Yo
hasta ahora en Sevilla nada más que conocía un
metro de papel: las cintas métricas de papel que
profusamente están a disposición de los clientes
en el Leroy Merlin del Polígono El Manchón. Los
dependientes del Leroy estaban hartos de que los
que van a por gomas negras para el riego por
aspersión de la parcelita les pidieran cada dos
por tres un metro para medir aquello...
-Pare usted el
carro...
-¿Cómo que pare el
carro?
-Sí, que ha dicho
usted que los dependientes del Leroy, y debe de
ser usted un tío con suerte. ¿De verdad que ha
podido usted hablar alguna vez con un dependiente
en el Leroy Merlin? ¿De verdad que ha encontrado
un dependiente en el Leroy? ¡Qué suerte!
Pues tiene usted
razón, señora. Fui una vez a comprar una mampara
de baño para mi apartamento-palacio de
Matalascañas, y aún estoy buscando a un
dependiente. El «por allí jumea» de las cuatro
esquinas es nada al lado del juego de encontrar un
dependiente a quien preguntar algo en una gran
superficie. Vas a información, preguntas a la niña
dónde está el dependiente de las mamparas y te
dice que busques por fontanería. Y cuando hallas
por fin al tío de azul en fontanería y le vas a
preguntar lo de la mampara, te responde:
-No, yo soy de
jardinería, el encargado de saneamiento tiene que
estar por allí, por la grifería...
Claro que hay un
ejercicio más difícil todavía: encontrar un
dependiente a quien preguntar algo en Carrefour o
en Alcampo. Aparte de eso de que en los
hipermercados cambian las mercancías de sitio cada
semana, para que te partas los cuernos buscando
dónde puñetas han puesto ahora el papel de cocina,
si quieres preguntar algo a alguien tienes que
andar más que el diputado de cruz de la cofradía
del Polígono cuando venga a La Campana. Y cuando
por fin te encuentras al tío, te acercas y le vas
a preguntar, te responde con muy malas pulgas:
-No, eso busque
usted a un dependiente. Yo no soy de aquí, yo
vengo a reponer el pan Bimbo...
Para evitar todo
esto, venía diciendo, en Leroy inventaron el metro
de papel. Coges tu cinta métrica de papel, mides
lo que tengas que medir, y si te vi, no me
acuerdo.
Tengo que
preguntarle a Felisa su mujer, cuya mano beso, si
el alcalde es muy aficionado al bricolaje y si
visita mucho el Leroy Merlín, como me sospecho. No
sólo porque haya llenado la calle San Fernando y
la Alameda de farolas modelo Leroy Merlín, sino
porque Don Alfredo le ha copiado al Leroy lo del
metro de papel. El alcalde ha cogido y al metro de
papel del Leroy Merlín le ha puesto mayúscula: el
Metro de papel. Y como estamos en campaña
electoral y Don Zoido y Don Villar vienen
arreando, ha tirado de presupuesto municipal y
puesto en todos los periódicos gratuitos un
envoltorio publicitario de cuatro planas, por
delante de las portadas, con el título de «Mi
barrio importa». Donde explica en qué se han
gastado 100 millones de euros en los susodichos
barrios. Y en cuya contraportada, ¡hala!, como si
fuera realidad, viene el plano del Metro de papel.
Un plano de Metro que lo ves y te crees que esto
es Londres. Con sus líneas pintadas en colores
distintos, con sus intercambiadores y su canesú,
con sus enlaces con el Cercanías. Una maravilla.
Si fuera verdad. Hasta cuatro líneas tiene la
engañifa propagandística y manipuladora del Metro
de papel, cuando ni siquiera la Línea 1 está
terminada.
Ves aquello y te
crees en el mejor de los mundos. Mapa del Metro de
papel en mano, coges de la Línea 4 en la estación
Manuel del Valle (que también hay que echarle
cojones para ponerle Manuel del Valle a una
estación), lo sueltas en Mayo, transbordas allí a
la Línea 1, hasta Prado, donde tomas la Línea 3,
que te deja en Reina Mercedes, y en quince minutos
llegas desde Miraflores a Reina Mercedes.
De mentirijillas,
claro. El caso más desvergonzado de publicidad
engañosa que en mi vida he visto yo. ¡Hombre, así
cualquiera, alcalde! Puestos a jugar a las casitas
con el Metro de papel, así también me hago yo un
certificado diciendo que mido 1,98 y exijo que me
fiche el Caja San Fernando...