EL 15 de
agosto se cumplirán 25 años del Báculo Magefesa. Ojú,
Virgen mía de los Reyes, cómo pasa el tiempo. Hago un
resumen de lo publicado para recordar el Báculo Megefesa.
Corría el año de gracia de 1982 cuando al cardenal Bueno
Monreal, que tenía una edad, le había dado al pobre un
ataque y Juan Pablo II nombró un arzobispo efectivo para
Sevilla. Fue entonces cuando llegó de Tánger un
franciscano muy alto, que al cabo de los años se ha
demostrado que, a pesar de su estatura, es aún más largo
que alto. Era Fray Carlos Amigo Vallejo, que llegó a
Sevilla con la estameña franciscana y el fray por
delante, y, como ha recordado ahora, sobrecogido por el
mito de Sevilla y por la propia dimensión de la ciudad.
Imagínense, impresionarse por la dimensión de aquella
provincianita Sevilla pre Expo, que acababa en la tapia
de la calle Torneo, sin Eses Treintas, cuando la Ronda
era la ronda de toda la vida y no la Ronda Histórica, y
cuando Manuel del Valle no era una avenida larguísima,
sino un alcalde cortete.
Fray Carlos venía de Tánger y lo primero
que se encontró al visitar la Catedral fue una cruz de
mayo en la Puerta de los Palos, que llevaban unos niños,
ya treintones o cuarentones. Le gustó tanto la cruz de
mayo porque era lo único pequeño y abarcable en una
Sevilla que él creía entonces que le quedaba grande,
pero a la que le ha cogido perfectamente la horma del
zapato.
Cuando llegó Fray Carlos la gente creía
que era como Bueno Monreal, pero en tangerino, en
franciscano y en guapetón. Mi recordada Bernardeta
Vázquez Parladé, como tenía aquella gracia, en cuanto lo
vio, lo clavó, comparándolo con un telefilm de la época:
-El arzobispo nuevo es como El Pájaro
Espino... Así las cosas, mientras Bueno Monreal el pobre
seguía enfermo en Palacio y se asomaba a un balcón a ver
las cofradías, aquí el Amigo, el Amigo Vallejo, fue
aterrizando en la difícil Sevilla, tomando sus claves,
enterándose de quiénes eran las fuerzas vivas y las
fuerzas muertas, en una Andalucía que estrenaba ilusión
por la autonomía y en una ciudad en la que todo era «de
cara al 92», punto al que muchos le echaron bastante
cara, pues ya entonces funcionaba la asociación Granujas
por la Democracia, en la que tantos se harían de oro.
Y fue que llegó el día de la Virgen de
los Reyes, que fue como el paseíllo torero del debú del
arzobispo Amigo en la difícil plaza de Sevilla. Iba tras
el palio de tumbilla de la Virgen, a La que le rezó las
estaciones de cada una de las cuatro esquinas de la
Catedral. Iba, naturalmente, con el Hermano Pablo. La
sombra del ciprés es alargada, escribió el vallisoletano
Miguel Delibes, y la sombra del ciprés de su paisano
Amigo Vallejo es el Hermano Pablo. En aquella su primera
procesión de la Patrona, iba Fray Carlos revestido con
todos sus avíos arzobispales. De los que me llamó la
atención su mitra. Era una minimitra. No le hacía falta
más. Amigo Vallejo era la mitra de sí mismo, tan alto. Y
el báculo. No del tesoro catedralicio, no de oro ni
barroco, sino modernísimo, reluciente, de acero
inoxidable. Como una cubertería de lista de boda. Le
puse el Báculo Magefesa y el Báculo Magefesa se le
quedó. Al cabo de 25 años, el Báculo Magefesa me da la
clave del pontificado hispalense de Fray Carlos, ya
felizmente Cardenal Amigo Vallejo. El Báculo Magefesa
era un heraldo de los tiempos que habían de venir, un
anticipo de la Sevilla de la Expo. El Báculo Magefesa
era el símbolo de la Sevilla de toda la vida gobernada
por las mayorías absolutas de los socialistas. El Báculo
Magefesa era la constatación de que la Sede de San
Isidoro era la tierra de Isidoro, alias de Felipe
González. Lo demás, San Telmo, las mujeres nazarenas,
las nuevas parroquias, los guiños a las minorías
radicales, la Catedral con gestión empresarial, la
cartera de inversiones, las lenguas cobardonas de la
Sevilla falsa e hipócrita que le babea el pastoral
anillo, la coexistencia con el partido del aborto y la
eutanasia de su amigo Chaves, se explica perfectamente
en los brillos del Báculo Magefesa. Al que ahora,
querida y respetada Eminencia Reverendísima, como soy su
Hermano Lobo particular, cojo sidol y le doy todo el
brillo que este aniversario se merece. Bodas de plata,
no: bodas de acero inoxidable. Que dura y resiste más.
Magefesa semper. Amen.