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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Polígrafo sobre el Juana Chaos

EN el hueco de la tarde no hay cadena de televisión que se precie que no tenga su polígrafo o detector de mentiras, hijo o nieto de la Máquina de la Verdad con la que Julián Lago enseñó a España entera a tragarse los bloques de anuncios con resignación cristiana:
-Espere, espere. De eso no me va a responder ahora. A eso me va a contestar...¡después de la publicidad!
En estos programas, un señor con una cara tristísima, con una pinta espantosa de aburrido funcionario de la cuestión, que se ve que no le tiene al asunto afición ninguna y que va allí para ganarse un jornal, aplica los cables de los aparatos de la tensión y los enchufes del electro a quien por ello cobra. Según la tarifa del insultómetro. ¿Que no sabe usted qué es el insultómetro? Muy sencillo: el que aplican las televisiones a los mindundis, ganapanes, pelanduscas de lujo o en cartoné, portacuernos, montajistas y demás gentuza que han convertido en famosos sin causa justificada, que salen mucho en la tele exclusivamente porque salen mucho en la tele, y que se prestan a estas públicas perrerías del polígrafo y lo que haga falta tras trincar la tela. Consiste la tarifa del insultómetro en que según acepten en el contrato que les nombren con mayor o menor intensidad sus castas todas, más o menos dinero se llevan para su casa, así como son menores o mayores sus estipendios si a ellas las acusan o no de haber ejercido la prostitución y a ellos de vivir o no de las viejas ricas.
Gracias al polígrafo, las marías echan la tarde contemplando cómo un señor o señora que no tienen el menor interés dicen la verdad o... son como el presidente del Gobierno. Le enchufan aquello, le ponen los cables, le rodean el pecho con un sensor y le preguntan al tío:
-¿Era un montaje cuando usted dijo que había hecho el amor con el carnero de la Quinta Bandera de la Legión?
Y el otro:
-No, a la que yo le hablaba era a la cabra que tiran desde la torre. Yo soy de ese pueblo, y como se enteraron, por poco me tiran a mí también desde la torre detrás de la jodida cabra...
Y tras la sarta de chorradas en forma de preguntas, en las que al compareciente trincante lo llaman de todo y por su orden, sale la voz campanuda del locutor, que resume:
-A la pregunta de... ¿Ha hecho el amor con el carnero de la Quinta Bandera de la Legión? Ha respondido que no. Y el polígrafo determina que...
Y salta el tío del polígrafo, con una cara de triste como si se hubiera tragado los cables, y tras dejar un silencio la mar de laaaaaaaaaaaargo para dar interés, suelta, muy entrecortadito y picadito:
-Que dice la verdad...
Y así todo. Dinero y tiempo perdidos. A lo que de verdad tenían que aplicar el polígrafo no era a las pelanduscas famosas porque un torero les hizo una barriga, ni a los maromos enamoradores de viejas pellejas o puretonas calentonas, sino a los políticos, a los presidentes de los bancos, a la Comisión Nacional de Valores, al fiscal del Estado. A Pepiño Blanco. A Rubalcaba. O ponerlos a pares. ¿Se imaginan a Esperanza Aguirre y a Gallardón con los cables del polígrafo puestos al alimón, a ver quién los funde antes diciendo mentiras sobre el otro? Ahí sí que de verdad el polígrafo sería un invento de utilidad nacional. Eso sí que de verdad subiría la audiencia de las cadenas de televisión. Que le enchufaran los cables, le pusieran los manguitos y le preguntaran a bocajarro, ¿qué digo yo?, a Zapatero, y que luego dijera el locutor, mientras el tío del chisme pone la cara de estaca antes de contestar:
-A la pregunta de... «¿Entra el traslado del asesino Juana Chaos a las Vascongadas dentro de lo que ha pactado usted vergonzantemente con la ETA por debajo de la mesa para la rendición de España ante los terroristas?» Ha respondido que no, que de eso tiene la culpa el PP. Y el polígrafo determina que...
-¡Fueeeeeego! ¡Un extintor! ¡Que vengan los bomberos!
El polígrafo no está preparado para esta triste España increíble del No Passsssa Nada.

 

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