Como
estamos en una nación laica, apunta, nene: ese
nacimiento me lo estás tirando ya mismito a la
basura, como la maestra de Mijas. Y a La Venera
entera, con su Sierra Nevada de corcho y su San
Telmo de Herodes, la declaramos zona saturada de
confesionalidad navideña. Aquí no se vende un solo
pastor de barro más. Gloria a Alá en las alturas de
los minaretes. Es conveniente, niño, que en el
nacimiento, si es que la seño no te lo tira, quites
la estrella y pongas la media luna.
Claro, tanto va el
cántaro de Chaves a la fuente de Marruecos... Hay
que ver lo que les gusta un moro a estos señores de
poder. Les gusta un Marruecos más que a Carmina
Ordóñez, que en paz descanse. Los chavales, en la
noche del 5 de enero, se visten de beduinos en la
Cabalgata y se lo pasan pipa. Pero ellos se lo pasan
pipa todo el año haciendo el beduino sin turbante y
sin pintarse la cara de negro, gastándose nuestro
dinero en moros.
Al alcalde se le van
las mejores. Con lo bien que hubiera quedado la
Plaza Nueva llena de esculturas de moros, con Al
Motamid y toda la peña, va y se trae a un polaco que
va de desnudos grecorromanos. Claro que la romanidad
de la Plaza Nueva con el caballo de San Fernando
Matamoros se compensa ampliamente con la morancanía
de Los Bermejales. Lo de Córdoba, donde los moros
ricos que quieren hacerse pedazo de mezquita en plan
La Meca, no tiene el menor mérito. Ni lo de
Marbella, que los árabes de los petrodólares
hicieran su mezquita en lo más caro de la Milla de
Oro. Lo nuestro de Los Bermejales sí que es hacer
una alianza de civilizaciones tal que los siglos
venideros nos tomen por carajotes. A ver, ¿acaso los
cordobeses convidan a mezquita a los moros que
quieren hacer de la tierra de Romero de Torres y de
Manolete algo así como La Meca?
-¿La Meca de los
Pantalones, no?
Pues sí: La Meca de
los Pantalones...Bajados. Más aquí todavía que en
Córdoba. En Córdoba, como digo, llegan los árabes y
quieren hacer una mezquita para los moros. Ya saben
el matiz entre árabes y moros, la lección magistral
que un día, en Marbella, nos dictó Beni de Cádiz a
servidor y a Jesús Quintero, ante un horizonte de
yates de ensueño en Puerto Banús:
-Mirad, queridos:
moros son los que vienen desde Bélgica por la
carretera general y van camino del ferry de
Algeciras, muertecitos de sueño y de cansancio, en
un Peyó abollado de segunda mano, con una baca muy
grande, toda cargada de bultos, bicicletas y
escaleras, y con muchos moritos y una suegra mora
gorda de chilaba y velo dentro. Esos son los moros.
Y árabes, queridos, son estos señores,
extraordinarias personas, que tienen estos yates tan
magníficos, con esos petrodólares que quitan el
sentío, y que invitan al Beni a que les cante en sus
fiestecitas y le dan luego muy buenos dineritos para
los gastitos de la casa.
En Córdoba, los árabes
quieren hacer una mezquita y llegan con la manteca.
Manteca saudí, aunque el Corán prohiba los productos
del cerdo. Y aquí en Sevilla, que vamos de gilis,
les regalamos el terreno a los moros. No a los
árabes ricos, sino los moros...(ponga usted mismo
aquí el adjetivo adecuado). Si Córdoba va a ser La
Meca de Europa, Sevilla es ya La Meca de los
Pantalones...Bajados.
En una ciudad,
Sevilla, además, que nunca se trabajó el cuento de
la morería como Córdoba. Sevilla tuvo sus pedazos de
mezquitas. A pares, como todo lo dual barroco de
aquí: la Mezquita aljama y la del Salvador. Llegó
San Fernando y ya saben: fagamos un templo tal, y a
tomar por saco las mezquitas. Pero en Córdoba
dejaron la Mezquita tal como estaba, a fin de que
saliera bonita en las latas de carne membrillo de
Puente Genil. Y, claro, era tentar al diablo. Los
árabes llegan, ven aquello y al momento endiquelan
que están en La Meca...con Bodegas Campos al lado.
Pero aquí, Morancos de Triana al margen, los moros
no están por parte ninguna. Sólo de beduinos en la
Cabalgata. Lo nuestro es una serena y clásica
romanidad de Arco y Centuria, de Venus de Itálica,
de columna de Julio César, donde ese brindis al sol
del desierto de regalar mezquitas no pega ni con
cola. Mejor: ni con goma arábiga.