Con ocasión de
las
"Memorias de la vieja dama"
me hacen generosamente una entrevista los
compañeros de «El Cabildo», el diario cuaresmal
que entregan con el periódico de la razonable
competencia. Me preguntan: «Bajo su punto de
vista, ¿hacen falta muchos hermanos mayores para
renovar las cofradías? ¿Qué renovaría usted?» Y
les digo:
-Renovaría los sentidos de las
medidas, en todos los aspectos, volviéndolos a lo
clásico. Más que varas doradas, la Semana Santa
necesita varas de plata para medir los cánones que
perdimos, que son como los cielos que perdimos,
pero sin Joaquín Romero Murube.
Como Sevilla es como las siete y
media, que te pasas o no llegas, quizá me quedé
corto. ¿Por qué quedarse sólo en el ámbito
cofradiero? Sí, ya sé, las cofradías y la plaza de
los toros son los dos grandes espejos en que
Sevilla se mira y se muestra a los demás. Para
comprender a Sevilla hay que conocer muy bien el
mundo de las cofradías y la sociología y estética
de la plaza de los toros. En la plaza de los
toros, por fortuna, oreja de más, oreja de menos,
el canon del sevillano sentido de la medida se
mantiene. El canon del silencio, el canon del
atuendo ceremonial en las corridas de Feria, el
canon del respeto a los toreros...
En las cofradías se mantiene el
canon en cuanto a la religiosidad y estética del
cortejo procesional en sí: en los pasos, en su
adorno, que cada vez incluso tira más a clásico.
Se mantiene perfectamente el canon en lo que lo
miras para rezarle y está exactamente igual que lo
vieron tus padres y tus abuelos: los hachones del
paso del Crucificado, la cara de la Virgen, el
mantolín del San Juan, la cera fundida, los
respiraderos, el pañuelo de encajes, el bamboleo
de las bambalinas... Lo que pasa, el paso, es
paradójicamente lo que permanece, y Heráclito a
tomar viento. Te puedes bañar dos veces en el
mismo río viendo a La Estrella por el puente, un
poner. En el mismo río de la salida de 1932; en el
mismo río de Pepe Sánchez Dubé como diputado de
cruz, ganándose la Laureada de Santa Ana al ser el
primer nazareno de Triana que cruza la puente y
pone el pie en Sevilla con La Estrella Valiente.
Pero todo lo que no es el paso ha cambiado de
proporciones: el número de nazarenos, qué pesadez
de tantísimo nazareno; el número de cofradías; lo
que las bandas tocan; cómo andan los palios y los
barcos...
Mas exculpo la generalizada pérdida
de canon en las cofradías, tan necesitadas de
varas de plata que les devuelvan el sentido de la
medida y tan sobradas de vanidosas varas doradas
de protagonismo y emulación. Al fin y al cabo, las
cofradías son un reflejo de Sevilla. Y la ciudad
toda, con su Ayuntamiento, sus empresarios, sus
clases dominantes, sus partidos mayoritarios y sus
«lobbies» a la cabeza, hace ya mucho tiempo que
perdió el canon, su clásico sentido de la medida.
Hasta los papeles diría yo que ha perdido. En esta
Sevilla con los papelitos perdíos, ¿cómo vamos a
exigir sentido de la medida en el número de
papeletas de sitio o en la nómina del Cabildo de
Toma de Horas y de toma por saco, so rancio?
Sí, son tiempos de prosperidad, de
abundancia, de exceso. Tiempos del «que no farte
de ná». Sevilla está que se sale. Y al salirse,
pisa la segunda raya de picadores y se produce lo
que aquí nunca tuvo cobijo: la desmedida. El
«horror vacui» del Barroco que todo lo llena es
una cosa, y otra muy distinta la masificación cani
de la degradación y el envilecimiento acatetado y
hortera de una ciudad a la que caracterizaba el
buen gusto, el equilibrio, la mesura.
Valga un ejemplo, fuera de las
cofradías: la estética de las calles. Patrocinado
por la Cámara de Comercio, el tenaz Nicolás Salas
ha publicado su admirable estudio «Sierpes
Universal», con la historia, la leyenda, la
iconografía, la literatura, los casinos, los
comercios y los personajes de la calle. Aquella
Sierpes era el canon de una ciudad con sentido de
la medida. Así cualquiera escribe un libro sobre
una calle, Nicolás... ¡A lo que hay que echarle
dos co...nocimientos es a escribir un libro sobre
el mamarracho de «avenida ceremonial» que acaba de
abrirse ante la Catedral! Que no es ya la Avenida
de la Constitución. Es la Avenida de la
Desproporción de esta Sevilla de los cánones que
perdimos.