LES
debo a mis convecinos de Bami un artículo
contra la invasión de los gorrillas. Esto
es, pues, una pancarta contra los
gorrillas y por la seguridad en esta
collación del Corpus Christi, con la que
me sumo a las protestas de la asociación
Bami Unido, en este barrio que es un caos
como un castillo de los que dan nombre a
sus calles. Al paso que vamos, la única
propiedad de castillos en el territorio de
su antiguo Reino que le va a quedar a
Sevilla van a ser los rótulos de las
calles de Bami. Hay en el barrio una calle
que se llama Castillo de Cortegana, donde
tiene su clínica de cardiología el doctor
don Carlos Infante, ¿no? Bueno, pues del
Castillo de Cortegana lo único que
conserva el Ayuntamiento es el rótulo de
esa esquina. El castillo propiamente
dicho, sin consultarlo con sus dueños, los
sevillanos, se lo regaló el alcalde por la
cara al pueblo de Cortegana, y ahora
Alanís pide el suyo, y así todas las
fortalezas de estas calles.
En esta
rotulación castellana intuyo la mano
cultísima del historiador de la
Arquitectura sevillana don Antonio Sancho
Corbacho, cuando fue teniente de alcalde
del Ayuntamiento. Todas son de castillos,
menos una calle y una plaza con un tufo a
dictadura que es como para que les
cambiaran el nombre: las de Rafael
Salgado. Este señor es el único que tiene
en Sevilla una calle y una plaza, hala,
dos mejor que una, para él solito: calle
Rafael Salgado y plaza de Rafael Salgado.
¿Y saben quién era don Rafael Salgado
(1876-1948)? Pues el presidente de la
empresa Bami, promotora del barrio, que
era la inmobiliaria del Banco Mercantil e
Industrial, cuyo acrónimo BAMI pusieron de
nombre a la antigua Dehesa de Tablada y
Tabladilla, y con cuyo presidente cargamos
sin saber por qué. (Lo de Bami es como si
los Beca le pusieran Bekinsa a un barrio
de los que construyen, y rotularan como
Rafael Beca Borrego su calle principal.)
Bami fue en
su día como una especie de Los Remedios de
segunda, cabe La Palmera. Las casitas de
Rafael Salgado son como primas hermanas de
las que Gabriel Rojas hizo en Virgen del
Valle y en Monte Carmelo. La torre de la
plaza de Rafael Salgado tiene algo de
Torre de los Remedios. Aquí, cuando las
bases americanas, vinieron a vivir, como a
Los Remedios, muchos militares
estadounidenses de Morón y de San Pablo. Y
ahora, ¿qué es Bami? Pues uno de los
barrios más abandonados de Sevilla, que
debería ser adoptado oficialmente por el
Servicio Andaluz de Salud, pues gran parte
de sus males derivan de ser zona de
servicios del Hospital Virgen del Rocío.
Bami es el aparcamiento de toda Sevilla y
provincias adyacentes cuando los
asegurados vienen a los (por otra parte
magníficos) servicios médicos del
hospital, o sus familiares y amigos a
visitar a los ingresados. Un domingo por
la tarde cualquier calle de Bami es el
«conozca usted su provincia». Si usted, un
poner, es de El Saucejo y quiere ver
paisanos, venga por aquí un domingo por la
tarde, que como está medio pueblo de
visita en el hospital, se los encontrará
en la calle Castillo de Algo. Y con el
coche aparcado en doble fila. Por culpa de
un gorrilla. Que le ha dicho al conductor
saucejeño, con tal de coger el leuro:
-Déjamelo
ahí, suelto...
Eso cuando
el asilvestrado gorrilla, con los piños
comidos por la droga, no se pelea con el
uniformado y legal vobi de los pantalones
colorados. La que se formó el otro día en
el antepalco del Betis entre nidistas y
loperistas es nada al lado de la que se
arma aquí todos los días con las peleas
entre los vobis legales y unos gorrillas
invasores que se reparten mafiosamente sus
territorios para cobrar a los que
estacionan un verdadero e impune impuesto
revolucionario.
Todo esto es
resultado de la servidumbre que el barrio
tiene con el Virgen del Rocío. Y por si
fuera poco con el hospital, la (por otra
parte utilísima) clínica del Sagrado
Corazón, que está tomando el barrio como
los rusos Stalingrado en la II Guerra
Mundial: casa por casa. Ya que el
Ayuntamiento no nos hace caso, yo ahora
planto este articulo en forma de pancarta
delante del SAS y de USP, la empresa del
Sagrado Corazón, a ver si los mismos
hospitales que nos trajeron los gorrillas
consiguen que el Ayuntamiento se los lleve
con sus navajas a otra parte.