AHORA
que María Dolores Pradera ha grabado un clásico de
sus clásicos con Los Sabandeños, usaré una frase que
cantada por su voz de dama virreinal es pura azúcar
cande: «Ya sé que no se estila». No que te pongas en
el ojal jazmines para cenar, sino que te pongas en
la pechera aquellas pegatas antiguas que tanto en
Cádiz dieron que hablar: «No a la guerra», «Nunca
máis», «Queremos saber».
Por muchas fatigas que
pasen nuestras tropas en el Líbano (¿qué se nos
habrá perdido en el Líbano?) y por muchos peligros
de muerte que corran en Afganistán, ya saben
ustedes; proclamar ahora el «no a la guerra» es más
facha que las águilas imperiales del escudo
preconstitucional de España que han aparecido
muertas en las lindes de la finca de Fermín
Bohórquez. ¿Cómo las va a envenenar el caballero en
plaza jerezano, si águila que ve Fermín es águila
que pone con todos los honores en la bandera de
Franco que tiene en Fuente Rey?
Lo del «Nunca máis»
también ha devenido políticamente incorrecto en esta
España donde los subvencionados artistas de los Goya
(sin premio) ya no se ponen pegatina alguna. Y mucho
menos la del «queremos saber». Aquí cada vez hay más
gente que no quiere saber nada, porque ha caído en
la trampa de la paz. ¿Quién no quiere la paz, cómo
no vamos a querer la paz? Ahí está la trampa: llamar
paz a la claudicación, a sacar bandera blanca frente
a la ETA. Aquí nada más que quieren saber señoras
socialmente peligrosísimas, como la madre de Joseba
Pagaza o la hermana de Jiménez Becerril. Y cuatro
gatos más. Cuatro gatos que cuando nos echamos a la
calle nos ponen tasa de decibelios, ya que no somos
un coche-discoteca con el maletero de los bafles
abierto en un botellón.
Queremos saber si
cuando Carod fue a Perpiñán a establecer la Hoja de
Ruta de los hijos que riman iba únicamente en su
propio nombre o acudía también con los poderes del
nieto de su abuelo.
Queremos saber si
cuando precisamente fue ZP quien propuso el Pacto
por las Libertades y Contra el Terrorismo, y el PP
entró al trapo, ya estaba planeado todo según luego
se ha producido.
Queremos saber desde
cuándo están pactando con la ETA y qué han pactado
en asuntos como la aniquilación de Navarra, el
excarcelamiento de asesinos que cumplen condena o la
autodeterminación de las Vascongadas.
Queremos saber qué
ordenes se han dado a los poderes del Estado, para
que miren a otro lado, silben «Paquito el
Chocolatero» y nadie ni nada sea un obstáculo en el
proceso de rendición.
Pero me parece a mí
que nos vamos a quedar con las ganas de saber, ante
el paripé de ZP en el anuncio de unos pasos en la
negociación que sabe Dios cuánto tiempo hace que se
han dado. Los pretendidos avances en la negociación
me recuerdan el fallo de los premios Planeta, cuando
todo el mundo se pone de tiros largos para asistir a
la cena de las votaciones de una novela
galardonada... que hace ya un mes que está en la
imprenta y cuyo autor ha corregido segundas pruebas.
En la cena del Planeta sale Lombardero, el
secretario del jurado, y dice que «Las margaritas no
son para los cerdos», de Juan Palomo (seudónimo), ha
obtenido sólo dos votos y ha sido eliminada, pasando
a la siguiente votación... pues las que ellos
quieren poner que pasan, para dar algo de intriga a
la quiniela de la cena, que si la aciertas te mandan
a tu casa un paquete de libros desecho de tienta y
cerrado. Nadie en la cena del Planeta quiere saber,
cuando todos conocen que el premio está dado de
antemano.
En el mal llamado
proceso de paz es igual. El premio a la ETA está ya
dado, y Otegui ha corregido segundas pruebas. Eso sí
que está atado y bien atado, y no los logros de la
Transición. Y pagado y bien pagado. Al precio de la
dignidad de España, de la concordia nacional y de la
memoria de las víctimas.