EL
día que el cinismo sea admitido como
deporte olímpico, nadie le quita a España
el copo de todas las medallas de oro. No
hay en Eurasia nación donde el Índice de
Cinismo por Habitante sea tan alto. Hasta
los asesinos son cínicos. ¿Pues no que
salen en el «Gara» por la cara diciendo
que no querían matar a nadie en Barajas?
¿Cuántas toneladas de cinismo son
necesarias para eso? ¿Más o menos que las
toneladas de escombros que sepultaron a
los dos ecuatorianos asesinados? Y no
acaba ahí el cinismo habitual de los
asesinos, al proclamar que el alto el
fuego sigue en pie. Más que de «Gara» esto
es de libro Guinness: España es el único
país del mundo donde una bomba que
destruye un aparcamiento y mata a dos
personas no rompe el alto el fuego. Me
recuerda lo del rayo de sol por el
cristal, «sin romperlo ni mancharlo», del
catecismo de Ripalda. Aunque más cínico
que todo es aceptar como lo más normal que
los asesinos decreten el alto el fuego.
¿Qué alto y qué fuego? El alto el fuego lo
declaran las naciones soberanas
beligerantes, y aquí no hay guerra
ninguna. Razón por la cual es totalmente
cínico hablar de pazzzzzzzzzzzz (copyright
Ignacio Camacho). La paz viene tras la
guerra, y aquí no estamos en guerra con
nadie, aquí no hacemos más que poner
muertos de nuestro lado, por 819 me parece
que vamos ya.
En este
punto de la pazzzzzzzzzzzz me salgo de la
pastelería del cinismo de los verdugos
para entrar en la bollería del cinismo de
las víctimas y del poder que las debería
defender y de la sociedad que las debería
apoyar. El dolor de España ante los dos
ecuatorianos asesinados y enviados a su
pueblo por Seur 10 ha sido completamente
descriptible, de cínico y casi
inexistente. Un dolor homologable a aquel
colectivo mirar para otro lado ante los
militares, policías y guardias civiles
asesinados por la ETA en las Vascongadas
en los 70 y 80. Esos aviones de Torrejón
los habíamos visto ya, en un trágico
puente aéreo de ataúdes de guardias
civiles desde Sondica a Armilla. Esa madre
en la miseria de la aldea andina, rota por
el hijo muerto tan lejos, también nos
suena de entonces, de las serranías
andaluzas. Y ante todo esto, como entonces
también, la dormición de la conciencia
colectiva y la capacidad de respuesta de
la sociedad, preocupadísima por las uvas
de la Nochevieja y los regalos de Reyes y
ahora por los chollos de las rebajas de
enero. No sólo ZP estaba en Doñana. España
entera sigue aún como en una inmensa
Doñana donde una sociedad sin pulso lo ve
todo como lo más inevitablemente normal,
como el que contempla una catástrofe
natural.
Y lo más
cínico de todo, el huero discurso de las
palabras rotas, como el amor de Rocío
Jurado, de tanto usarlas. Las pancartas de
las manifestaciones del sábado serán una
antología de solemnes chorradas, en la
ceremonia colectiva del cinismo. En la que
las más altas cotas las alcanza, como
siempre, el Gobierno. Los que llegaron al
poder utilizando y manipulando la matanza
del 11-M tienen el cinismo de decir ahora
que no es lícito usar el terrorismo para
hacer política, pidiendo responsabilidades
y respuesta. El máximo cinismo es que
quieren meter en el congelador todo el
sistema democrático, al conjuro de la
mercancía averiada de las palabras
chiguatas y manoseadas, y el personal
queda insensible, ante la ausencia
colectiva de valores.
A la cabeza
de todo, la llamada a la «unidad». ¿Qué
unidad? ¿Unidad de qué y para qué?
«Unidad» precisamente, toca madera, se
llamaba el periódico del Movimiento
Nacional en San Sebastián. La palabra
«unidad» da un tufillo a totalitarismo que
tira de espaldas. De la unidad de los
partidos a la unanimidad del fascismo no
hay ni una cuarta. Máximo cinismo cuando
se apela a la unidad para no hacer lo que
se debe: cumplir y hacer cumplir la ley,
mandar a la Policía y aplicar el Código
Penal. ¿Se apela acaso a la unidad de los
partidos para que la Policía detenga a los
asesinos de la llamada violencia de
género, a los traficantes de drogas, a los
conductores suicidas? ¿Se pide acaso la
unidad de los partidos para aplicar el
Código Penal a los ladrones, a los
defraudadores, a los uxoricidas, a los
pirómanos? Tanto es el cinismo, que aquí
el «¡a por ellos!» sólo se lo dicen a la
selección nacional de fútbol. Los policías
y los jueces hace ya años que no lo oyen
para derrotar a la ETA.