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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ZP, de Belinda

El cine entonces sí que era la fábrica de sueños y no una maquinilla de dar subvenciones a paniaguados del régimen. Con razón dice Arturo Pérez Reverte que nuestras madres, en las fotos de solteras donde están tan guapas, parecen artistas de cine. Y no como ahora, que las fotos de las artistas parecen de comandos desarticulados. Las estrellas de cine tenían encanto, mitología, no como la cochambrosa partida que ahora ves desfilar por la alfombra roja de los Goya (sin premio), que cuando los retratan parecen que están en busca y captura.
Del cine, entonces, nos quedaban mitos. Palabras mágicas que enriquecían nuestro universo de fantasías. Arquetipos. La maldad de la madrastra de Blancanieves como segundo término de comparación nos quedó de una película de Walt Disney. De «Rebeca» de Alfred Hitchcock, el nombre de los chalequitos de punto de las muchachas. En «Rebeca», Jean Fontaine no salía con un chalequito de punto, no: sacaba una rebeca. Y ahí la tienen, en el DRAE: «Rebeca. (Del n. p. "Rebeca", título de un filme de A. Hitchcock, basado en una novela de D. du Maurier, cuya actriz principal usaba prendas de este tipo). 1. f. Chaqueta femenina de punto, sin cuello, abrochada por delante, y cuyo primer botón está, por lo general, a la altura de la garganta.» Rebeca maravillosa que tiene un diminutivo que hasta te abriga los costados cuando lo pronuncias, rebequita: «Niña, ponte una rebequita, que hace frío».
Del cine, entonces, nos quedó la tragedia sentimental, de hartarse de llorar, de la niña sordomuda de la película «Belinda», de Jean Negulescu. Rebeca y Belinda llenan los recuerdos del cine de mi infancia. Infancia que todos los días se nos muere un poco. Ahora se nos ha muerto Belinda. Por el rito de Hollywood. Lo explico: ha muerto nonagenaria, riquísima, en un casoplón de Palm Springs, con el recuerdo del Oscar que ganó precisamente por «Belinda». Y sin que una partida de actores casposos vayan a su entierro en La Almudena buscando salir en el Tomate, que es nuestro rito Cifesa de la muerte de los actores. Lo bueno que tiene la muerte de los grandes de Hollywood es que no va al entierro Sara Montiel a contar mentiras.
Aunque casi nadie lo ha recordado, Belinda era la mala de «Falcon Crest», esta Angela Channing, digo, esta Jane Wyman, la que fue mujer de Ronald Reagan, que ha muerto como dicho queda, en los lujeríos funerarios de Los Ángeles. En Los Ángeles son tan ricos que hasta tienen colocados en la plantilla de un estudio y en el nombre de la ciudad a los ángeles que llevan al cielo a los actores veteranos cuando les ofician el gorigori en esos entierros elegantes, como recepciones de gente bien que llega en limusina con las pamelas negras, donde el malo, el asesino, está siempre en las pelis escondido detrás de una tumba, jamando partía.
Como «Rebeca», «Belinda» también enriqueció la lengua española. Sería por la gracia repajolera de un mariquita azúcar, a quien primero se le ocurrió. Otra loquita, en una Andalucía de canciones por las azoteas, peinadores de seda y cines de verano, le diría a un sarasón:
-¡Qué callada estás!
Y saltaría la gracia, fresca y recién importada de la fábrica americana de sueños de programa doble y sesión continua:
-Hija, yo, de Belinda.
Y «de Belinda» se quedó como expresión de estar más callado que en misa, pase lo que pase. Si al pronunciar el «yo, de Belinda» haces además con tu mano derecha un gesto como si echaras una cremallera a tu boca, queda más resultón:
-¿Pero tú no dices nada?
-Yo, de Belinda.
Lo malo es que aunque Belinda haya muerto en Palm Springs, a los practicantes de su cobardón silente rito los tenemos aquí en las más altas instancias. En Cataluña y Vascongadas se incumple la ley de honores a la bandera nacional y se limpian en ella: y ZP, de Belinda. La economía como unos zorros, el euríbor por las nubes, el IPC disparado: y ZP, de Belinda. La ETA cada día con mayor fuerza: y ZP, de Belinda. Belinda quedó olvidada por Angela Channing, la mala de Falcon Crest. Lo peor es que aquí el malo de nuestro Falcon Crest de las uvas de la ira va de Belinda por la vida. «Gobierno de España».

 

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