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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Romance para los sevillistas

DESDE los tiempos de Hércules cuentan las lenguas antiguas que fenicios y que moros, que tartesios y abasidas, que las legiones romanas que calentitos freían y que se ponían púos de adobo y de ensaladilla en los bares macarenos que tabernas les decían... Que todos los que llegaban en plan de asalto y conquista, militares, caballeros, nobles, tiesos, buscavidas, cogecosas, ganapanes, santos, mártires, artistas, todos echaban en falta en esta ciudad bendita un mito que apenas tiene sus cien añitos encima. Que en cuantito que llegaban, al verla se descubrían, viendo esta ciudad hermosa, del mundo la maravilla, con sus torres, sus murallas, sus iglesias, sus pavías, su papelón de pescao con chocos y puntillitas, y cuando suenan tambores y salen las cofradías, esos mares de melaza donde navegan torrijas empapochadas de gracia, empapadas en almíbar. Todos se maravillaban y hasta hincaban la rodilla (la Rodilla que ha comprado por cierto el Café de Indias). Genuflexos, entregados, la baba se les caía, con el blanco del azahar y las rojas buganvillas, blanco de nardos de agosto y de jazmines que Siria envió directamente por el Seur de la lírica para que moñas llevaran en el pelo las mocitas, aquellas que los claveles de ningún mozo querían.
Todos los conquistadores que a conquistarnos venían resulta que se quedaban encantados de la vida. Y a los dos o tres añitos de estancia en estas delicias, atrapados por la gracia que en esta tierra se estila, salían de nazarenos y hasta caseta ponían, su entrada para los toros, un poco de romería en Valme o en el Rocío, vamos, pura Andalucía. Y en este punto, ganados, conquistados por la dicha de esta luz y de este aire, de esta gracia pensativa, todos echaban en falta lo que cualquiera imagina. Junto al puente de Triana, que entonces aún no existía, miraban la Catedral, miraban la Giraldilla, miraban esa veleta que es, por mujer, tan esquiva, y con la mano en el pecho en voz alta repetían:
-El río se llama Betis... ¿Pero dónde está el Sevilla?
Los estudios más recientes en la cuestión rectifican aquello que se atribuye a aquel gran rey de Castilla, al Santo Rey Don Fernando que puso a la morería mirando para la Meca y les dio la carrerilla por la autopista de Cádiz hacia el ferry de Algeciras. Porque Silvio, el gran rockero, se equivocó una mijita. Ya se sabe exactamente, y es una verdad científica, lo que dijo San Fernando desde su urna bendita, donde se llevan las copas en cuantito se conquistan, junto a la Virgen Patrona, la del palio de tumbilla. No dijo nada del Betis, es leyenda loperística. Estas fueron sus palabras, doy la exactísima cita:
-¿Por do están las mis mesnadas blancas cual la nieve alpina y rojas como la sangre de mis reinos de Castilla? Fagamos ese Pizjuán y fundemos el Sevilla, y que luego Silvio venga y se hinque de rodillas ante un escudo que tenga mi abono en banco de pista, con Leandro e Isidoro, que al verlo la gente diga: «Ea, ya fundó San Fernando una peña sevillista con el tío de las yemas y las etimologías, que sólo falta una barra con la cerveza fresquita, la tele, el Marca y el As, el ABC de Sevilla, un póster con Achucarro y otro con Lora y con Hita, una foto de Juan Arza y otra de Ramón Encinas».
Así que el Sevilla tiene una historia más antigua que la que todos celebran con razón en estos días. Lo que canta El Arrebato es de canción y poesía: libertad de los poetas so pretexto de la rima. Esa afición señorial lo sabe y lo certifica. Fue San Fernando, señores, mis señores sevillistas, quien tras ganar la ciudad hizo la gesta mirífica de fundar con ese nombre, ¿que iba a fundar? ¡El Sevilla!
Por eso ganan las copas de cuatro en cuatro, pues brindan, cada rincón con su copa, jugando a las cuatro esquinas. Que es para hartarse de copas. Yo, bético, alzo la mía, y brindo por los señores, los señores sevillistas, por Monchi y por Juande Ramos, por Del Nido y la plantilla. Brindo por todos ustedes, señorío del Sevilla. Y sobre todo, señores, por esta gloria bendita que ni Sevilla ni Betis: esta gloria que es Sevilla.

 

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