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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los 80 pregones de Juan de Dios

Hay muchos libros sobre el mecenazgo del Marqués de Tarifa o del Duque de Montpensier, pero ninguno sobre el rumbo del General Lecea como protector de los artistas de Sevilla. Todopoderoso capitán general de la Región Aérea del Estrecho, convirtió su cuartel general del Palacio de los Domonte, frente a la iglesia de San Vicente, en plana mayor del arte. No había torero, pintor, poeta, flamenco, artista o escultor que llegada su mili obligatoria no fuera enchufado por Lecea como voluntario de Aviación y destinado a la calle San Vicente. Hay un momento estelar en el mecenazgo de Lecea. Tiene de asistentes, qué arte, a los tres voluntarios de Aviación con menos espíritu castrense que nunca hubo en las gloriosas alas de España: el pintor Baldomero Romero Ressendi, el rejoneador Pepe Anastasio y el artista polifacético Juan de Dios Pareja-Obregón. A Pepe Anastasio, Lecea le dio un caballo para que entrenara; a Ressendi le encargó que llenara con sus pinturas todo el Palacio de los Domonte; y a Juan de Dios lo puso a estudiar guitarra. Con el mismísimo Niño Ricardo.
Así salió como salió de artista y de genial aquel polifacético asistente de Lecea. Nuestro Juan de Dios Pareja-Pregón, como le llamé una vez. Ha publicado siete libros de poesías, más calculo yo que quinientos o seiscientos (mil) pregones rocieros, de cofradías, de toros, de lo que le echen. Menos el pregón de la Semana Santa, que debían encargarle ya de una vez, y el de la furgoneta del tapicero, Juan de Dios ha dado el pregón de todo lo pregonable. En vez importar intelectuales de la pomada, yo le encargaría todos los años el Pregón Taurino, siempre a él. Pregón que ya dio, pero que volvería a dar mejor que nadie cada año. Aunque el mejor pregón es su propia vida: pregón de amistad, de generosidad, de arte, de gracia, que alguien debería llevar a un libro como el que le hizo Téllez a Chano Lobato. Libro más gordo que el de Petete, porque Juan de Dios es poeta, nieto del Espartero, guitarrista, letrista, matador de toros, compositor, pregonero, ganadero, rociero, cofrade, artistazo, y de buena gente no hay más que preguntar a sus mayores admiradores: sus seis hijos y Delia su mujer.
Igual que hay novilleros de debú y despedida, lo de Juan de Dios como matador de toros tuvo más mérito: fue de alternativa y despedida. Para dársela en Utrera en 1951 volvió a vestirse de luces Manuel Jiménez Chicuelo. Pero como le había prometido a Delia que cuando se casaran dejaba el toro, se casó y se retiró, dedicándose sólo a los festivales benéficos, que le valieron su merecido título de Excelentísimo Señor. Era el mínimo regalo de bodas que podía hacer a Delia el nieto de aquel valentísimo torero de coplas y de romances del 800 al que mató «Perdigón» de Miura. ¿Villalonesco? Pues sí: Juan de Dios es como de Villalón. Pertenece a las cuatro esquinas familiares del Pañuelo de Reverte de los cuatro genialones hermanos Pareja-Obregón, por donde jumea tanto arte: Joaquín, el rejoneador; Celso, el campeón mundial de tiro de pichón; Manolo, el autor de las sevillanas más clásicas, y Juan de Dios. Como ganadero. Villalón quería criar toros con los ojos verdes; Juan de Dios, que heredó lo de su tía y madrina Concepción Concha y Sierra, pensó que era mejor emplear en los amigos y en hacer vida de arte los topónimos ligados al histórico hierro. La hacienda de Juan de Dios fue siempre Cortijo de la Abundancia y Dehesa de la Alegría para los suyos. Y como poeta, ni te cuento. Es de la estirpe de Manuel Machado. Escribió 500 coplas que canta el pueblo y nadie sabe de quién son. Este humanista del Renacimiento con sombrero de ala ancha escribió letras inolvidables: «Almonteño, déjame», «Esas marismas azules», «Río Guadalquivir de orilla a orilla».
Yo quisiera que el artículo fuera hoy como el libro que Juan de Dios se merece. Juan ya no va andando de promesa al Rocío fuera de Pentecostés, como la tarde del debú de su hijo Martín. No se pasea por Sevilla parándose a hablar con todos, recordando anécdotas de toros amaestrados. No va de pesca en el «Delia Bonita» a coger caellas, ni al campo a montar a caballo o a tentar. Pero sigue siendo más Juan de Dios que nunca. Porque hoy, señores, este artistazo sevillano cumple 80 años. Como 80 pregones llenos de vida, de poesía, de arte, de bondad y de genialidad.

 

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