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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Inés Rosales globalizada

Dejamos el otro día comprando tortas de Castilleja en San Luis de Missouri al sevillano Julio, el de curriculum demasiado bueno como para encontrar trabajo en este Reino de la Mediocridad. Tengo que rectificar: no eran tortas de Castilleja de la Cuesta, de Castilleja de los Reyes, de Castilleja de Bernardo y Ruperto, de Castilleja de la Calle Real, de Castilleja de la Plaza, de Castilleja de las Irlandesas. Eran tortas de Inés Rosales, que, como se verá al final de esta historia, es lo mismo, pero no exactamente igual.
Si yo fuera de los que dicen a quién tiene que tocarle la muñeca chochona de la Medalla de Andalucía en la tómbola que la Junta pone cada 28-F, proponía al jefe de marketing de las tortas de Inés Rosales. Más exactamente: de las legítimas tortas de aceite de Inés Rosales. Hablamos mucho de la balanza de pagos; de cómo las exportaciones españolas están chungas y cortitas con agua; de cómo son países extranjeros los que sacan el valor añadido a los productos de las industrias de transformación agraria andaluzas, etcétera. (No «un largo etcétera», como dicen los que no saben hablar. Un etcétera a secas. Los etcéteras no son ni cortos ni largos. Esas son las faldas de las señoras, no los etcéteras.) Inés Rosales es la otra cara de esta devaluada moneda.
Cuando entras en un supermercado en el extranjero, y más si es al otro lado de la mar oceana, te llevan los demonios cuando miras donde los aceites, los vinagres y los avíos de aliñar ensaladas. (Que no de freír, porque los guiris son tan esaboríos que fríen con mantequilla o con margarina se llama mi amor, margarina Rodríguez Garcés.) Ves los aceites de oliva y salvo honrosas excepciones en que te encuentras una botella con la Y de Ybarra, con «La Española» de Juan Ramón Guillén o el Migasa de Miguel Gallego, la mayoría son italianas o todo lo más griegas.
Pero seguro que es aceite de Sevilla, envasado y vendido por los italianos...
Seguro, pues es voz común que los italianos dominan el mercado norteamericano con la Mafia y lo que no es la Mafia. ¡Y te da un coraje no encontrar aceite sevillano que ponga «envasado en Dos Hermanas»! Por eso decía que hay que darle un premio a los genios del marketing de Inés Rosales, siendo además como son sus tortas símbolo y recuerdo de Sevilla cuando se está lejos de la tierra. (Hasta el punto de que el sevillano don Diego Martínez Barrio, exiliado en París, le pedía a Don Ramón Carande que se las llevara cuando iba a visitarlo.)
En ese mismo supermercado americano o europeo donde no hay una sola botella de aceite de oliva sevillano, no existe, en cambio, un solo paquete de tortas de aceite que no sea de Inés Rosales. Julio está encantado con poder comprarlas cerca de su casa en San Luis de Missouri. Mi hijo Fernando (otro de los del curriculum demasiado bueno), las encontraba en su supermercado de Zurich. Las tortas de Castilleja de toda la vida, con sus letreros en inglés, en francés, en alemán, en la lengua que haga falta, para proclamar que son las legítimas de Inés Rosales. Todo un ejemplo para la distribución y exportación de los productos de nuestras industrias de transformación agraria. Sus ingredientes no pueden ser más nuestros: harina de Alcalá de los Panaderos, aceite de Dos Hermanas, azúcar Ebro de los Hernández, ajonjolí de las coplas de Rafael de León. Y perfectamente distribuidas en todos los mercados mundiales. Que no presuman otros tanto de modernidad, que la globalización donde ha llegado de verdad ha sido a Inés Rosales. Iba a decir a Castilleja de la Cuesta, pero a los consumidores extranjeros se les revela el secreto que a los sevillanos nos ocultan. Si usted se come aquí su torta de Inés Rosales en el desayuno, como está mandado, en el papel pone Castilleja de la Cuesta. Si usted, como Julio, se la come en Missouri, el papel parafina que envuelve el crujiente ruedo de la gloria pone, desde luego, Castilleja. Pero más pequeñito, y en guiri, añade: «Fabricada en Húevar del Aljarafe». Que es donde está ahora la fábrica de Inés Rosales. Con razón a Huévar le llaman «Hueva York». ¡Como que allí, junto al inmenso centro de Mercadona, a pie de carretera de Huelva, está la globalizada Inés Rosales!

 

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