NO
hay nada que me impresione
más que un recital de
dignidad, profesionalidad y
vergüenza. Por eso me voy
derechito a la calle
Sierpes, entro en Casa
Maquedano y me compro un
sombrero con el exclusivo
fin de quitármelo ante el
Loco. Gestos como los de
este hombre son los que te
hacen sentirte orgulloso del
gremio, de su independencia,
de su resistencia ante el
poder, de su insobornable
rectitud, despreciando la
tela marinera y la manteca
colorá.
Lo del Loco ha sido, por
decirlo en dos palabras
ubriqueñas, im-presionante.
¡Qué valentía, qué dureza!
Era lo que se merecía Luis
Fernández, el nuevo
presidente de Televisión
Española, por hacer algo tan
franquista y totalitario
como ejercer la censura. Y
más sobre un auténtico
genio. O sobre dos,
enchampelados en entrevista.
En el recital de dignidad
del Loco me impresionó,
aparte de la dureza y
valentía, su capacidad de
respuesta, inmediata, como
las balas. Nada más recibir
al motorista de la censura
en forma de telefonazo de
los paniaguados del tal
Fernández, qué velocidad,
qué oportunidad para
convocar a la prensa en
inmediata rueda (de
calentitos). Y lo que dijo,
apabullante:
-Señores: esto de que
censuren una entrevista no
ocurría desde tiempos de
Franco, si lo sabré yo... No
se puede ser más sectario ni
más torpe que el señor
Fernández. Porque si no les
hubiera gustado la
entrevista de un genio
entrevistado por otro genio,
lo que tenían que haber
hecho era prohibir que se
emitiese entera y plena,
pero no esto de pegarle el
tijeretazo a mitad de la
emisión. Yo por eso,
señores, pido solemnemente
la dimisión de este tal
Fernández. ¿Se imaginan
ustedes la que hubieran
liado todos mis amiguitos
los progres y los artistas
del «No a la guerra» si
quien me pega el censurazo
llega a ser Urdaci en la TVE
de Aznar?
Los periodistas presentes en
la rueda asentían, jaleaban:
-Sí, señor, eso es.
Y el otro:
-¡Ole ahí el tío, con dos
cojones!
Estaban ya todos
boquiabiertos cuando llegó
lo que de verdad me ha
impresionado, por lo que no
tengo palabras para elogiar
la postura del Loco. Fue
cuando no contento con dar
la cara de esa forma, con
defender de esa manera, tan
valiente y enérgica como
eficaz y clara su postura,
fue y dijo:
-Así que tengo que
anunciarles, señores, que
ante este caso denigrante de
censura yo digo lo que
decimos en tales ocasiones
los que tenemos vergüenza en
este oficio donde hay tanto
trincón y tanto ganapán: «Ea,
señores, ya estoy yo en mi
casa». Las entrevistas en
Televisión Española las va a
hacer Rita la Calentera. Ahí
os quedáis con vuestras
castas todas, pedazos de
sinvergüenzas, que no hay
dinero en el mundo para
comprar mi dignidad y mi
independencia.
Y no contento con esto, El
Loco cogió y publicó en el
diario de sus amiguitos los
progres la valentísima
tribuna de opinión que a
estas horas está
reproduciendo toda la prensa
internacional, intitulada
«Dignidad profesional frente
a censura franquista en
tiempos de Zapatero». ¡Qué
valor tiene este hombre!
Éste sí que merece en la
medalla que se ha ganado a
pulso el distintivo rojo del
mérito de guerra, en la
batalla por la dignidad, por
la independencia, por la
vergüenza torera. ¡Qué forma
de despreciar el dinero, la
fama, la fortuna, la
popularidad, qué honradez al
decir, como dice en esa
tribuna de opinión que «a mí
no hay dinero en el mundo
para comprarme. Pozí.»
¿Y esas declaraciones, sólo
horasmás tarde, en el
programa de Ana Rosa,
destapando toda la basura de
las productoras pata negra
de los amiguetes que se
llevan la tela marinera,
dónde me las dejan? ¡Qué
manera de dar la cara! ¡Qué
poderío de quien tiene el
techo de cristal y puede
permitirse estos lujos! De
quien sabe que la
independencia y la libertad
es lo más valioso para quien
tiene como oficio la
palabra.
Lo dicho: me quito el
sombrero ante el Loco. ¿Que
si el que está loco soy yo,
que me esperaba estas cosas?
No se lo niego. Ahí lleva
razón. Y luego hablan de las
espantás de Curro...