ORTEGA
Cano en la arena, yo a Cartagena le digo
«¡viva!»... Perdón, que me he metido en
contraflecha. Eso no es el comienzo de este
artículo, sino el arranque del pasodoble que le
escribí a Rocío Jurado para que se lo cantara a
José. Así que apaguemos y reiniciemos, como se
hace cuando se changa el ordenador, a ver si ahora
tira.
¡Ahora! Ortega Cano
ha reaparecido en ese pueblo extremeño que tiene
nombre de comisario honrado de la Expo del 92,
Olivenza. Y en su vuelta a los ruedos por poco
tienen que lidiar toros del hierro de Noé:
diluviaba la universal. Y de todas las
televisiones que lo daban y comentaban, más por el
corazoneo del tomateo que por el toreo, no había
una que no dijera:
-Lástima, que ha
fallado la climatología.
Y la otra: «Ortega
ha triunfado, a pesar de la climatología adversa».
Y todo así: climatología para arriba y
climatología para abajo. Mal tiempo, en ninguna
TV. En cuanto caen cuatro gotas, ¡hala!, sale la
climatología, como los caracoles sacan los cuernos
al sol cuando escampa y aclara. Cuando la nieve
bloquea las carreteras y los coches se quedan como
Juanita Reina en la callejuela sin salía, ni
palante, ni patrás, ea, todo el mundo hablando de
la climatología. Y en el verano, cuando vienen las
calores que tienen que venir, y hace los 42 grados
a la sombra que tiene que hacer, los de Alfredo
Álvarez Pickman al volver a Sevilla desde San
Sebastián en pleno agosto:
-Alfredo, ¿y ahora
te vas a ir a Sevilla, si allí hace 42 grados a la
sombra?
-¿Y quién te ha
dicho a ti que yo voy a ir por la sombra en
Sevilla?
Cuando hace esos 42
grados en los que el elegante aficionado práctico
Álvarez Pickman no iba por la sombra, hablan de la
climatología. Y cada vez menos se habla del buen
tiempo o del mal tiempo. Ahora al buen tiempo lo
llaman «tranquilo», ¡la leche que mamaron los
meteorólogos! Al paso que vamos, por la
televisión, con el mapa de las isobaras a la
espalda, va a tener que salir el Hombre del Clima,
no el Hombre del Tiempo. Esta época de tonterías y
desgracias de la preciosa lengua castellana por
culpa de los planes de enseñanza y de la burricia
ambiente está prodigando hasta extremos
preocupantes la confusión de las palabras. Cada
vez es más normal que digan «condiciones
climatológicas» cuando quieren referirse al
«tiempo». Y que hablen de «la climatología». De la
chorrada de «la climatología adversa», cuando
quieren decir mal tiempo.
-¿Has visto qué
climatología adversa tenemos?
-Tú lo que quieres
decir es que hace muy mal tiempo, oé.
Tanto se está
olvidando que «tiempo» son las condiciones
meteorológicas de una fecha y un lugar
determinados, y que «clima» es el conjunto de esas
condiciones meteorológicas que a lo largo de los
años caracterizan a una región, que dentro de
nada, cuando nos llame por teléfono desde fuera
uno que va a venir a vernos, nos preguntará:
-¿Teneís buen clima
ahí?
Y cuando digamos:
-Pues tenemos un
clima continental, que le dicen: en verano un
calor de car...¡quillo! y en invierno un frío que
te cag..¡quillo!
Nos responderá:
-No, no, yo no me
refería a eso, sino si tenéis ahí hoy buen clima.
Si tengo que llevarme el chaquetón o basta con la
rebequita...
-¡Tú lo que estás
preguntando es si hace buen tiempo, so imbécil!
Colijo que esto debe
de ser el famoso cambio climático, del que tanto
hablan. Este es el peor cambio climático: el
gramatical. El más triste cambio climático no es
el que deja los pantanos más secos que el ojo de
un tuerto y luego, cuando el agua dice «aquí estoy
yo», los bomberos nos tienen que sacar en barca.
El más nocivo cambio climático es el de ese mote
de «la climatología» que se han empeñado en
ponerle al buen tiempo o al mal tiempo. Como que
estoy viendo a los de las cofradías llamando a
Meteorología para saber si el Domingo de Ramos va
a haber climatología adversa o va a haber un
tiempo tranquilo...