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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los nuevos treinticuarentas

IGUAL que, por su número, los antiguos concejales del Cabildo Municipal eran los veinticuatro, en Sevilla siempre han existido los treinticuarentas. Los treinticuarentas han mandado siempre tela. Eran antes los treinta o cuarenta señores que, sin que los hubiera elegido nadie, mandaban de hecho en la ciudad, desde centros de poder alternativos. Lo que le dijeron en el Aero a cierto candidato cuando lo convidaron a comer:
-Desde esta mesa se nombraban antes los alcaldes...
A lo que dijo el otro:
-Menos mal que ya los elige la gente en las urnas...
Los treinticuarentas eran los veinte apellidos de toda la vida y las diez grandes fortunas de siempre, que ponían a los políticos para que dieran la cara por ellos, más cogecosas que testaferros. Los treinticuarentas eran los que luego se llamaron poderes fácticos. Que les gustan al sevillano tela. Al sevillano, aunque se le llene la boca hablando de democracia, en el fondo de su alma le gusta un poder fáctico más que un Vacie a Zoido. De hecho en Sevilla sigue habiendo poderes fácticos, que determinan las curiosísimas autoridades virtuales. Hay unas autoridades fácticas que no ha votado nadie en las urnas municipales o generales, que no ha nombrado Gobierno alguno, pero que ahí están, con su chaqué, perejil de todos los guisos. Y pasan protocolariamente por delante de muchos señores que a lo mejor el que menos tiene detrás 100.000 votos ciudadanos. ¿Qué cuáles son estas autoridades virtuales de Sevilla, reliquia y fósil del Antiguo Régimen, pero no del antiguo régimen de Franco, sino del Antiguo Régimen del absolutismo de Fernando VII y del vivan las caenas? Pues un chaparrón de ellas. En Sevilla, junto al alcalde y al delegado del Gobierno, te encuentras al presidente del Consejo de Cofradías de autoridad virtual. O al teniente de hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería, de autoridad virtual total. Haga usted, si no, la prueba: ¿usted sabe cómo se llama el presidente de la Diputación? ¿A que no? ¿Pero a que sabe en cambio cómo se llama el de las cofradías y el de la Maestranza?
Observo que hay sin embargo una nueva leva de treinticuarentas que viene arreando, y que de hecho cada vez tienen más parcelas reales de poder en la ciudad. No son los treinticuarentas de los poquitos ricos y poderosos que mandaban tela sin que nadie supiera por qué. Son otros treinticuarentas. Son los treinticuarentas generacionales. Los jóvenes profesionales sevillanos entre los 30 y los 40 años que de verdad están levantando Sevilla, modernizándola por encima y por debajo del timo del discurso político del progreso, originando riqueza, levantando empresas, creando puestos de trabajo, haciendo a la ciudad no universal, que es una tontería, sino europea, que es lo que necesitamos.
Los nuevos treinticuarentas no echan la tarde en el Aero o en Pineda, sino que se machacan en las máquinas de gimnasio de Galispor o de Antares. Llevan las corbatas más buenas del mundo, los trajes mejor cortados, en un punto siempre. Morenos de deporte o fútin, sanos, sonrientes, felizmente casados, con dos niños pequeños en los que tienen puestas todas sus complacencias y a los que les cambian los pañales y les dan el biberón sin que se les caigan los anillos del machismo trasnochado. Han cursado Derecho más Económicas en el CEU, en el ICADE, en la Olavide, han hecho un master en Bruselas, o el MBA en Londres o en Barcelona. Son directores de márquetin, jefes de producto, ejecutivos de ventas, adjuntos al presidente-director general. Llevan la delegación para Andalucía de una empresa alemana, o se encargan del mercado americano de algo agroalimentario de aquí. No salen en los periódicos presidiendo actos, pero generan más riqueza que muchos figurones de Sevilla. Cuando Pepa Juste los saca retratados, sus caras no nos suenan. Ya sonarán. Y ya están sonando. En esa Sevilla emprendedora de las oficinas en los parques empresariales, de los polígonos, de las fábricas, de la banca, de los negocios, marcan una nueva y esperanzadora frontera. Los treinticuarentas de ordenador portátil, blackberry y avión a Frankfurt sí que son la modernidad y el progreso de Sevilla, y que no me vengan con la demagogia montada en un tranvía o pinchada en un palo de catenaria.
 

 

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