firmado por La Maquinista
Terrestre y Marítima de Barcelona en 1926; el que inauguró
personalmente el Rey que le dio nombre. El que no hubiera
costado nada dejarlo en su lugar, como se ha mantenido su
coetáneo puente de hierro de San Juan de Aznalfarache.
Ver allí abajo desde el
Centenario la chatarrería ilustre, pura arqueología
industrial, del puente de Alfonso XIII me hizo pensar en
la cantidad de proyectos anunciados a todo trapo y luego
no realizados, sin que nadie se acuerde de ellos y sin que
nadie reclame ni pida responsabilidades. Se habla de un
asunto durante unos meses, se olvida luego y si te vi no
me acuerdo. Sólo tirando de hemeroteca podemos acordarnos
de los centenares de miles de proyectos anunciados y nunca
realizados. ¿Se acuerda usted de las maravillas que iban a
hacer con el Puente de Alfonso XIII cuando lo desmontaran?
Que si lo iban a poner por la parte del Parque del
Alamillo; que si iba a ir por San Jerónimo; que si a lo
mejor lo trasladaban frente a Tabacalera... A ningún sitio
fue, más que a la orilla del abandono. Y las gracias hemos
de dar que no haya ido al desguace del chatarrero, cual
carpa de la Copa Davis, como han acabado tantas cosas de
Sevilla, la telecabina y el monorraíl de la Expo sin ir
más lejos.
Sevilla se quedó sin Puente
de Hierro y Alfonso XIII, aquel Rey que tanto benefició a
la ciudad, el Rey de la Exposición Iberoamericana de 1929,
el que tanto amaba a Sevilla que hasta los guardas del
Parque lo multaban por cortar sus rosas de enamorado, se
quedó sin ningún recuerdo en el nomenclator. A Alfonso
XIII no le dedicaron ninguna avenida ni ninguna calle
porque le habían puesto ya su nombre a un puente.
Desmontado el puente, Alfonso XIII no tiene en Sevilla más
recuerdo de homenaje que el nombre de un hotel. Colón
mismo le gana por goleada en honores sevillanos. Colón
tiene un hotel y menudo paseo tiene Cristóbal Colón.
Murillo tiene una calle, una estatua, unos jardines y un
hotel. Bécquer, una calle, un monumento en el Parque y un
hotel. Alfonso XIII, en cambio, se tiene que conformar
solamente con el hotel. Vamos, como Don Paco o Doña María.
Sé que no corren buenos
tiempos para la Historia no republicana de España, pero,
vamos, digo yo que Alfonso XIII hizo una mijita más por
Sevilla que Indalecio Prieto, siete mil millones de veces
más, como para que, desmontado su puente, nadie haya
pensado ponerle su nombre ni a una triste plazoleta. Que
no es un lejano rey godo, joé, que es el abuelo de Su
Majestad. Y que por cierto, y a diferencia del nieto, se
hartó de venir a ver las cofradías y de pasar aquí la
primavera.