-- No, chinito no sel católico, chinito sel budista. Pelo chinito venil a la Catedlal polque en la Catedlal chinito dolmil siesta la mal de flesquito.
Sevilla es ciudad de aire acondicionado y de abanico, no de calefacción y abrigos. Nos aviamos con el calentador y la mesa camilla. Las casas están preparadas para la calor. Y cuando viene la rasca, te hielas y coges lo que no tienes. Casi hace más frío dentro de las casas que fuera. El verdadero Matacanónigos está dentro de la Catedral, no en su esquina. Don Guillermo Luca de Tena me contaba que sus bisabuelos, en la Casa de los Maldonados de la Plaza de los Carros, tenían junto a la cancela un perchero con los abrigos. No eran para ponérselos al salir a la calle. Eran para usarlos cuando llegaban de la calle y tenían que ir apartando pingüinos y osos polares por los corredores. La Expo heredó la tradición: anda que no hace frío en el Pabellón de la Navegación si tienes que ir allí a un banquete...
Esto del frío en Sevilla lo sabía mejor que nadie Don Fernando, el Rey Católico. Qué frío no pasaría en ese Alcázar y qué sabañones no le saldrían en las augustas y católicas orejas, que dijo: "Los veranos han de pasarse en Sevilla, y los inviernos en Castilla". En Castilla sí están preparados para el frío. Aquí, ni para llevar abrigo. Para el sevillano el abrigo es como para el esquimal la guayabera. Con la parca que se te hiela el culete echamos el invierno. Y en las iglesias, ni te cuento. Tengo cortado el cupón para una pulmonía doble tras asistir la otra noche a un funeral en la iglesia donde hace más frío de toda Sevilla: en mi parroquia del Corpus Christi.
-- No, la parroquia donde se pasa más frío de toda Sevilla es la mía, la iglesia del Sagrario.
Pasa con el frío de las iglesias como con el gazpacho: el mejor gazpacho es el de nuestra madre, y la iglesia donde se pasa más biruji, nuestra parroquia. En los inviernos de Sevilla envidio a los centroeuropeos que tienen esas iglesias tan luteranas con tan buena calefacción, con esos suelos de madera. La nuestra es tierra de catolicismo y ventilador, no de protestantismo, radiador calentito y suelo de madera. Las iglesias están preparadísimas para el verano, con un ventilador en cada pilar. Pero que levante el dedo quien sepa de un templo con calefacción. Como que los curas deberían revestirse para la misa con bufanda por estola, y casulla con forro polar. En Alemania, en Suiza, en Austria, entras a visitar un templo histórico y el guía en español te dice:
-- Esta iglesia tiene la friolera de seiscientos años...
Al cicerone que en una ciudad alemana tal me dijo, dentro en una iglesia luterana con suelos y altos zócalos de madera y una calefacción que daba gloria, le respondí:
-- Eso de la friolera de seiscientos años no es ná comparado con Sevilla. Para friolera, mi parroquia, que aunque la hizo el arquitecto Vicente Traver ayer por la mañana tiene más de seiscientos años de friolera dentro, con los mármoles más helados del mundo.
Al bueno del padre don Angel Martín Sarmiento le caían la otra noche hasta estalactitas heladas de la nariz mientras leía su preferido y bético texto bíblico de los verdes campos del Edén. Si en Sevilla hubieran triunfado las tesis reformistas de Cipriano de Valera, quizá a estas horas tendríamos unas iglesias protestantes con unas calefacciones maravillosas. Pero en esta Sevilla de la Contrarreforma y los ventiladores, Credo in Unum Deum que en la iglesia del Corpus Christi no debe de estar ni Su Divina Majestad, del frío que hace.