Si el accidente
fatal no hubiera sido en vísperas de jornada liguera y
Carlos Puyol no hubiese vuelto urgentemente a su Pobla de
Segur sin jugar el partido con el Barcelona, nadie se
habría enterado de la muerte del padre del «crak». Ni los
andaluces nos habríamos sorprendido ante las distintas
culturas del padre del artista. En esta Andalucía madre de
artistas, molde de fundir toreros, futbolistas, cantantes,
famosos, personajes de la tele y virtuosos del plató.
Menos mal que, al contrario del flamenco, el Estatuto
Andaluz no se ha adjudicado la competencia exclusiva del
famoseo. En tal caso, las revistas del corazón cerrarían y
los platós de la tomatera tendrían que importar personajes
extranjeros. Sin andaluces como protagonistas, el
corazoneo se quedaría casi sin contenidos. Piense en
aquellos de los que se habla en estos días con mayor
insistencia: la que fue mujer de Jaime Ostos, la que fue
hija de Antonio Ordóñez, la compañera del que fue alcalde
de Marbella... Todos andaluces.
Como aquí somos tan familieros, el famoso
andaluz lleva automáticamente incorporada la figura de la
madre o el padre de la artista. Tan famosa como Estrellita
Castro fue la madre de Estrellita Castro, La Sebastiana, a
la que Lola Flores le dedicó el «aunque tiene siete
colchones» y que protagonizó con Benavente la famosa
anécdota, cuando le dijo:
-Ay, don Jacinto, no sabe usted las ganas
que tenía yo de conocerle, porque yo tengo un hijo que es
igualito, igualito que usted.
-¿Dramaturgo?
-No, mariquita azúcar...
Entre los padres y madres de artistas
andaluces está también la figura del padre del torero. El
padre de Jesulín es casi tan conocido como el propio
Janeiro. Y del padre del futbolista, ni te hablo. El padre
del futbolista es un señor al que su hijo quita de los
albañiles en cuanto hace el primer fichaje medio
regularcito. El artista andaluz tiene este sentido de la
familia que hace que el tocado por el dedo de los dioses
haya de alimentar a todos los suyos. De él viven familias
enteras, que no la doblan. La estrella de la canción
andaluza carga con toda la familia, el torero quita al
padre de trabajar y el «crack» futbolístico andaluz redime
del andamio a su progenitor y se lo lleva a vivir a su
chalé.
Por eso desde Andalucía no se explica que
José Puyol, de 56 años, padre del futbolista
multimillonario Carlos Puyol, muriese en accidente de
trabajo, aplastado el pobre por la retroexcavadora que
manejaba, realizando trabajos de adecuación de un camino
del Prat d'Or, en el municipio leridano de Sarroca de
Bellera. ¿Cuántos millones ganará al año Puyol? ¿Cuántos
al mes sólo en primas del victorioso Barsa? Y con esos
millones, ¿no tiene Puyol como para quitar a su padre de
los albañiles y sacarlo de la máquina retroexcavadora? ¿O
es que el padre de Puyol era aficionado a las
retroexcavadora como otros lo son a los barcos o a las
monterías? Quiero pensar lo mejor. Quiero pensar esto
último: que don José Puyol, apaleando los millones de su
hijo, no tenía que trabajar en los albañiles, de donde
estaba retirado hacía muchos años. Era que para matar el
gusanillo empleaba su ocio en allanar caminos pueblerinos
con una excavadora, pero por afición, en plan solidario,
de ONG, voluntario, como otros se van a África de
cooperantes. Quiero pensar que el padre de Puyol era
aficionado a la excavadora como deporte de riesgo, cual
otros lo son a tirarse por un puente amarrados con una
soga o a descender un río peligrosísimo con una piragua de
goma. Aceptemos, pues, retroexcavadora como deporte de
riesgo y no como currelo de padre de futbolista
millonario.
Aceptemos desde aquí abajo. Porque me
imagino que a los catalanes peseteros esto les ha parecido
lo más normal del mundo, que el padre de su admirado
«crack» muera en penoso accidente laboral. Es muy distinto
contemplado desde la cultura andaluza de la familia del
artista. El padre de Jesulín, ¿cuánto hace que no ve ni en
fotografía no digo ya una peligrosa retroexcavadora, sino
ni una inofensiva espiocha?