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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Horror: nueva cocina en el helado

Contra lo que nos temíamos, y tras la Medalla de las Bellas Artes, no le dieron el Príncipe de Asturias de las Artes a Ferrán Adriá, genio inconmensurable de la nueva cocina. Se lo dieron a Bob Dylan, que no sé qué será peor. Pero, tranquilos, que como la mancha de la mora con otra verde se quita, el acta en que jurado justificaba el premio a Dylan parecía sacada de la carta de El Bulli: "Fiel reflejo del espíritu de una época que busca respuestas en el viento para los deseos que habitan en el corazón de los seres humanos". ¡Toma ya! ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo? Pero espera, que hay más. Dylan es "faro de una generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo". Pues qué pronto se le fundió la bombilla al faro, oé. Esa generación tendría el sueño de cambiar el mundo, pero por lo que respecta a España, se despertó con la corrupción, con el crimen de Estado y con el nepotismo de la mangoleta de Mienmano, del GAL y de Filesa. ¡Y eso que querían cambiar el mundo! Anda que si no llegan a querer cambiarlo... Lo que un sevillano comentaba cuando vio a la generación de la trenka, la pana y los pantalones de campana que llegó al poder en octubre de 1982: "Lo malo no es lo granujas que son, sino lo pronto que han aprendido a serlo". Y hasta hoy, que siguen así, así.

Para olvidarme de estas cosas, y como en Sevilla hemos pasado ya del calor a la calor, me voy a una heladería que tiene fama de ponerte un glorioso mantecado, como lo llaman en Puerto Rico, con voz tan nuestra como antigua. Mas con harto dolor de mi corazón compruebo que las tonterías de la nueva cocina no se han quedado en los fogones y en la Guía Michelin. Horror y pavor: compruebo que han llegado a las heladerías los discípulos de Ferrán Adriá, los que han llenado los restaurantes de España de unos platos cuadrados así de grandes con unas tonterías en emulsión así de chicas, a unos precios así de gordos. En las heladerías clásicas con que la trabajadora gente alicantina había llenado España, de modo que en cada pueblo de veraneo había una Ibense, antes no se pasaba de los clásicos del género: vainilla, fresa y chocolate. Se llegaba todo lo más al turrón o al tributo italianizante de la estrachiatela. Eso ya casi ni existe. "Al rico mantecado helado", como Manuela la de la Berza lo pregonaba en Guadalcanal, ha llegado cursilería rebuscada de la tontería de la Gastronomía Molecular. Ferran Adriá, solo o en compañía de otros, ha impuesto la moda de los helados con sabor salado. Que es la mejor forma de estropear el mantecado helado, qué riquillo es.

Aquí no llegamos a lo de Bosi o a lo Alajmo. Claude Bosi, de Hibiscus, en Ludlow, ofrece un "helado de foagrás con aderezo caliente de brioche y vinagre balsámico", yo creo que es algo. Y Massimiliano Alajmo, en Padua, sirve "helado de queso gorgonzola con salsa de ciruelas". No, lo de aquí es peor. En la heladería yo he visto con estos ojos, buscando el mantecado de vainilla de toda la vida, la vitrina llena de helados de cocido, de gazpacho, de fabada y de queso manchego.

-- ¡Déjese usted de cachondeo!

De verdad, que hay helados de esas cosas. Palabrita del Niño Jesús (Quintero). ¿Pues no ponen en un restaurante de Gerona helados de bacalao con menta? ¿Y no hay una famosa heladería de Alicante que te los vende de sangría y de cerveza? ¿Qué de raro tiene que haya helados de fabada asturiana? En Ribadesella los hacen ya de queso de Cabrales y en las Vascongandas, de Idiazábal.

-- ¿Y nadie ha inventado aún el helado de huevos fritos con chorizo?

Yo, yo lo voy a inventar. Puestos así, no hay quien me gane en tomar el pelo al personal en nombre de la Gastronomía Molecular. Cuando me retire de la escritura pienso poner en Matalascañas una heladería que va a temblar el misterio. Allí podrá usted pedirme helado de sangre encebollada, helado de bisté empanado, helado de pavías de merluza, helado de calentitos de papas, helado de huevas aliñadas, helado de bacalati con tomate, helado de berza con tagarninas y helado de puchero con tós sus avíos. ¿Con heladitos salados y garrapiñados me vas a venir a mí, Ferran Adriá, que soy de la Macarena y tengo dos cortes en la cara (uno de vainilla y otro de tres gustos)?

 

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