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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El comunicado-copla de la Pantoja

OTRAS artistas, o famosas, o simples chupaplatós, ponen los asuntos litigiosos en manos de «mis abogados». Siempre en plural: «Mis abogados». Letrados en cuadrilla, picapleitos por colleras para sus faenas de acoso y derribo. Isabel Pantoja, no. Isabel Pantoja ha puesto en manos de su poeta las penas negras en este marbellero escándalo que le intercalas una hache y te sale un verso de García Lorca o un romance de Benítez Carrasco: el caso Malhaya. «Malhaya sea el dinero, / malhaya sea el parné, / que ha metido a aquel que quiero / en la trena de Jaén». A esto le pone música Manuel Alejandro y son 75.000 copias vendidas. Disco de platino.
A mi admirada Isabel Pantoja no le han escrito el comunicado «mis abogados» como a las otras, las otras, que tanto saben de Derecho, sino su poeta. Su Rafael de León y Arias de Saavedra, que cuando Isabel empezaba en el artisteo la cuidaba como a la niña de sus ojos que era. La enseñó a mover la bata de cola como nadie por los escenarios y le escribió sus primeros éxitos del garlochí o del pan calentito migaíto en el café. Desde su palco de la Sociedad de Autores del cielo, Rafael de León ha venido a echarle una mano a Isabel, para que no se interrumpa la «Rapsodia Española» de la poesía popular. Quizá tío Rafael de León me oyó aquella noche triste de Chipiona, cuando esperábamos en el santuario que llegara como una ola ya sin vida el cuerpo de Rocío Jurado, para velarla al pie su Virgen de Regla. Isabel, tan Maribel como en sus años de alumna de Juan Solano y de Rafael de León, llegó a Chipiona con Julián Muñoz, novio mío, siempre novio, y al llanto de sus ojos de gafas oscuras por la muerte de la compañera le dije:
-Isabel, cuídate, porque ahora sí que eres la última de peina y volantes que nos queda...
Desde su gloria macarena, Rafael de León la ha ayudado a cuidarse, y le ha escrito este comunicado-copla del amor roto, que en esta España de las corrupciones y en aquella Marbella de las recalificaciones a tanto la pieza es como su póstumo poema del desamor, una canción desesperada que viene pidiendo música, maestro, Maestro Quiroga.
Miren, miren qué arranque de copla en el comunicado poético, en la reescritura de «La otra», que esta vez se llama Mayte y tiene mechas: «He sido engañada / durante tres años...», Perfecto de metro, de rima, de acentos. Te dan ganas de enchufar la máquina de la escritura automática de tío Rafael de León y que continúe la primera letra de la copla hasta el estribillo. Cómo suena a zambra. Hasta se oye el zum zum de la percusión en la orquesta de Juan Solano: «He sido engañada / durante tres años, / mas tengo reaños / en mi corazón, / te digo que apaños / contigo no quiero, / desprecio el dinero, / púdrete en prisión...».
A esto le falta el Sargento Ramírez, un anillo con una fecha por dentro, la cárcel de oro, el pena de muerte al ladrón, el ayayay de por qué te vistes de negro. Porque de «sin embargo te quiero», nada: ni mijita migaíta en el café. Todo despecho, dolor, el mejor Bécquer, que es el precedente del universo poético de Rocío y de Concha, de Juana y de Lola: «Cuando me lo contaron sentí el frío / de una hoja de acero en las entrañas».
Y si bueno es ese arranque del comunicado-copla ya citado, el «he sido engañada / durante tres años», ¿dónde me dejan esto otro, antes de llegar a la coda de paso? Oigan, oigan: «Estoy pasando un momento muy amargo...». Miren cómo sigue la escritura automática del comunicado compuesto por el poeta defensor de Isabel, este pozo sin fondo de la amargura, sin el que no hay copla del desamor posible, conforme a los cánones del género: «Estoy pasando un momento, / un momento muy amargo, / lo quería y sin embargo / conmigo no era sincero./ Pá la otra, manilargo, / hasta sacos de dinero, / cuentas en el extranjero, / y a mí como un pordiosero / suplicaba: «Dame argo». / Por eso me desespero, /¡qué momento más amargo!».
Sigue cuidándote, admirada Isabel Pantoja. Que ida Rocío Mohedano, eres la última mohicana de esta copla tan triste que suelen ser los desamores en la vida.

 

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