No
conocí aquel Estado Mayor del Aire en la calle
San Vicente donde Lecea, capitán general de
Aviación, puso una corte humanística que ni la
Casa de Pilatos cuando el Marqués de Tarifa.
Lecea protegió a artistas, cantaores, toreros,
pintores, escultores, que hicieron la mili
como voluntarios de Aviación,
enchufados del generoso general, al que
todavía le están agradecidas las sonantas y
los pinceles. Pero sí viví, con toda su
gracia, la heredera de aquella Aviación genial
y sevillanísima: la Tablada del teniente
general Paco Mira. Así, Paco, sin vuecencia,
era nuestro querido aviador, que ha despegado,
ay, en el último vuelo de «la gloria infinita
de ser español». «Teniente general Paco Mira»
era la marcha que le dedicó Jorge M. Gómez,
director de la música de Tablada que él
reconstruyó con tanta ilusión, en homenaje a
Sevilla, pues comprendió de tal modo a la
ciudad que supo que la Virgen de Loreto no
podía salir el Viernes Santo sin su banda de
Aviación tras el palio.
Paco Mira llegó
a Sevilla como jefe del Mando Aéreo del
Estrecho tras haber dirigido honrosamente
nuestra Aviación en la guerra del Golfo.
Cuando nos lo presentó Maribel Moreno de la
Cova esperábamos encontrar un aviador hosco
con cara de haberse tragado el F-18. Hallamos
un tío abierto, simpático, constitucional y
liberal, lealísimo a Sierra Maik, como llamaba
al Rey. Paco Mira cayó en Sevilla de pie,
porque moría con nuestras costumbres, con
nuestra forma de ser. Tan encantado estaba con
nuestras cosas, que un día me dijo:
-Esto vuestro de
Sevilla es como lo del País Vasco... pero en
plan simpático.
De la mano del
recordado Coronel Cariñanos, que le llevó a
todo el artisteo que operaba gratis en su
consulta, Paco Mira abrió Tablada a los
flamencos, a los gitanitos, a los pintores, a
los toreros. Al arte. Cuando te hablaba de
Lele, no era Álvarez Colunga: era El Lele, un
flamenquito amigo suyo. Abrió Tablada no sólo
al artisteo, sino a Sevilla entera. El
Ejército del Aire volvió a ser lo que fue en
tiempos de Lecea. Para Paco Mira siempre era
jornada de puertas abiertas en Tablada, en la
ayuda que hiciera falta para las necesidades
de Sevilla. Y con un sentido del humor como de
aquí, aun nacido en Alcoy. Tierra alicantina a
la que no renunciaba. En los vínculos de
Tablada con el Rocío de Triana, fueron a
pedirle la banda de Aviación para la salida de
las carretas. Les dijo:
-La banda desde
luego que va. Pero con una condición: tiene
que tocar «Paquito el Chocolatero».
Y camino del
Patrocinio, tras el Simpecado, sonó el
pasodoble de moros y cristianos del tocayo y
paisano chocolatero de Mira. Quien le gastó
una broma sevillanísima a su colega el capitán
general de Tierra, Agustín Muñoz-Grandes, la
mañana del Pregón. Iban ya a salir las
primeras autoridades al escenario del
Maestranza para presidir el acto, y cuando
iban a tomar asiento, musitó Mira a Muñoz
Grandes en voz baja:
-Cuidado,
Agustín, llevas la bragueta abierta...
Ya ante el
público, Muñoz-Grandes no pudo abrocharse. Y
se llevó el pobre todo el pregón azorado,
preocupadísimo, no sabiendo cómo sentarse para
que por la supuesta bragueta abierta no se le
fuera a salir el pájaro de la Marcha de
Infantes. Cuando aquello acabó, sudando de
apuros, el caballerazo de Muñoz Grande
comprobó que...¡llevaba la portañuela
perfectamente cerrada! Había sido una broma
cruel y como antigua del guasón Paco Mira. Lo
quería matar. Como Paco Mira era tan militar y
tan aviador que hasta sabía disimularlo, en la
imagen tan cercana y querida de las Fuerzas
Armadas que daba, le dije un día al Rey,
cuando me preguntó cómo le iba en Sevilla a su
querido Paco Mira:
-Señor, no creo
que Paco Mira sea militar. Yo creo que es un
objetor de conciencia viejorro, que como está
muy enchufado con Vuestra Majestad, lo ha
mandado a Tablada para que haga la prestación
social sustitutoria como capitán general del
Aire.
Que las «alas
gloriosas de España», querido Paco Mira, te
hayan llevado al cielo de la Virgen de Loreto
en el que ya ondea para siempre la bandera
rojigualda de Tablada que quisiste te cubriera
en tu último vuelo.