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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Unos ratones de Guinness Book

La delicada y servicial amiga loreña que una vez, por mayo, me trajo al escritorio la primera magnolia florecida en Tablada y que con la caducidad de su olor y su carnosa blancura me dio el discurso de la brevedad de la belleza de las efímeras flores de la eterna Sevilla, me llevó luego, sabedora de mi devoción por los gatos, a la colonia felina que vive junto a su casa, en el conjunto 18 de la mairenera Ciudad Aljarafe. Aquello es un Coliseo romano-aljarafeño, donde una pandilla estable de docena y media de gatunos maravillosos son los más felices del mundo, atendidos por María del Carmen Morales, una solícita vecina amante de los animales, que los cuida y mima, les da de comer y de beber, les busca cobijos para los días de lluvia y yacijas para sus noches de frío. Más de una vez me he acercado a Ciudad Aljarafe para admirar esas vivientes Estatuas de la Libertad que son los gatos a sus anchas: lindos romanos, negritos, blanquinegros, de torera color albero, gatusonas moriscas. Y hasta les he llevado pienso gatuno gaditano, que Quico Zamora me envió para Rómulo y Remo en un cargamento de comida natural hecha con el romanísimo pescado de las salazones de Baelo Claudia.
Es un espectáculo ver a Carmen Morales cuando sale de su casa con el pienso para los gatos y su felina tropa le forma la guardia y le presenta armas, con sus colas enhiestas y sus arqueados lomos, pasándose cariñosamente por sus piernas. Carmen llama a cada gato por su nombre. Sabe su historia, su linaje, sus manías, sus grandezas. Allí recogimos una mañana a Esmeralda, una linda y hermosa gata atigrada cuatreña, de ojos verdes, que no hacía buenas migas con la tropa jardinera, porque venía de señora de piso, abandonada por quienes creen que estos animalitos no tienen capacidad de sufrimiento. Como Esmeralda era la Dama, los callejeros no querían nada con ella. Era como una gran señora venida a menos, con la elegancia de la grandeza perdida. Por eso nos llamó Carmen para que mi litergato Remo buscara un hogar de acogida a la señorona. Y con Moisés del Castillo, protector de los gatos y de sus mascotas humanas, lo halló al punto en la colonia hogareña de su casa de Alcalá de los Panaderos.
Carmen Morales, en estos días de los mejores deseos, está desolada, a punto de depresión. El Ayuntamiento de Mairena la ha conminado oficialmente a que deje de hacer la obra de misericordia gatuna de dar de comer a los hambrientos felinos de Ciudad Aljarafe. Cita el Ayuntamiento la Ordenanza Municipal de Tenencia de Animales, por cuyo articulo 95 prohibe «proporcionar alimentos en la vía pública y solares a animales de compañía, aves y animales vagabundos.» Y dice luego el Ayuntamiento en su oficio algo insólito, como de chiste de Lepe, pues razona: «Aun teniendo buenas intenciones, la alimentación en la vida pública de animales vagabundos suele traer consecuencias negativas para la higiene y salud de los ciudadanos. Dicha actuación da lugar a la aparición de residuos, orines y excrementos, y plagas urbanas, principalmente roedores». ¡Joé, qué portento! ¡Marchando una de Guinness Book para Mairena del Aljarafe! ¿Pues no que en Mairena, para cumplir sus ordenanzas municipales, los gatos hacen que aparezcan roedores? Yo creía que los gatos acababan con los ratones, pero en Mairena debe de ser al revés. A pesar de lo cual, el Ayuntamiento insta a Carmen Morales a que no dé de comer más a sus gatos, a los que espera, ay, el oscuro destino del Zoosanitario, tristes campos de concentración animal donde siguen existiendo la cámara de gas y la pena de muerte para gatitos y perros.
Desde aquí, con todo respeto, Remo intercede en tiempo y forma por sus congéneres felinos ante el señor alcalde de Mairena del Aljarafe. Y le invita a que visite la colonia maravillosa de los gatos aljarafeños de Carmen, que no son vagabundos, sino fijos de plantilla. Y que en vez de perseguirlos, haga como otros ayuntamientos con sensibilidad para los animales: que en colaboración con el Colegio de Veterinarios, programe la vacunación, desparasitación y esterilización de esta colonia felina callejera y estable, que no vagabunda. Así lo hacen en Cádiz, donde, en su Cuna, viven felices varias colonias de las vivientes Estatuas de la Libertad que son los gatos.

 

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