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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un Sarkozy para Sevilla

HAY días en que uno quiere ser otra cosa. Hoy es uno de ellos. Hoy yo quisiera ser francés, sivuplé. Le tengo envidia cochina a los franceses. Bueno, a los franceses, a los alemanes, a los ingleses. ¿Por qué los alemanes pueden tener una Merkel, los ingleses pueden tener un Blair, los franceses pueden tener ahora un Sarkozy y nosotros tenemos que aguantarnos con un Zapatero y, encima y por si fuera poco, con un Monteseirín? Si ZP está destruyendo España, Monteseirín se está cargando a Sevilla, la esencia de Sevilla, y hasta que no la ponga igualita, igualita que Düsseldorf, no va a parar.
En vez de traernos arquitectos extranjeros para que hagan rascacielos en un cielo de Sevilla al que no le pica nada, ¿por qué no importamos mejor un presidente del Gobierno y un alcalde en condiciones? Yo repetiría la Operación Olavide: uno de los mejores alcaldes que tuvo Sevilla fue Pablo de Olavide, el limeño, el que tiene nombre de Universidad, que se lo trajo Carlos III desde el Perú. ¡Qué tiempos aquellos en que los peruanos que venían a Sevilla de alcaldes, y no para tocar la flauta con un poncho en la calle Tetuán! Y digo yo: en vez de gastarnos millones para que Sevilla se parezca a sí misma lo menos posible, ¿por qué no fichamos mejor un buen alcalde? ¿No hacen fichajes los clubes de fútbol? ¿Por qué no ha de hacerlos la ciudad? Por mucho dinero que nos cueste, un poner, un alcalde alemán, un alcalde francés, un Sarkozy para aquí, siempre será menos que el Don Alfredo tira y derrocha en tranvías llamados chapuza, en carriles bici, en farolas de «¿pero qué es esto, Dios mío de mi alma?», en peatonalizaciones y en tócame los que riman.
Lo que más me gusta de los franceses es que ha llegado Sarkozy, ha mandado parar y la gente se ha quedado encantada. Sarkozy se ha presentado como lo que es: como una persona de orden y de principios; que no transige ni esto con las minorías radicalizadas; que es de derechas, no lo oculta, y lo proclama orgulloso; que dice que lo de Mayo del 68 fue una locura que hay que olvidar; y que lo que se necesita para gobernar es sentido común, equilibrio, esquema de valores. En Francia no han tenido que padecer una derecha vergonzante que oculta lo que es y que no hace más que transigir y hocicar, disfrazándose de centro como al metro lo disfrazan de tranvía.
A mí me gustaría que el candidato conservador a la alcaldía hubiera traído sin tapujos un programa así como el de Sarkozy. Que hubiera dicho: «Señores, vamos a dejarnos de chorradas, de moderneces y de chantajes de los comunistas de IU con las tonterías del ecologismo y de la bicicletita. Sevilla necesita escobas, y guardias, y aparcamientos, y autoridad, y calles por las que se pueda circular sin atascos, y un centro donde puedan entrar en transporte público las personas mayores que van al Cortinglés y los residentes que vuelven con las bolsas del Carrefour. Señores, que esto es muy serio: vamos a dejarnos de Tren Playero de La Gallina Turuleta; vamos a exigir a la Junta todo lo que Sevilla necesita como capital de Andalucía que es; y vamos a mirar por la peseta, que no lo regalan».
En lugar de esto, siento decir que Don Zoido, que podría ser nuestro Sarkozy revulsivo, se empeña en participar en el Campeonato de Chorradas que es hoy por hoy el Ayuntamiento. ¿Que el alcalde hace del derroche del Tranvía del Guinness Book, el más caro del mundo, como escribía ayer Alvaro Ybarra, y además el más corto del mundo? Pues Don Zoido propone. ¡toma ya!, el «Busquivir», el transporte fluvial con catamaranes. (¿Dónde tengo yo que coger el «Busquivir» en Bami para ir a los toros, Don Zoido?) ¿Que el alcalde peatonaliza Sevilla, no deja un aparcamiento vivo, estrecha las calles con el carril bici y los atascos del Aljarafe llegan a Huévar? Pues Don Zoido propone el teleférico, ¡toma ya! Lo malo es que mientras las chorradas de Don Zoido nunca se harán, las de Don Monteseirín ya están hechas: 80 millones de euros nos ha costado el tranvía, 24 el carril bici. Sarkozy ha triunfado porque ha roto con Mayo del 68. Ojalá viniera a Sevilla un Sarkozy que rompiera con el 92, con la destrucciòn de Sevilla que padecemos desde la Expo y nos dijera: «Señores, yo soy de derechas, ¿pasa algo? Y voy a acabar de un plumazo con todas estas locuras, para conseguir sencillamente que Sevilla se parezca a Sevilla, que además es lo que vienen buscando los turistas.»

 

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