ANTES de que un solo
libro de su texto oficial haya
sido distribuido, que lo haya
estudiado alumno alguno, que
una sola lección de su
programa haya sido explicada
en clase o que oficialmente
haya podido ser objetada por
ningún escolano, han sido
gloriosamente alcanzados los
últimos objetivos de la
asignatura de Educación para
la Ciudadanía. Españoles: la
canción del verano se titula «Mecagüentó».
Esta obra maestra del
progresismo, símbolo de la
degeneración patria, síntesis
de su degradación estética,
resumen de su depravación
moral y colectiva pérdida de
valores y de papeles, ha sido
creada, como suele ocurrir
cada verano, por un genio de
las letras y de la música, de
parisina nación y española
vecindad. Loor a su autor,
Georgie Dann, que con su «Mecagüentó»
ha convertido la Canción del
Verano en Defecación
Universal, sintomático
exponente este triste tiempo
de destrucción y ruptura, de
radicalismos demagógicos,
regido por los nuevos supremos
principios: como Todo Vale, No
Passsa Nada.
Maravillado había quedado en
veranos anteriores con el
plectro de Georgie Dann. ¿Qué
clásico de la poesía española
había superado su emocionante
«Bailemos el bimbó, bimbó»? ¿Y
qué cronista de Indias había
formulado una pregunta tan
decisiva acerca de las razas
que el Creador extendió sobre
la Tierra, cual su socrático «Mami,
qué será lo que tiene el
negro»? Negro que, según
supimos por otra canción, un
verano después, estaba atacado
por un gravísimo problema de
insomnio: «Que el negro no
puede, no puede dormir».
Canciones políticamente
incorrectas, pues una
posterior revisión habrá de
preguntar obviamente a la
famosa mami qué será lo que
tiene el... subsahariano, pues
los negros, como es sabido,
han dejado de existir. Por lo
cual tan eximio autor se alejó
de presuntos racismos y en las
últimas temporadas nos
obsequió con piezas de
inmarcesible recuerdo, cual
«El chiringuito», cual «La
barbacoa».
Este año Goergie Dann se ha
superado. No en balde ha
estado Carmen Calvo en el
Ministerio de Cultura, eso ha
de notarse. ¡Qué exquisitez,
qué delicadeza en la hodierna
Canción del Verano! ¡Qué
progresismo! ¿Cómo, que no
conocen este encantador texto
sonoro de la Educación, digo,
de la Defecación para la
Ciudadanía, que estoy
celebrando como se merece?
Pues no les privo ni un
instante más de conocer ese
dechado de refinamiento
lírico. Dice así en su
delicadísimo ritornelo: «Ya
llegando a Benidorm voy con la
mosca en la oreja,/llevo la
cara de la vieja fija en el
retrovisor,/y al llegar al
bungalow que alquilé hasta fin
de mes,/empiezan a darme caña
suegra, niños y mujer./Así que
pido permiso, para cantar en
voz alta/que estoy un poquito
harto y esto me sale del
alma:/ Me cago en el
chiringuito, me cago en la
colchoneta,/me cago en el
veraneo y mecagüentó./Me cago
en el chiringuito, me cago en
el bungalow, me cago en el
veraneo y mecagüentó.» Y en
otro pasaje, no menos sublime:
«Me cago en la ensaladilla, me
cago en la gamba plancha,/me
cago en la paellera y
mecagüentó».
Insuperable. Insuperable
fusión de notas musicales y
vertidos fecales. ¡Y qué
sinceridad! Otros, para decir
lo mismo, tienen que llamar a
José Antonio Marina, a fin de
que les escriba un texto de
Educación de la Ciudadanía
donde se explique a los niños
en qué principios cristianos
de nuestra civilización deben
defecarse para ser
políticamente correctos.
Georgie Dann, que es un
profesional, sabe resumirlo
todo con arte y sin rodeos. Y
con sinceridad admirable. Al
fin y al cabo, presidente de
Gobierno hay que hace tres
años que está haciendo lo
mismo que Dann, practicando el
«mecagüentó», sin ir a
Benidorm con la suegra, sino
al gorroneo de Doñana, con las
niñas. Aunque no lo dice, este
señor suele dar de cuerpo
sobre cosas más importantes
que el bungalow, la
colchoneta, la paellera o la
gamba plancha. Por ejemplo, se
cisca en la separación de
poderes, en la dignidad del
Estado, en el matrimonio
católico, en la familia
tradicional, en la unidad de
España, en la memoria de las
víctimas de la ETA. Y, encima,
quiere que los niños lo
aprendan obligatoriamente a
pelo seco, sin música. Menos
mal que la polémica asignatura
tiene ya su banda sonora en la
canción del verano: Defecación
para la Ciudadanía.