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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Sevilla de estoque simulado

El viejo dicho sevillano se lo escuché a la anticuaria Lola Ortega, sentada en su escribanía de caoba de la Plaza del Cabildo, cuando aún vivía su marido, el que aseguran que ha sido el que mejor toreó nunca con el capote en Sevilla: Antonio Gallardo. Lola Ortega, quizá entre una acuarelita ribereña de Rico Cejudo y los punzones de platero de la salvilla de una casa bien venida a menos, me dijo, hablando de alguien con mucho peligro:

-- A ése le temo yo más que a una espasnúa...

Una espasnúa. Una espada desnuda. Una espada desenvainada, dispuesta a herir. Aunque sólo sea al relente de la Madrugada, como la espasnúa que lleva el capitán de los armaos. Espadas de lances de caballeros en oscuras esquinas de pendencias y amores, calle del Ataúd de Mañara, hostería del Tenorio, veteranos de Flandes persiguiendo rinconetes por el Malbaratillo.

San Fernando ganó a Sevilla con su espasnúa. Tan orgulloso está desde entonces que cada Corpus da la vuelta al ruedo de la primavera mostrando la espada invicta que le valió las dos orejas del toro de la morisma. Fue un día de San Clemente. Un gris día de San Clemente. Cuando todavía el mosto no se ha hecho vino en la consagración honda del sahumerio de la alhucema. Con sólo enseñar su espasnúa, los moros que tanto le temían corrían que se las pelaban hacia las islas del Guadalquivir, llevando una solearilla de Fernando Villalón como GPS, para no perderse por el camino.

Desde entonces, la ciudad rememora la gesta en el día del Señor San Clemente, Cuando San Fernando ganó el referéndum de los siglos con su espasnúa y nos metió en Europa, sacándonos de África. San Fernando ganó a Sevilla a los moros y a la ciudad para Europa. No se olvide. Ni languidezca, como lamparilla, lo que fue el antiguo esplendor conmemorativo del día. Granada bien que recuerda su incorporación a la Corona de Castilla. Cada 2 de enero celebran la ceremonia de La Toma con procesión cívica, heraldos, clarineros, timbaleros, desfile de soldaditos y un montón de tíos vestidos como la sota de bastos. Tremolan el pendón de los Reyes Católicos y se proclama el vítor del Rey Fernando y la Reina Isabel. Así, pero a la sevillana, es decir, más hondo, más elegante, más medido, era el ceremonial de la Toma en Sevilla. San Fernando, en efigie de su legado histórico, volvía a tomar la ciudad de noviembre. Los dos cabildos sacaban de la Catedral, por Gradas Altas, el pendón victorioso del Rey Conqueridor y su espada. Su espasnúa. El asistente llevaba la espada en un paño de damasco, mostrando la cruz de sus gavilanes, y un caballero veinticuatro, el pendón. Había capas pluviales de canónigos, beneficiados y racioneros, latines y campanas. Y misa solemne memorial del Santo Rey.

Eso era ayer. Parece que a esta Sevilla tan políticamente correcta cada vez le da más vergüenza recordar a San Fernando el día de la toma. Ahora es la toma del frasco del complejo ante la morería. En la Catedral, sí, se cumplen los ritos, pero a cencerros tapados, para cubrir el expediente. No va el Cabildo de la Ciudad bajo mazas y de gala hasta la Patriarcal, por Génova y Gradas bajas, con la banda municipal delante. Ahora llegan los concejales como a una cita secreta, con sus gabardinillas, y se celebra, sí, la Procesión de la Espada y el Pendón, pero por últimas naves, y que dure lo menos posible, que el cafelito espera al canonicato en La Ibense. No hay ya lectorales que pronuncien valientes sermones en defensa de los valores cristianos del Santo Rey frente a la morisma. A San Fernando, al día de San Clemente, a la espada y al pendón los hemos metido en el celofán cobardón de la alianza de civilizaciones, de la alianza de claudicaciones, de la alianza de rendiciones.

Por eso un sevillano guasón que estaba en la Catedral endiquelando la languideciente ceremonia, en pasando el concejal más joven con el pendón y alcalde con la espada del Santo Rey, fue y me dijo:

-- Para que no se enfaden los moros ya no sacan la espasnúa de San Fernando. Ésa no es la espá de verdad. El que lleva el alcalde, como tantas cosas de Sevilla, es el estoque simulado...

 

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