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 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Al avío, que se va el tío

PUES a la vista de los acontecimientos hay que pensar que lo que anunció el ángel en Belén, antier por la mañana como aquel que dice, no fue: «Paz a los hombres». Fue: «Al avío, que se va el tío».
Tras haber estallado criminalmente 800 kilos de explosivos, 800, en el estacionamiento de Barajas en día y hora de temporada alta de desplazamientos por las vacaciones. Tras haber roto la ETA la tregua-trampa de su alto el fuego, sin previo aviso de comunicado. Tras el apagón informativo practicado por el Gobierno sobre estos gravísimos hechos, con una opacidad y dilación en su esclarecimiento digna de la mejor campaña del antañón «queremos saber». Tras la confirmación de que dos inmigrantes ecuatorianos, Diego Armando Estacio Sivisapa, de 19 años, y Carlos Alonso Palate, de 35 años, se encontraban desaparecidos entre las ruinas del estacionamiento. Tras la contemplación del estacionamiento destruido por la bomba, con toneladas de escombros sirviendo de obligada mortaja a los dos sudamericanos asesinados por la ETA: sí, como suena, asesinados por la ETA... Tras todo esto, con dos muertos sobre la mesa, lo normal y lógico es que los españoles se hubieran echado a la calle, condenando a la ETA y criticando al Gobierno por la «administración de la crisis». Y que la mañana siguiente del atentado, las concentraciones convocadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo por un lado y por la Federación de Municipios por otro, hubieran sido impresionantes de asistentes; gente que por otra parte no tenía nada mejor que hacer en un domingo víspera del puente de Año Nuevo. Pero no hubo problema alguno de cálculo de asistentes, porque todo lo más acudieron cuatro gatos, todos profesionales: profesionales del cargo público o profesionales de la manipulación del terrorismo contra el actual Gobierno y no contra los mismísimos asesinos de la ETA.
Pero hay más, agárrate, Catalina, que ahora viene lo bueno. Siempre en cumplimiento del supremo principio de solidaridad de «al avío, que se va el tío», es como si los 800 kilos de explosivo hubieran estallado en una lejana escuela de una distante república de la antigua Unión Soviética, y no en el aeropuerto de Madrid. Y como si la furgoneta-bomba la hubiera colocado una organización albano no sé qué, y no la conocida, ilegalizada y criminal ETA de siempre, con la que el Gobierno se bajó los pantalones. Por eso mismo, como 800 kilos de explosivos en Barajas eran pocos, estallaron triunfalmente por todo el Aljarafe, por Sevilla Este, por Los Remedios, por Montequinto, por la Macarena, todos los artefactos falleros, fuegos artificiales, petardos y cohetes programados. Ni un solo triquitraque dejó de estallar en señal de duelo por las dos personas asesinadas por los explosivos de la ETA.
Y hay más todavía: ni un solo esmoquin dejó de vestirse para la cena del lujerío, ni una sola media gala del masivo cotillón con guardarropa, ni una sola uva dejó de ser tomada como deseo de felicidad, ni una sola cuchipanda televisada, con o sin abuso de menores, dejó de ser emitida Siempre «al avío que se va el tío», aquí tiene que ser Feliz Año Nuevo por co...tillones. Nadie ni nada, ni la ETA, ni la muerte, ni la incapacidad del Gobierno para acabar con el terrorismo, ni la ruptura de la tregua-trampa, ni la rendición del Estado, nos puede apartar de nuestras inmensas ganas de divertirnos, del Moet por todo lo alto, de la pularda, la bullabesa, los langostinos del Atlético de Madrid y las gambas como saxofones, con barra libre y orquesta hasta la madrugada, más recena de pepito y caldito a las 4 de la mañana y a las 6, chocolate con calentitos. Ah, y de los 400 millones de SMS, ninguno con «Gobierno asesino», como cuando lo de Couso en Irak; ninguno con el «pásalo» sobre la rendición del Estado por el presidente mendaz. Bueno, sí, pásalo, pero esto: «Al avío que se va el tío, que no farte de ná».
Lo más triste no es el Gobierno: los peores somos los españoles, insensibles, sólo preocupados por pasarlo lo mejor posible. ¿Decretar luto oficial de la nación, dice usted? ¿Estamos acaso en un pueblo y se ha ahogado un niño en una acequia o algo? Nada, nada, esto es un paréntesis en el Proceso de Paz, una anécdota, un accidente. Y, además, no eran ni siquiera españoles: eran ecuatorianos. Así que al avío, que se va el tío.

 

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