ESPERO
no llegar al humo de las 80 velas que en ABC, a
modo de fiesta sorpresa de cumpleaños, se han
encendido en justo homenaje al viejo Patrón de
esta Casa. Lo escribo desde la tierra de sus
mayores, que Don Guillermo Luca de Tena y Brunet
adoptó como propia. Los Luca de Tena fueron en
Sevilla lo que ahora se diría emprendedores. Una
burguesía urbana e industrial alejada del tópico
campero de los señoritos del cortijo, los toros y
el coche enganchado a la larga en la Feria de
Jerez del poema de Pemán. Los Luca de Tena no se
gastaron diez duros en vino y almejas vendiendo
una cosa que no vale tres, sino que se emplearon
en la creación de industrias de transformación
agraria. O en la innovación de industrias líricas.
Del azahar de los naranjos en flor sobre el que
otros escribían versos por Semana Santa, los Luca
de Tena extrajeron el agua milagrosamente
relajante de la botella morada que a todos nos
calmó los nervios del examen de reválida. Y como
un Don Eduardo o un Don Nicolás extraían el agua
de azahar de los naranjos en flor, hubo un Don
Torcuato que montó la industria lírica del ABC. En
Madrid, donde no hay azahar, lo que tiene más
mérito.
De esa rama familiar
de los aceiteros innovados en editores de
periódico viene directamente Guillermo Luca de
Tena. El Luca de Tena más nieto del fundador Don
Torcuato. La otra noche, que me honró con su
presencia en la entrega del premio González Ruano,
pude comprobar que Don Guillermo cada vez se
parece más al Don Torcuato de bronce de la
biblioteca de ABC. Siempre se le pareció. De toda
la familia, ha sido el más sevillano. A Don
Guillermo le pasa como le ocurría a Doña María, la
Condesa de Barcelona: que muere por Sevilla. Doña
María le puso a la ciudad querida el nombre de
Curro Romero y Don Guillermo, el de ABC de
Sevilla. Como su abuelo había fundado ABC en
Madrid y su padre Don Juan Ignacio en Sevilla, Don
Guillermo lo engrandeció en la ciudad del agua de
azahar, viniéndose a Sevilla a dirigirlo y
consolidarlo. De una nave aceitera de la Huerta de
la Salud lo trasladó al edificio de Barandiarán en
Tabladilla. Le dio estructura empresarial, pulso,
difusión. Sevillanía. Don Guillermo hizo de ABC en
Sevilla como una periodística segunda Plaza de
España, viviendo en el chalé familiar de La
Palmera, obra regionalista de Aníbal González que
la guasa de la ciudad conocía como «el cuarto kilo
de Plaza España».
Apuntalado y
consolidado lo cual, volvió a Madrid, siempre a lo
mismo, a patronear ABC. En bonanzas y en
huracanes. En estos últimos, se amarró al palo
mayor, como Ulises. Los que tuvimos el honor de
trabajar a sus órdenes en aquellos años difíciles
sabemos cómo encaneció de desvelos por salvar un
ABC que todos daban por hundido. En las páginas a
cuyo humo de las velas espero no llegar, venía Don
Guillermo retratado de esmoquin, en la cena de los
Cavia. Con Don Juan, con Alberti, con Suárez. Por
ese esmoquin supimos algunos la grandeza del
Patrón. Hubo unos años duros de la transición en
que el elegante y como británico Don Guillermo
salía en la cena de los Cavia retratado con un
viejo esmoquin que se le había quedado
ridículamente estrecho, cuyo botón difícilmente le
abrochaba. ¿Descuido? No, entrega al ABC que le
quitaba literalmente el sueño. Entrampado hasta
las cejas, con su patrimonio personal empeñado en
la salvación a ABC, no tenía un duro: ni para
comprarse un esmoquin nuevo. Llegaba cada año la
cena de los Cavia y el esmoquin cada vez le estaba
más angustiosamente estrecho. Algunos sabíamos que
prefería el torpe aliño indumentario a dejar de
pagar la nómina y los seguros sociales del
personal el día 30, o las pensiones de los
jubilados de la Casa. Hasta que un día, ya pasada
la tormenta, vimos que Don Guillermo, tan elegante
como siempre, tan señor, estrenaba un esmoquin
nuevo en la cena de los Cavia y con él recibía a
Don Juan en la puerta de Serrano. La inolvidable
Bernardeta Vázquez Parladé, que lo vio en nuestro
ABC de Sevilla retratado así, tan guapetón, maduro
y resultón, me llamó y me dijo con alegría:
-Ea, por Dios, menos
mal que Guillermo ha salvado al ABC. ¿No has visto
que por fin se ha podido comprar un esmoquin
nuevo?
Desde este ABC de tu
esmoquin nuevo, querido Patrón, espero no llegar
al humo de las 80 velas de justo homenaje a tu
raza de periodista, tu grandeza de señor, tu
sevillanía de naranjos en flor.