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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El esmoquin de Don Guillermo

ESPERO no llegar al humo de las 80 velas que en ABC, a modo de fiesta sorpresa de cumpleaños, se han encendido en justo homenaje al viejo Patrón de esta Casa. Lo escribo desde la tierra de sus mayores, que Don Guillermo Luca de Tena y Brunet adoptó como propia. Los Luca de Tena fueron en Sevilla lo que ahora se diría emprendedores. Una burguesía urbana e industrial alejada del tópico campero de los señoritos del cortijo, los toros y el coche enganchado a la larga en la Feria de Jerez del poema de Pemán. Los Luca de Tena no se gastaron diez duros en vino y almejas vendiendo una cosa que no vale tres, sino que se emplearon en la creación de industrias de transformación agraria. O en la innovación de industrias líricas. Del azahar de los naranjos en flor sobre el que otros escribían versos por Semana Santa, los Luca de Tena extrajeron el agua milagrosamente relajante de la botella morada que a todos nos calmó los nervios del examen de reválida. Y como un Don Eduardo o un Don Nicolás extraían el agua de azahar de los naranjos en flor, hubo un Don Torcuato que montó la industria lírica del ABC. En Madrid, donde no hay azahar, lo que tiene más mérito.
De esa rama familiar de los aceiteros innovados en editores de periódico viene directamente Guillermo Luca de Tena. El Luca de Tena más nieto del fundador Don Torcuato. La otra noche, que me honró con su presencia en la entrega del premio González Ruano, pude comprobar que Don Guillermo cada vez se parece más al Don Torcuato de bronce de la biblioteca de ABC. Siempre se le pareció. De toda la familia, ha sido el más sevillano. A Don Guillermo le pasa como le ocurría a Doña María, la Condesa de Barcelona: que muere por Sevilla. Doña María le puso a la ciudad querida el nombre de Curro Romero y Don Guillermo, el de ABC de Sevilla. Como su abuelo había fundado ABC en Madrid y su padre Don Juan Ignacio en Sevilla, Don Guillermo lo engrandeció en la ciudad del agua de azahar, viniéndose a Sevilla a dirigirlo y consolidarlo. De una nave aceitera de la Huerta de la Salud lo trasladó al edificio de Barandiarán en Tabladilla. Le dio estructura empresarial, pulso, difusión. Sevillanía. Don Guillermo hizo de ABC en Sevilla como una periodística segunda Plaza de España, viviendo en el chalé familiar de La Palmera, obra regionalista de Aníbal González que la guasa de la ciudad conocía como «el cuarto kilo de Plaza España».
Apuntalado y consolidado lo cual, volvió a Madrid, siempre a lo mismo, a patronear ABC. En bonanzas y en huracanes. En estos últimos, se amarró al palo mayor, como Ulises. Los que tuvimos el honor de trabajar a sus órdenes en aquellos años difíciles sabemos cómo encaneció de desvelos por salvar un ABC que todos daban por hundido. En las páginas a cuyo humo de las velas espero no llegar, venía Don Guillermo retratado de esmoquin, en la cena de los Cavia. Con Don Juan, con Alberti, con Suárez. Por ese esmoquin supimos algunos la grandeza del Patrón. Hubo unos años duros de la transición en que el elegante y como británico Don Guillermo salía en la cena de los Cavia retratado con un viejo esmoquin que se le había quedado ridículamente estrecho, cuyo botón difícilmente le abrochaba. ¿Descuido? No, entrega al ABC que le quitaba literalmente el sueño. Entrampado hasta las cejas, con su patrimonio personal empeñado en la salvación a ABC, no tenía un duro: ni para comprarse un esmoquin nuevo. Llegaba cada año la cena de los Cavia y el esmoquin cada vez le estaba más angustiosamente estrecho. Algunos sabíamos que prefería el torpe aliño indumentario a dejar de pagar la nómina y los seguros sociales del personal el día 30, o las pensiones de los jubilados de la Casa. Hasta que un día, ya pasada la tormenta, vimos que Don Guillermo, tan elegante como siempre, tan señor, estrenaba un esmoquin nuevo en la cena de los Cavia y con él recibía a Don Juan en la puerta de Serrano. La inolvidable Bernardeta Vázquez Parladé, que lo vio en nuestro ABC de Sevilla retratado así, tan guapetón, maduro y resultón, me llamó y me dijo con alegría:
-Ea, por Dios, menos mal que Guillermo ha salvado al ABC. ¿No has visto que por fin se ha podido comprar un esmoquin nuevo?
Desde este ABC de tu esmoquin nuevo, querido Patrón, espero no llegar al humo de las 80 velas de justo homenaje a tu raza de periodista, tu grandeza de señor, tu sevillanía de naranjos en flor.
 

 

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