De entrada, un
ejercicio de estilo. Que es, por cierto, todo lo contrario
de lo que dicen los Libros de Estilo. Es la duda que he
tenido al escribir ahí arriba estas tres palabras: «El
constructor sospechoso». Tomen ese título y añadan una
coma tras la segunda palabra: «El constructor,
sospechoso». Sale el titular de un complemento (un «apoyo»
le dicen) en el reportaje sobre un crimen. Ahora tomen el
título como está: «El constructor sospechoso». Hagan
literatura comparada y pregúntense conmigo: ¿es una novela
ejemplar de Cervantes o una obra teatral de Calderón? «El
constructor sospechoso» suena a Española Inglesa, a
Licenciado Vidriera, completa y ejemplarmente cervantino.
O, aparte de Calderón, suena a Lope, a Tirso. Pones en un
titular «Antonio Álamo anuncia en el Teatro Lope de Vega
el estreno del nuevo montaje de "El constructor
sospechoso" a cargo de la Compañía de Clásicos Españoles»,
y cuela. ¡Vamos que si cuela!
Pero «El constructor sospechoso» no es obra
de teatro alguna. Novela ejemplar, sí, un poquito. Tiene
voluntad de ejemplaridad. La que por boca de José Antonio
Viera ha anunciado la dirección del PSOE de Sevilla, que
recomendará a sus agrupaciones locales que no incluyan a
promotores y constructores en las listas para las
elecciones municipales. Ni al constructor sospechoso ni al
turbio promotor. Una lícita actividad económica,
criminalizada...por culpa de los ayuntamientos trincones.
Sí, ya sé, han puesto paños calientes y han dado excusas.
Excusatio non petita, acusatio...etcétera. Ha matizado
Viera: «Desde el sector público no se está en contra de la
construcción, que está contribuyendo a crear empleo,
trabajo y riqueza en muchas comarcas, pero es necesario un
esfuerzo por la transparencia y el control». Pues menos
mal que no estáis contra la construcción, porque si lo
llegáis a estar, mandáis fusilar directamente al amanecer,
en las tapias del cementerio de Burguillos mismo, a todos
los empresarios de la construcción, empezando por la
Koplowitz y siguiendo por Florentino.
Para entrar en la Real Maestranza de
Caballería de Sevilla hay que probar la nobleza e
hidalguía de los cuatro apellidos. Para entrar en las
listas de la Real Maestranza del Socialismo Municipal
habrá que demostrar con cuatro apellidos que no se dedica
uno a la construcción, ni tiene un hermano que se trabaja
las cubiertas, ni un sobrino arquitecto, ni un cuñado
aparejador. En la vieja literatura oficial del siglo XVIII
se hablaba de «murcianos, gitanos y gentes de mal vivir».
En la literatura oficial socialista del siglo XXI, de
«constructores, promotores y gentes de mal vivir». ¿Y los
maestros albañiles? ¿Qué hacemos con los maestros
albañiles?
-Pues de momento buscarlos, usted, porque
están escasísimos: hay bastante menos que arquitectos.
No, pregunto qué hacemos con los maestros
albañiles en las listas de un partido que se llama Obrero.
¿Pueden ir los maestros albañiles en las listas del PSOE,
si más relacionados con la construcción no pueden estar?
Por culpa de unos partidos más que de otros, estamos
llegando a ver al palaustre como un arma homicida,
peligrosísima. En cuanto al ladrillo, ya se sabe: el
ladrillo lo carga el diablo. Lo carga de avaricia, que
rompe el saco de la ética de algunos concejales. Mejor que
no poner constructores es no poner concejales trincones,
digo yo.
Si esto no es el ventilador famoso, que
venga Dios y lo vea. Ventilador puesto en Burguillos,
ventilador puesto en Ciempozuelos, ventilador de facturas
falsas. Todo un sector de la economía, motor del bienestar
y de la creación de riqueza, bajo sospecha. El constructor
es un peligroso social. Al promotor hay que echarle la
perpetua, y después va veremos.
Estoy de acuerdo, pero con una matización:
los constructores no deben ir en las listas municipales,
desde luego. Especialmente si son constructores de un
sueño y se llaman Alfredo. Son los más peligrosos. Son
capaces de cargarse una ciudad histórica enterita, con tal
de salirse con la construcción de su dichoso sueño.