Quieren
que Juan Pablo II tenga en Sevilla avenida y
monumento. Punto en el que el querido Papa de la
canonización de Sor Ángela...
- Me encanta que a
Santa Ángela de la Cruz le diga usted Sor
Ángela, que es como los sevillanos la seguimos
llamando.
Entre otras cosas,
porque el Papa no hizo sino confirmar lo que los
sevillanos ya sabíamos; que era santa de toda
santidad. El Papa confirmó la santidad de Sor
Ángela como el cardenal confirma a los chavales:
Sevilla ya la había sacado de pila como santa.
Papa que, como decía, si tiene avenida y
monumento, saldrá mejor parado que el Cardenal
Segura, que siendo lo que fue en Sevilla,
habiéndonos legado la difusión de la devoción y
patronazgo de la Virgen de los Reyes sobre la
archidiócesis, habiendo promovido la
construcción del Cerro de los Sagrados
Corazones, es el único purpurado hispalense que
no tiene ni un mal callejón. Hasta Sanz y Fores,
del que no se acuerda nadie, tiene su calle
junto a Palacio. Y nada digo de Lluch, de
Spínola, de Ilundain. Hasta el azulón Bueno
Monreal, el que puso Franco para fastidiar al
monárquico Segura, tiene una avenida casi más
larga que la de Manolito del Valle, que ya es
decir.
Juan Pablo II, el
reincidente turista pastoral en Sevilla, el de
las Sevillanas del Adiós en el órgano de Maese
Ayarra, el que nos habló desde un balcón de la
Giralda, tiene su avenida en Tablada, junto al
campo de Feria. Por la contradicción (sevillana
tenía que ser) de que ha sido en toda la
Historia de la Iglesia el único Papa que ha
hablado al mundo desde la Calle del Infierno.
Donde Rafael Manzano montó el barroco altar,
como una portada de Feria para la fiesta de la
beatificación de Sor Ángela. Y quieren ponerle
ahora a Juan Pablo II un monumento. ¿Otro
monumento, hijos? Es que no paráis ni para
almorzar, que jartibilidad de estatuitas, oé. Lo
quieren en la esquina de la Catedral, donde el
solemne magnolio cernudiano. Esquina que ya
tiene tradición de monumentos. Allí pusieron a
Martínez Montañés cuando lo quitaron del
Salvador para que pudieran aparcar los coches.
Cuando Sevilla sí que era realmente la ciudad de
las personas, que podías llegar en coche
directamente hasta las gambas a la plancha en La
Alicantina de Manolo Postigo. Jesús Martín
Cartaya tiene en su archivo las fotos del
traslado del desahuciado Montañés desde El
Salvador allí... ¡en un motocarro! Tal como
suena. Y Luis Carlos Peris ha recordado la
coplilla que con música de una chirigota de Paco
Alba cantaban El Gran Simón, Manolito Rubio, El
Gringo y Gutiérrez: «A Martínez Montañés/ del
Salvador lo han quitao,/y frente a los meaeros/que
hay en Correos/lo han colocao».
Allí, quieren
colocar al Juan Pablo II de la escultura de
Miñarro. Un Papa con todos sus avíos, que a la
escultura no le falta un perejil. Delante del
magnolio. Y hay unos bárbaros catetos que
quieren talar el magnolio. Para poner a Montañés
no tuvieron que cortar magnolio alguno. No
vayamos a quedarnos sin el magnolio de la
esquina del Alfolí por culpa del Papa. Juan
Pablo II, que era hombre de paladar, se llevará
un gran disgusto si se entera en el balconcillo
de la Giralda del cielo que, tomándolo como
pretexto, han talado un magnolio monumental.
Como si no hubieran talado suficientes árboles
en la Avenida para que ahora, encima, corten el
magnolio. Y como si no le hubieran hecho ya
perrerías suficientes a la Avenida, con las
candelarias y con tanto mamarracho de tranvía
como para perpetrarle ahora un hortera papazo de
bronce.
Cuando el propio
magnolio sería el mejor monumento, con sus
flores que en mayo son blancas y en julio
amarillecen: la bandera pontificia. Más que la
estatua, en esta Sevilla que estamos llenando de
horrorosos muñequitos de Lladró en forma de
monumentos, con las calles convertidas en un
mueble-bar, y en la que corremos el riesgo de
que nos hagan de la Avenida un segundo Paseo
Colón de figuritas que colocan los figurones
para figuronear ellos. ¿Qué mejor monumento que
el magnolio? Bastaría colocarle un mármol: «Este
magnolio ha sido indultado en memoria y homenaje
a Juan Pablo II». Pues al paso que vamos, al que
vamos a tener que cantarle las Sevillanas del
Adiós es al magnolio. Yo, la verdad, cambio Papa
por magnolio. ¡Ya está bien de tanto
monumentito!