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PONGAMOS
que se llama Lourdes, pues no quiero ser buscador de
ruinas ajenas. Lourdes es azafata. Sí diré de qué
compañía: de Iberia. No de la parte de los trenes baratos
y de los vuelos tirados de Iberia, sino de Iberia de toda
la vida. Veterana de la compañía, vuela no sé si en la
flota de los 747 o de los Airbus, pero en rutas de largo
recorrido. Está todas las semanas como los niños chicos
que estrenan botas katiuskas: cruzando el charco. Me he
encontrado con Lourdes yendo a México y viniendo de Puerto
Rico, y tiene la amabilidad no sólo de seguir mis
artículos, sino de comentármelos por correo electrónico
desde donde quiera que se halle del globo terráqueo. Iba a
hablar de aficiones y gustos comunes que Lourdes y un
servidor tenemos, pero iba a dar tantas pistas (de
despegue y de aterrizaje) que le iba a terminar buscando
la ruina que en modo alguno propiciarle quiero.
Lourdes, como usted y como
yo, ha leído la noticia de que una azafata inglesa ha sido
sancionada por no renunciar a la pública protestación de
su fe y no quitarse el crucifijo que al cuello lucía.
Historia que pones en la Roma antigua, con un emperador de
por medio, y es una hoja del Martirologio. Para Lourdes ha
sido mucho más preocupante, por cercana, por remojo de
barbas del vecino. Mejor que sea la propia Lourdes quien
lo cuente, con la carta que me ha puesto:
«Ayer cuando volvía de
Buenos Aires, en el ABC leí tu columna, magnífica como
siempre, y una noticia que me heló la sangre: acaban de
sancionar con dos semanas de empleo y sueldo a una azafata
de British Airways porque llevaba colgado del cuello un
crucifijo. Y digo bien, se me heló la sangre porque yo
llevo colgadas del cuello, con una cadena de oro, apunta:
medalla de la Santina, medalla del Santo Niño del Remedio,
medalla de San Benito (bendecida por el difunto Juan Pablo
II), medalla de San Antonio de Padua y medalla de la
Virgen del Carmen. Colgada del bolso de Iberia llevo una
Medida de la Virgen del Pilar, ya sabes, una cinta de esa
dimensión, y encima con los colores de la bandera de
España. Dentro de ese bolso, cuatro rosarios, dos de ellos
bendecidos por Juan Pablo II y Benedicto XVI,
respectivamente, y otro que viene de la Basílica de la
Virgen de Guadalupe de México. Del maletín que solemos
llevar las azafatas a bordo cuelgan otras dos cintas de
Medidas del Pilar; una roja y una amarilla. Y dentro, como
las capillitas de los toreros que tú conoces mejor que yo,
llevo un álbum con estampas de, apunta: la Virgen de
Loreto, (dos unidades), Jesús de Medinaceli (cinco
unidades), la Virgen del Carmen, la Virgen de la Merced,
María Auxiliadora, Fray Leopoldo de Alpandeire, el Cristo
de Limpias y San Antonio de Padua (tres estampas). Y si me
mandas una del Gran Poder y otra de la Macarena, con mucho
gusto las añado a mi capillita. Aparte de esto, tengo por
costumbre santiguarme en todos los despegues, y cuando lo
hago mientras bisbiseo una oración, siempre tengo al
pasaje delante, claro. Habida cuenta de que Iberia está en
la misma alianza One World que la compañía británica, como
hagan extensiva esa normativa (única y exclusivamente para
los católicos, porque no tienen el mismo rasero con los
musulmanes, por ejemplo), a mí me van a colgar del palo
mayor de mesana. Soy carne de cañón y de los leones que se
comían a los cristianos, Antonio. Y si eso me ocurre, ¿de
qué van a comer mis niñas? ¿Quién va a pagar la hipoteca
de mi adosado de Pozuelo? Pero no quiero hacer bromas de
un asunto que está tomando un cariz peligroso, pues me veo
otra vez en la clandestinidad. O en las catacumbas, como
los primeros cristianos. Y tiempo al tiempo. Porque mi tía
Begoña, directora de un colegio de enseñanza primaria de
Santander, ha tenido que quitar los crucifijos de las
clases, y este año ya no pondrá el Belén en Navidad,
porque «ofende la sensibilidad» de los no católicos. Y lo
gordo es que cuando comento con según quién este detalle,
me contestan: «Es que España es un país laico, chica, no
me seas facha». Y se quedan tan anchos. No quiero
aburrirte más con mis cuitas, pero a alguien se las tenía
que contar. Un abrazo muy fuerte de tu amiga, Lourdes».
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