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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Locos por Santa Rufina

SI la campaña electoral fue un campeonato de chorradas, a ver qué candidato proponía una idea más descabellada, que si el autobús fluvial, que si el teleférico desde Tomares (o tomases por saco), las locuras no han cesado tras el arrollador triunfo de Don Alfredo como la segunda lista más votada. (El Ayuntamiento es el reino de los cielos: los últimos serán los primeros.) Siempre en la tradición del «fagamos una obra tal que los siglos venideros nos tomen por gilipollas», abren una cuestación y hacen una vaquita para que compremos entre todos el cuadro de «Santa Rufina» de Velázquez (esquina a José de Velilla, donde los boquerones en adobo huelen que alimentan).
Comprar con suscripción popular un cuadro carísimo que no nos hace ninguna falta me hace pensar en los pueblos donde organizan rifas y cuestaciones para que un pobre niño enfermo sea operado en Estados Unidos. En esos casos siempre me pregunto: ¿por qué no lo paga el Seguro? Y si el Seguro no puede, ¿por qué no se habla con ese cirujano maravilloso, para que lo opere gratis y no se haga más rico todavía a costa de una pobre familia de pueblo? Y pienso en el casoplón que el médico americano famosísimo que va a operar al pobrecito niño. se acabará comprando en las Bahamas a costa de las desgracias ajenas. Lo de «Santa Rufina» es igual. ¿Por qué vamos los sevillanos a tener que poner nuestro dinero para que un señor particular haga el negocio del siglo, y Sotheby´s se lleve la morterá? ¿Usted sabe a cuánto sale a subasta el cuadrito dichoso? Pues entre 9 y 12 millones de euros: entre 1.500 y 2.000 millones de pesetas. Una locura.
-Bueno, el cuadro cuesta menos que el Carril Bici, que es una locura mayor todavía...
Pero con la de cosas que quedan por hacer en el maltratado, agraviado, destruido, despreciado y degradado patrimonio monumental, ¿cómo nos vamos a gastar 1.500 millones de pesetas en un cuadrito sin el que Sevilla ha vivido hasta ahora perfectamente? Como pasar el pañuelo le salió bien a Joaquín Moeckel con El Salvador, se ha puesto de moda la cuestación, la hucha, una perrita para la cruz de mayo de las restauraciones. A pesar de lo amiguito que es Amigo de los sociatas de la Junta y del Ayuntamiento (que hasta les echa un capote defendiendo el laicismo, óle tus mitras), el Arzobispado pone por la radio unos anuncios pidiendo dinero para restaurar Santa Catalina que los oyes y se te cae el alma a los pies. En Santa Ana, siendo la Catedral de Triana, ya ven: cuestación pública para restaurar el retablo mayor de Pedro de Campaña. Y siga usted poniendo necesidades del abandonado patrimonio que debemos pagar entre todos, mientras Gobierno, Junta y Ayuntamiento tiran nuestro dinero en tonterías y locuras.
Mejor que gastarnos ese dineral en un cuadrito que no está en Sevilla y no pasa nada, ¿no sería mejor, por ejemplo, poner de dulce Santa Catalina y dejar reluciente el retablo de Santa Ana? Pues nada. Hasta van a sacar carteles pidiendo que aflojemos el dinero para Santa Rufina. Esto será el habitual campeonato de locuras hasta el 4 de julio, en que alguien se hará rico potrico en Sotheby´s a costa del cuadrito dichoso. Locura que llega a un señor tan sensato como el delegado municipal de Cultura, Juan Carlos Marset, quien quiere crear el Compracuadros Club de Fútbol: «Si hubiera 100.000 socios que renovaran todos los años su abono y pusieran unos 100 euros, podríamos comprar un Velázquez cada dos o tres años». ¡Toma, y si mi prima tuviera dos testículos sería mi primo!
Por todo lo cual propongo que, vale, aceptamos cuestación como animal doméstico para recuperar el patrimonio. Pero voy más lejos que los rufinianos, hablando de recuperaciones: ¿por qué no abrimos una suscripción popular para pagar entre todos la supresión del tranvía, el derribo de las catetarias, el arranque de la piel sensible en La Alfalfa, la voladura de los parasoles de La Encarnación y la sustitución del carril bici por aparcamientos, a fin de que Sevilla vuelva a ser Sevilla? Tanto dinero no costaría dejarlo todo como siempre debió estar. Y a Santa Rufina, pues que la saquen los canónigos en procesión, ya que tanto les gusta jugar a los pasitos de la cruz de mayo con los santos patronos.

 

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