PUES
a la vista de los acontecimientos hay que pensar que
lo que anunció el ángel en Belén, antier por la
mañana como aquel que dice, no fue: «Paz a los
hombres». Fue: «Al avío, que se va el tío».
Tras haber estallado
criminalmente 800 kilos de explosivos, 800, en el
estacionamiento de Barajas en día y hora de
temporada alta de desplazamientos por las
vacaciones. Tras haber roto la ETA la tregua-trampa
de su alto el fuego, sin previo aviso de comunicado.
Tras el apagón informativo practicado por el
Gobierno sobre estos gravísimos hechos, con una
opacidad y dilación en su esclarecimiento digna de
la mejor campaña del antañón «queremos saber». Tras
la confirmación de que dos inmigrantes ecuatorianos,
Diego Armando Estacio Sivisapa, de 19 años, y Carlos
Alonso Palate, de 35 años, se encontraban
desaparecidos entre las ruinas del estacionamiento.
Tras la contemplación del estacionamiento destruido
por la bomba, con toneladas de escombros sirviendo
de obligada mortaja a los dos sudamericanos
asesinados por la ETA: sí, como suena, asesinados
por la ETA... Tras todo esto, con dos muertos sobre
la mesa, lo normal y lógico es que los españoles se
hubieran echado a la calle, condenando a la ETA y
criticando al Gobierno por la «administración de la
crisis». Y que la mañana siguiente del atentado, las
concentraciones convocadas por la Asociación de
Víctimas del Terrorismo por un lado y por la
Federación de Municipios por otro, hubieran sido
impresionantes de asistentes; gente que por otra
parte no tenía nada mejor que hacer en un domingo
víspera del puente de Año Nuevo. Pero no hubo
problema alguno de cálculo de asistentes, porque
todo lo más acudieron cuatro gatos, todos
profesionales: profesionales del cargo público o
profesionales de la manipulación del terrorismo
contra el actual Gobierno y no contra los mismísimos
asesinos de la ETA.
Pero hay más,
agárrate, Catalina, que ahora viene lo bueno.
Siempre en cumplimiento del supremo principio de
solidaridad de «al avío, que se va el tío», es como
si los 800 kilos de explosivo hubieran estallado en
una lejana escuela de una distante república de la
antigua Unión Soviética, y no en el aeropuerto de
Madrid. Y como si la furgoneta-bomba la hubiera
colocado una organización albano no sé qué, y no la
conocida, ilegalizada y criminal ETA de siempre, con
la que el Gobierno se bajó los pantalones. Por eso
mismo, como 800 kilos de explosivos en Barajas eran
pocos, estallaron triunfalmente por todo el
Aljarafe, por Sevilla Este, por Los Remedios, por
Montequinto, por la Macarena, todos los artefactos
falleros, fuegos artificiales, petardos y cohetes
programados. Ni un solo triquitraque dejó de
estallar en señal de duelo por las dos personas
asesinadas por los explosivos de la ETA.
Y hay más todavía: ni
un solo esmoquin dejó de vestirse para la cena del
lujerío, ni una sola media gala del masivo cotillón
con guardarropa, ni una sola uva dejó de ser tomada
como deseo de felicidad, ni una sola cuchipanda
televisada, con o sin abuso de menores, dejó de ser
emitida Siempre «al avío que se va el tío», aquí
tiene que ser Feliz Año Nuevo por co...tillones.
Nadie ni nada, ni la ETA, ni la muerte, ni la
incapacidad del Gobierno para acabar con el
terrorismo, ni la ruptura de la tregua-trampa, ni la
rendición del Estado, nos puede apartar de nuestras
inmensas ganas de divertirnos, del Moet por todo lo
alto, de la pularda, la bullabesa, los langostinos
del Atlético de Madrid y las gambas como saxofones,
con barra libre y orquesta hasta la madrugada, más
recena de pepito y caldito a las 4 de la mañana y a
las 6, chocolate con calentitos. Ah, y de los 400
millones de SMS, ninguno con «Gobierno asesino»,
como cuando lo de Couso en Irak; ninguno con el
«pásalo» sobre la rendición del Estado por el
presidente mendaz. Bueno, sí, pásalo, pero esto: «Al
avío que se va el tío, que no farte de ná».
Lo más triste no es el
Gobierno: los peores somos los españoles,
insensibles, sólo preocupados por pasarlo lo mejor
posible. ¿Decretar luto oficial de la nación, dice
usted? ¿Estamos acaso en un pueblo y se ha ahogado
un niño en una acequia o algo? Nada, nada, esto es
un paréntesis en el Proceso de Paz, una anécdota, un
accidente. Y, además, no eran ni siquiera españoles:
eran ecuatorianos. Así que al avío, que se va el
tío.