Cuando
escribo no sé si tras el partido
contra el Bayern Munich han echado
ya a Fabio Capello o no, y si en
el Bernabeu ha habido o no
pañolada contra Calderón. Pase lo
que pase, no me extraña que echen
a Capello. Lo que me extraña, como
aficionado a los toros, es la moda
de la pañolada. Porque ya estoy
avisado, pero cualquier otro
aficionado taurino lerdo en fútbol
que al final de un partido donde
el Real Madrid quede como Cagancho
en Almagro vea los graderíos
flameantes de pañuelos, comentará:
-No
sabía yo que en el fútbol ahora se
pidiera la oreja. Pero el Real
Madrid tampoco ha estado para
oreja, tú, no sé por qué la piden,
si no ha sido ni de vuelta al
ruedo...
En
los toros, los pañuelos piden las
orejas al presidente; en el futbol,
los pañuelos piden las orejas del
presidente. Que se las corten y se
vaya a su casa, desorejado. Quizá
esto sea un triunfo de la medio
ministra de Medio Ambiente, que la
tiene tomada con la Fiesta
Nacional. En el trile habitual del
Gobierno, quizá haya conseguido su
sueño de que los pañuelos pasen de
los toros, con los que hay que
acabar, al fútbol del pan y circo
nacionales.
No
sé, pues, si anoche hubo pañolada
en el Bernabeu. Lo que sí sé,
porque no se habla de otra cosa,
es que el domingo hubo pañolada, y
gorda, en el estadio de Andalucía,
contra el presidente. No fue una
pañolada de papeletas en las
urnas. Fue una pañolada de urnas
vacías. Una pañolada de «a Chaves
lo va a votar su padre, que yo me
quedo en casita». Una pañolada en
forma de abstención clamorosa,
como rechazo por la vía de la
indiferencia y el desdén a un
proyecto de ruptura de España a
base de nacioncitas. Una pañolada
que cambió las tornas de la
Historia. Cuando en 1980 la UCD no
quería dar a Andalucía la
autonomía de pata negra que había
otorgado a Cataluña y Vascongadas,
los andaluces se rebelaron contra
el agravio comparativo, y en otro
referéndum del mes de febrero, el
28-F, fueron a las urnas con tal
entusiasmo que se alcanzó una
participación del 64%. Justo la
cifra que ahora, en otro febrero,
en el 18-F de la pañolada contra
quienes lo convocaron, que fueron
Zapatero y Chaves, ha alcanzado la
abstención: el 64%.
¿Por
qué se cambió la seda del 64% de
participación por el percal del
64% de abstención? Porque en 1980
los andaluces creían ilusionados
que aquella autonomía iba a servir
para algo, a solucionar los
problemas inmediatos. Pero a lo
largo de estos años vieron que la
prosperidad no se alcanzó gracias
a la autonomía, sino por el
estirón económico de Europa y de
España. La autonomía sirvió
mayormente para duplicar
innecesariamente el aparato
burocrático de la Administración,
para disparar el gasto público y
para convertir a Andalucía en
granero de votos y cortijo de
clientelismo intervencionista y
estatalizante del PSOE. No se creó
una ilusionada autonomía peleona
contra el Gobierno central, sino
un régimen plasta y aburridísimo,
el Régimen de Chaves, al servicio
del felipismo antes y del
zapaterismo ahora. Como dicen que
el pueblo andaluz es «viejo y
sabio», se ha olido la tostada, y
ha visto que este Estatuto no
podía ilusionar a nadie. La otra
vez, cuando el 28-F, se hablaba de
problemas inmediatos: del paro, de
los hospitales, de las escuelas.
Ahora, en el triste 18-F de la
pañolada de la abstención, a la
gente le importaba un bledo el
intervencionismo que pretende
Chaves. Lo que preocupa es la
inseguridad, la inmigración, el
paro universitario, la subida del
euríbor, el IPC, la asfixiante
presión fiscal, y, en todo caso,
la ruptura de España ante el
chantaje de los separatistas y los
terroristas. De nada de eso se ha
hablado en una campaña
referendaria que, además, según ha
descubierto Gómez Marín explorando
el Boletín Oficial de la Junta, ha
sido un negociazo para los
partidos andaluces con
representación en el Parlamento de
la Señorita Pepis: «1.580 millones
de pesetas -dice- a repartir entre
los cuatro partidos por gestionar
un desastre sin precedentes». No,
Gómez, con precedente: ¿sabes lo
que ha ocurrido? Pues que al cabo
del tiempo los votantes han hecho
caso al lema de la UCD que
propugnaba Lauren Postigo en 1980
y que, como El Cid, ha ganado
después de muerto: «Andaluz, éste
no es tu referéndum».
No:
es el de Chaves, Zetapé y los que
trincan el parné.