Bécquer
sigue vivo. Sevilla sigue componiendo sus
leyendas, en escritura automática. Un día de Santa
Misión llega el Señor del Gran Poder a un garaje
para guarecerse de la lluvia y al llamar en la
puerta sale a abrirle el buen hombre que juró no
volver ir a verlo más a San Lorenzo, pues no le
salvó a su hijo de la muerte: «Si quieres verme
vas a tener que ir Tú a mi casa». Otro día, en
tiempos de civil guerra y venganzas, una mujer del
barrio evita que La Que Está en San Gil sea
destruida por las llamas cuando los rojos le meten
fuego a la parroquia, pues se la lleva a su corral
y le hace pasar la noche escondida como la más
bella Muchacha Que Vive en la Macarena, envuelta
entre sábanas humanas en el ya divino camastro de
su sala y alcoba.
Ahora la realidad
escribe sola una nueva versión de la leyenda de
Maese Pérez el organista. Desde hace cuarenta
años, muchos eran los fieles de Sevilla y de otras
partes del mundo que en ellas las Pascuas pasaban
que asistían con gozo a la Misa del Gallo en la
Catedral, sabedores de que la solemnidad del
templo era el mejor portal para recibir al Rey de
los Cielos. Venía a este mundo El que hecho un
Hombre de Todo Poder por primavera habría de
cruzar aquellas naves con paso racheado, entre
ceras de tinieblas. La llegada del Rey de los
Cielos, venid a adorar, era celebrada por el que
Benedicto XVI proclamó en Ratisbona como «el rey
de los instrumentos de la liturgia católica»: el
órgano. El órgano de Maese Ayarra acompañaba la
Misa del Gallo cantada por el coro, terminada la
cual, oh prodigio, empezaba la más sevillana
Adoración del Niño Dios. En este primer besapiés
de Cristo en Sevilla, maese Ayarra, en los órganos
grandes y solemnes, imagen sonora de la Catedral,
Giralda musical, entre Correa de Arauxo y el
Maestro Torres, desgranaba un genial rebujito de
villancicos nuestros, pastores y campanillas.
Maese Ayarra, con su órgano, alquilaba balcones
para un casamiento, ponía a la puerta un Niño más
hermoso que el sol bello, hacía caminar a la
Virgen pura de Egipto para Belén. Para escucharlo,
cada Nochebuena se volvían a decir las palabras
becquerianas:
-Pero, vamos,
vecina, vamos a la iglesia mayor, antes que se
ponga de bote en bote, que algunas noches como
ésta suele llenarse de modo que no cabe ni un
grano de trigo. Buena ganga tienen los calonges
con su organista... ¿Cuándo se ha visto la
Catedral tan favorecida como ahora?
Todo eso, ay, será
hogaño leyenda becqueriana del órgano de Maese
Ayarra en la Nochebuena. No sonarán en la Catedral
adorando al Niño las voces de los órganos hechas
coro de campanilleros, cántaro y alpargata. Pues
ayer, de mañana, tras la misa capitular, la
Comisión Delegada del Cabildo comunicó a Maese
Ayarra, sin más consulta a quien más de música
sabe y autoridad tiene, que en la Adoración del
Niño por la Nochebuena habían decidido que el
órgano de la Catedral fuera de ruán: de silencio.
Que acompañe al coro en la Misa del Gallo y a
tocar villancicos no se atreva en la adoración de
Jesús. Eso en la plaza de los toros se dice:
«Vamos a callarnos». Vamos a callarnos porque en
la Magna Hispalense, por Nochebuena, la Adoración
del Niño se hará a los sones de algo tan
sevillanísimo como...¡el Grupo Afroandino!, toma
ya. Más sevillano y tradicional no puede ser. Ya
saben, como los peruanos del poncho que se ponen
en el Nervión Plaza: mandolinas, charangos,
teclados electrónicos, guitarras, violines,
tamborcitos, zampoñas como de afilador. Qué cosa
más sevillana: alianza de civilizaciones que nos
toca lo que rima. No sé si más sevillana por la
parte de Afro o por la parte de Andino. Por las
dos. Y aquí es donde sigue vivo Bécquer, que el
día de Navidad, comentando este petardo sonoro de
la Nochebuena, volverá a decirnos en su leyenda de
Maese Ayarra:
-¿No os dije yo una
y mil veces, mi señora doña Baltasara, no os lo
dije yo? ¡Aquí hay busilis! Oídlo. ¡Qué! ¿no
estuvisteis anoche en la misa del Gallo? Pero, en
fin, ya sabréis lo que pasó. En toda Sevilla no se
habla de otra cosa... El señor arzobispo está
hecho, con razón, una furia.
-Quitad, que todo ha
sido una venganza. El Grupo Afroandino ha acallado
el órgano de Maese Ayarra como venganza del
Cabildo, que es bético. ¡Toma ya sudacas y
subsaharianos, por tocar el arrebato del himno del
centenario cuando el Sevilla ganó la Copa de
Europa!