José
Luis Perales, recordando sus tiempos de interno en la
Universidad Laboral, quisiera ser remero de la Plaza
España y yo quisiera ser novelero de la Plaza Nueva. Qué
no daría yo por ser un novelero de Sevilla. Abonados al
No Passsa Nada, virtuosos de la cervecita fresca y la
gamba blanca, profesionales de la ojana y del canguelo
cobardón, que nunca dan la cara por nada, que tocan las
palmas a todo lo que haga falta tocarlas. Y que no se
llevan, como usted y como yo, sofocón alguno. ¡Qué
felices son!
El alcalde, como tiene que
cuidar a quienes le mantienen el bastón cual martillo en
manteca, no los llama «noveleros». Les dice
«optimistas». Los optimistas son los que viven
instalados en la teoría de «tor mundo eh güeno»: el
alcalde, fenómeno; el Ayuntamiento, cumbre, nos está
poniendo los barrios de dulce y ha conseguido que el
centro sea para las personas y no para cuatro carcas que
se lo habían apropiado como si fuera suyo.
A los que no son
optimistas, el alcalde los llama «derrotistas». Se ha
inventado otra pareja de duales en la Sevilla de
Joselito y Belmonte: optimistas y derrotistas. Como
béticos y sevillistas, pero con respecto al Centro Patas
Arriba, al Tren Playero Llamado Tranvía, al Por Saco del
Carril Bici y a la Plaza Nueva. «Plaza Nueva, Plaza
Nueva,/plaza vieja para mí», escribía el poeta Juan
Antonio Cavestany. Tan vieja, que será mañana como la de
San Francisco antes: campo de liza entre católicos y
protestantes, servilones y liberales, optimistas y
derrotistas. El alcalde ha convocado allí a optimistas y
derrotistas: mañana martes día 5, a las 6 de la tarde,
«el 5 a las 6 en la Plaza Nueva». Que a esa hora será
abierta de nuevo tras las obras, con palmeras, arbolitos
de Navidad, luces de Pascuas y unas esculturas una jartá
de grandes y una jartá de raras, de un artista polaco
que se llama Igor Mitoraj, al que no conoce ni Pepe
Cobo, y a las que convida una institución que más
sevillanísima no puede ser: La Caixa.
Ya estoy viendo a los
noveleros curioseando por allí:
- ¡Ven, Mari, mira qué
suelo de Porcelanosa más bonito, así tenemos que poner
nosotros la parcelita!
Y me temo lo peor. Me
precio de conocer a esta ciudad. He estudiado su
historia, me he llevado muchas horas escuchando a sus
mayores, y me temo lo peor. Me temo que, a pesar de la
invitación del alcalde, a la Plaza Nueva no acuda ni un
solo derrotista. Y si alguno acude, se disfrazará
inmediatamente de palmera, de lucecita de Navidad o de
gorrón de Guadalajara, tocando las palmas a todo lo que
se mueva. Porque ante estos sunamis de novelería (tipo
Expo 92) del sevillano encantado de haberse conocido
instalado en la modernidad y el progreso, hay que tener
dos cojones para expresar una opinión objetora en
contra. Sin que esté amañado, sin tongo, sin comprar al
árbitro, ya sé el resultado del partido de la máxima
convocado por el alcalde en la Plaza Nueva. Ganarán,
como siempre, los noveleros optimistas. Por goleada.
Recomiendo a Don Zoido que ni siquiera aparezca por la
Plaza Nueva, porque la turba autocomplacida de los
noveleros sevillanos es capaz de correrlo a gorrazos,
por aguafiestas, como los de los tronchos le hicieron la
sangrienta y letal carrera del señorito al Conde del
Águila, o como quemaban a los herejes que leían la
Biblia de Casiodoro de Reina. El alcalde sabe con quién
se juega los cuartos (los nuestros) y que el espectáculo
de la Plaza Nueva, diseñado a la medida exacta de la
novelería, será todo un éxito. No seré yo, pues, quien
me ponga frente al sunami ni le escatime la enhorabuena.
Como lo de la ETA. Ante el
indeseable pastelero Pachi López, el alcalde ha dicho:
«La inmensa mayoría de los sevillanos apoya negociar con
ETA». Eso es muy triste, pero eso es así. La escasa
asistencia a la última manifestación de las Víctimas del
Terrorismo lo prueba. Los sevillanos estaban contra la
ETA cuando la novelería era ir a la Plaza Nueva porque
habían asesinado a Alberto y a Ascen. Terminada esa
novelería, los sevillanos irían ahora a la Plaza Nueva a
apoyar el Proceso si hace falta. ¡Vamos que si iban!
Como mañana irán a hartarse de novelear: ahora que miro
las luces de Navidad, Pepe, mira, ha comprado mi mujer
unos langostinos congelados para Nochebuena, que no
veas...