Igual que la Prensa manda por las Pascuas a sus asociados el famoso jamón, yo ahora quiero mandarle a Nani Carvajal como felicitación este artículo, que me gustaría que fuera por lo menos de Federico Flores, que es hijo del gremio: ibérico de bellota. Conocí a Nani Carvajal aproximadamente ayer por la mañana, en aquella escuela de periodismo que se llamó "Informaciones de Andalucía" y que estaba en el palomar del ABC de Cardenal Ilundain. "Informaciones de Andalucía" fue quizá el primer diario sevillano con mujeres en su redacción. Tere Garrido o Emi Ors eran redactoras y Nani Carvajal, colaboradora. Llegaba Nani a entregar sus trabajos y enamoriscaba a media redacción, sin saber que Nani se habría de casar con un redactor del piso de abajo, de ABC, con el grande y bueno Tomás Balbontín.

Luego vendrían las once mil señoras que entre Margarita Jiménez, Margarita Seco, Gloria Gamito o Clara Guzmán fichó Nicolás Salas para ABC. Pero hasta entonces, en la Prensa de Sevilla no había más mujer que Conchichi Ribelles y sus Ecos de Sociedad, auxiliar de redacción de ABC. O las mujeres del Telesur, del Centro Regional de TVE, con Begoña Achával o María Francisca Ruiz. Al que llegó Nani Carvajal con el número 1 de las oposiciones ganadas, y donde desde entonces hasta ahora, cada mediodía, seguimos comprobando que, a efectos de oficio y de raza, la actualidad no le da nunca la espalda a las señoras periodistas como Nani Carvajal.

Por Paco Correal, ese manchego que es ya tan sevillano como el Valdepeñas de Casa Morales, me entero que Nani Carvajal va a tener como primera misión en la presidencia de la Prensa dos asuntos sentimentalones: el centenario de la entidad en el 2009 y el traslado de sede. La Asociación de la Prensa cumple un siglo, lo que no es noticia en una ciudad fundada por Hércules. Pero la Prensa, y esto sí es noticia, tiene que dejar su entresuelo de toda la vida en la Plaza de San Francisco. La Prensa tenía de casero a lo mejor del Gotha Apócrifo sevillano: al Barón de la Castaña, a don Rafael Fernández de la Concha y Casteñeda. La Prensa debe dejar ese piso, donde calculo que pagarían de renta antigua al Barón cuarenta o cincuenta. Pero no euros ni duros: cuarenta o cincuenta reales. Las noticias de Sevilla cada día componen una novela en escritura automática, y esto de que la Prensa se vaya de ese piso es una de ella. La sede de la Prensa tenía algo de palco de Semana Santa, de casinillo. (En un tiempo tuvo la Prensa hasta "socios de casino", no periodistas). En aquel salón de las cristaleras sobre la Plaza era donde el presidente don José Montoto, director de "El Correo", setefillero y loreño ilustre, desconectaba el sonotone en las asambleas. Lo que había que oír lo escuchaba Celestino Fernández Ortiz, que era el que hacía los pisos y el que mandaba el jamón por las Pascuas. O lo oía Pedro Caracuel, el conserje con más utilidades que una navaja suiza, que hasta suplía a los corresponsales de agencia cuando era menester. En ese entresuelo de techo bajo de la Plaza de San Francisco se ha escrito media historia del periodismo sevillano. Desde su cabina de teléfono se han dictado para Cifra, para Logos, para Mencheta, los telegramas de agencia de media historia de la Sevilla que recibía a la Perona y se arriaba con el Tamarguillo y que lo mismo inauguraba la Exposición Iberiamericana que la Expo del 92.