EL tango del
poder es como el tercio de mejora de un verso del «Yira,
yira» de Discépolo. De «cuando estén secas las pilas/ de
todos los timbres/ que vos apretás», nada de nada. El
poder es que vos apretás el timbre, está perfecto de
pilas y al momento viene un tío vestido de librea, o con
galones en la bocamanga, o con una guerrera de color
crema con el cuello azul marino, o con el chaleco de
rayas del mayordomo de la prueba del algodón no engaña,
dobla someramente el espinazo en señal de sumisión y te
dice, solícito:
-¿Llamaba el señor presidente?
Esa maravilla de lo que es el poder no la
he descubierto yo ahora con la huelga del servicio en La
Moncloa, eso, Sonsoles, cómo está el servicio, y digo
yo, María Teresa, ¿por qué no buscáis ecuatorianas o
rumanas, como nosotros, quieres que te dé el teléfono de
una agencia que te mandan una al momento? Esa maravilla
de que el poder es que no estén secas las pilas de todos
los timbres que vos apretás lo descubrí cuando el recién
llegado inquilino de La Moncloa era González. En una
revista salió el clásico reportaje de la vida familiar
del presidente en La Moncloa. Entrañable, eso: un
reportaje entrañable. Y uno de los dos niños de
González, preguntado por lo que más le gustaba de su
nueva casa, dijo:
-Que tocas un timbre y al momento viene
un tío...
El hijo de González había descubierto el
poder, como Jesús Quintero, hombre de pueblo, de San
Juan del Puerto y a mucha honra, cuando empezaba a ser
rico y famoso con la nocturna radiación de sus locuras
de la colina se encontró de golpe con los prodigios del
«room service». Había obras en su piso o se estaba
mudando de casa, algo así, y vivía provisionalmente en
el hotel Los Lebreros, entonces de Rumasa. Y
maravillado, le comentó a mi mujer, con entusiasmo:
-Mira, Isabel, sea la hora que sea del
día o de la noche, marcas un número en el teléfono y te
traen un café, una taza de caldo, un bocadillo de jamón,
lo que pidas.
Isabel le dijo:
-Jesús, a ti lo que te pasa es que acabas
de descubrir el «room service».
A los socialistas obreros españoles les
encanta ganar las elecciones porque saben que descubren
el «room service» por la cara en La Moncloa. La huelga
de los servicios de limpieza «externalizados» (como
ahora se dice con un horror de palabra) ha descubierto
que en La Moncloa les pagamos a los presidentes no sólo
la pensión completa y los extras del «room service»,
sino que les damos «full credit». Que incluye
lavandería, servicio de plancha, recaderos, doncella,
mozo de comedor, supongo que limpiabotas, chófer. Y de
fontaneros de La Moncloa propiamente dichos, y de
electricistas, ni te cuento. De todo. Como dice la
sevillana: «Que no farte de ná». Los presidentes del
Gobierno del Reino de España, a juzgar por lo que han
largado los huelguistas de Comisiones Obreras de
servicio en Palacio, viven bastante mejor que los
grandes del Reino, que los presidentes de los grandes
bancos, que los consejeros delegados de las
multinacionales. Los lujos domésticos del presidente y
de la vicepresidenta son como aquella anécdota de la
cárcel de Sevilla, cuando el pobre Duque de Feria estaba
en el chabolo, y su compañero de celda, viendo el plan
que se traía, le dijo:
-Hijo, Rafael, tú serás duque, pero aquí
desde luego vives como un marqués...
El presidente del Gobierno será
socialista obrero, pero, hijo, en La Moncloa vive como
un marqués, con grandeza de España. O más. Ya quisieran
las grandes casas, los inmemoriales del Reino,
Medinaceli, Alba, Osuna, Medina Sidonia, tener el plan
de servicio de la Presidencia del Gobierno. Hasta con
paseador propio para cada perro, y no alquilones
perropaseadores argentinos que los agrupan como en
comunales y atrailladas pandillas perrunas. Ya
únicamente en La Moncloa desmienten a Discépolo y no
están secas las pilas de todos los timbres que vos
apretás. Porque hasta en los hoteles de cinco estrellas
gran lujo se te gasta el dedo apretando y aquí no viene
nadie a recoger la talega para la lavandería...