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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Narbona y Pepe da Rosa

LA ola de precios del metro cúbico de agua que nos invade devuelve su significado, al menos por unos días, a un verbo castellano: consumir. Menos mal que en algún sitio se habla del consumo, de desincentivar (¡toma ya palabrita!) el consumo, de penalizar el consumo, y no se refieren a la droga. En los tomates nuestros de cada día, por culpa de Mayte Zaldívar y del hijo de su Querida Mamá, asistimos a un cursillo intensivo sobre el cambio de significado de «consumir». Todos consumimos muchas cosas: luz, agua, gas, gasolina, tela para los vestidos, alimentos, aire para respirar. Pero a efectos de los bajos fondos sociales elevados a la categoría de heroísmo civil, consumir, consumir, lo que se dice consumir, es por antonomasia drogarse. Las Asociaciones de Consumidores donde se refugiaron muchos activistas del antiguo PCE tienen un título altamente sospechoso a la luz de la dolce vita del tomate. ¿Dónde estás, corazón, en la Asociación de Consumidores? Qué lástima de hija, pero si yo creía que habías estado en una clínica de desintoxicación y ya no consumías.
En los programas del chufleteo del corazoneo están ahora las casetas del consumo. Las del lírico «¿va argo?» que preguntaba el tío que le pinchaba el serón a Platero en el moguereño texto de Juan Ramón Jiménez. Los nuevos consumeros, sin pino de Fuentepiña, preguntan:
—Jualincito, ¿tu madre consumía?
Los nuevos consumeros, sin Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol, preguntan desde los sillones donde pontifican:
—Mayte, ¿tú consumes?
La madre de Jualincito consumía gas, electricidad, suela de alpargatas en el camino del Rocío, pepsi para lavarse los pies en el vado del Quema. Pero a efectos del tomate sólo consumía cocaína y somníferos, cual moras y claveles de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol.
Debe de tener Cristina Narbona un lío semántico importante en su cabeza, porque quiere la mujer acabar con el consumo de agua como si fuera el «consumo» por antonomasia de los personajes famosos sin causa justificada, los que salen mucho en la tele porque salen mucho en las revistas y viceversa. Si ese entusiasmo de Cristina Narbona contra el consumo de agua se aplicara contra el consumo de estupefacientes, aquí no había el menor problema de drogas. Lo del agua de Cristina Narbona es como lo de la nieve con los conductores. Cae una nevada gorda o medio diluvio, se cortan las carreteras, se colapsan las autopistas, quedan miles de automóviles atrapados, ¿y quién tiene la culpa? ¡Los conductores! En cuanto caen cuatro gotas, Protección Civil y Tráfico dan alarmantes avisos para que no se saque el coche. ¿Hacer mejores carreteras, tener previstas las avenidas de los ríos, no dejar construir en las ramblas y regajos? Ah, no, de eso nada: esto se arregla echando la culpa a los conductores y prohibiéndoles que se metan en carretera con la que está cayendo y, ojú, con lo negro que viene por allí.
No sé si retirar las tropas de Irak primero y derogar el Plan Hidrológico después o a la inversa, pero lo primero que hizo este Gobierno surgido tras la muerte de 200 inocentes fue lanzar un plan estrictamente antifranquista: aquí no se hace un solo pantano más, ni un solo trasvase Tajo-Segura. Como Franco hacía tantos pantanos, y los inauguraba Paco Rana con Carmen Collares, ya sabe usted, los pantanos son fachas. Lo progresista y moderno es tener a los vecinos sin agua y a los agricultores sin riego. Pero de los agricultores también se habla poquito. El 70 por ciento del consumo de agua es con lícitos y benéficos fines agrícolas. Pero eso no se penaliza ni se, ¿cómo se dice?, desincentiva (anda que la palabrita es para que la pronunciemos los tartajas...) El difunto Plan Hidrólogo Nacional hay que suplirlo duchándose menos, hasta que los sobacos canten La Internacional. Esta Cristina Narbona, de muchacha, tuvo que oír mucho a Pepe da Rosa: «La ducha, la cama y el yes verigüé». Ya que no con la cama ni con el yes verigüé, de momento quiere acabar con la ducha, qué peste a bacalao, Manolo Barea...

 

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