El
Ave viene desde Madrid en doble composición. Trae
tantos vagones, con lleno hasta la bandera del
jefe de estación, que, como venimos en los de
cola, cuando echamos pie a tierra en Santa
Justa caemos cerca de San Jerónimo. Y eso, sin
exagerar. Enrique Barrero, el presidente del
Ateneo, que baja por la misma puerta del vagón, al
ver dónde hemos caído, saca el humor ultraísta
marca de la (docta) casa, marca Adriano del Valle,
y nos comenta:
-Ea, pues ahora es
como si viniéramos andando desde Córdoba...
Aunque se tengan que
pegar una caminata que ni los lunes de San
Nicolás, les recomiendo que cuando vuelvan a
Sevilla tras hacer un mandado en Madrid, tomen un
Ave de los que llegan al atardecer. Y asegúrense
de que sea en doble composición. Y pida billete
del vagón más de cola que tengan. De capa, no: de
cola. De esta forma, cuando el tren llegue a Santa
Justa, su vagón de usted se detendrá no en la
modernidad modelo Expo bajo la cubierta de la
estación de los Monchis, que pone en penumbra el
día más soleado y luminoso de Sevilla, sino al
viejo aire libre, como en un recuerdo de Plaza de
Armas. El tren le dejará como en la vieja
Barqueta, en un atardecer de Puerta de San Juan,
de Los Humeros. En una luz lírica como del
horizonte de un poema de Rafael Montesinos. Desde
ese final descubierto del largo andén, fuera de la
cúpula de la estación, en el atardecer sevillano
se tienen que escuchar campanas que sabemos dónde:
por San Roque, por San Benito...
Barrero me comenta
la caminata desde Córdoba, y le digo:
-Pero, ¿y este
sonido, Enrique? ¿No se merece este sonido todas
las caminatas del mundo?
El sonido era algo
tan íntimamente sevillano como el de los primeros
vencejos. Como hay que inventar hasta en la
tradición, he decidido sustituir cada año el
articulo ritual del primer naranjo en flor por la
presente crónica del primer vencejo. Fuimos tan
afortunados el presidente del Ateneo y el guardia
que suscribe y que levanta esta solemne acta, que
como sabía que habíamos ido a Madrid a algo tan
sevillano como hacer un mandado, la ciudad nos
recibió en Santa Justa formándonos la guardia con
el primer vencejo. Y tras el primero, dos o tres
compadres suyos, llenos de vida, chirriando los
railes de la tarde, trayéndonos un sonido de
espadañas y de albero, de esquinas con capirotes y
de primeros cirios que enciende un diputado de
tramo. Ni a Julio César cuando vino a cercar
Sevilla «con muros y torres altas» lo recibió la
ciudad con un comité de bienvenida como el que nos
dispensó a Enrique Barrero y a este escribiente de
ustedes, la otra tarde en Santa Justa.
Los Monchis tenían
que haber hecho la estación de Santa Justa
descapotable. Es un crimen de lesa estética que
los viajeros lleguen a Sevilla, a la claridad de
Sevilla, a la luz de Sevilla, por uno de los dos
sitios más oscuros del mundo, a saber y a padecer:
por la estación de Santa Justa o por el aeropuerto
de San Pablo. Llegas a Londres y te encuentras más
luz, pero bastante más, que en el aeropuerto o en
la estación, que en San Pablo o en Santa Justa,
que en el oscurísimo santoral completo de las
comunicaciones aeroterrestres de Sevilla. Si los
Monchis hubieran hecho descapotable Santa Justa y
si Moneo hubiera aplicado el «luz, más luz» de
Goethe a San Pablo, el viajero, nada más llegar,
sabría que estaba aquí por la claridad de Sevilla,
por el sonido de los vencejos de la primavera, por
la fragancia de los naranjos en flor. Ahora llegas
a tanta oscuridad de la modernidad y tienes que
hacer grandes esfuerzos para creerte que estás en
Sevilla.
Y si así fuera, como
ahora ocurre con la suerte de llegar en los
últimos vagones del Ave en doble composición, no
haría falta oficina de información turística
alguna, ni más plano o guía de Sevilla. La luz y
los vencejos le dirían al viajero que llega: «Ya
está usted en Sevilla; este es el espectáculo de
luz y sonido de Sevilla». ¿Qué ciudad del mundo te
recibe con el sonido de los vencejos, con la luz
rosácea de la tarde que va cayendo, cuando el sol
es una pieza de oro del tesoro del Carambolo que
por la Cuesta de Castilleja se está marchando
camino del poniente malva de Juan Ramón?