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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El zapato chico del alcalde

CON permiso de mis hermanas Pilar y Fina, que son las que de verdad saben del asunto, voy a hablar de la fábula de un zapato. No es el zapato de la Cenicienta, sino del alcalde. El alcalde le ha cogido a los sevillanos noveleros la horma de su zapato, y me remito a las colas que se van a formar el domingo para montarse en el tranvía, y además de gañote, que convida la casa. Como el que avisa no es traidor, Magnum Gaudium Nuntio Vobis: que el domingo la gente va a estar encantada con el tranvía, con las catenarias, con los bancos de Ikea de la Puerta Jerez, con la peatonalización de la Avenida, con los nuevos Hércules de la Alameda y con lo que le echen. No seré yo quien me oponga al sunami de entusiasmada novelería que arrasará Sevilla el domingo. Al que el domingo, a pie de tranvía, se atreva a decir que todo es una catetada y que las catenarias son una barbaridad, es más que probable que le den una catea importante, por aguafiestas.
El alcalde le tiene cogida a Sevilla la horma del zapato. A cuatro gatos clásicos todo esto que están haciendo con Sevilla nos parece una jodida barbaridad. Pero todos esos barrios que tomarán el centro el domingo para darse la vueltecita en el tranvía como quien se monta en los cacharritos de la Calle Linfierno, y además de balde, están encantados. Ojalá estos barrios hubieran votado al alcalde en masa y hubiera tenido mayoría absoluta, porque así Don Alfredo no dependería de IU y nos habríamos librado de la dictadura comunista que padecemos en el Ayuntamiento de Sevillagrado, donde unos radicales para los que aún no ha caído el Muro de Berlín y que sólo obtuvieron 30.000 votos han cogido al alcalde por la entrepierna y juegan con él al abejorro cada vez que quieren.
Pero íbamos por cuestión de zapatería. El alcalde que le cogió la horma al zapato de los sevillanos noveleros me recuerda la historia de aquel desgraciado padre de familia que teniendo un número 41 de pie, fue a una zapatería y le pidió a la dependienta un 39. Se lo probó y la zapatera le advirtió que le estaba chico, dos números menos. Pero el tío, todo resuelto, le dijo:
-No, ya sé que me quedan chicos, pero me los voy a llevar, señorita. Y además, puestos. Los viejos me los mete usted en la caja...
-Pero le van a hacer daño...
-Eso es lo que quiero. Mire usted, señorita: las cosas no me pueden ir peor. Me despidieron de mi trabajo la semana pasada; mi mujer me pone los cuernos con el del gimnasio; mi hijo me ha salido drogadicto; a mi otra hija la ha dejado embarazada un negro; la casa donde vivimos tiene aluminosis y nos echan; unos gamberros le metieron la otra noche fuego al coche y como no tenía seguro, ni me pagan siniestro total. Así que aunque me pase todo el día viendo las estrellas con el zapato del número 39, por lo menos tengo asegurado un ratito de disfrute al día. ¿Usted se imagina cuando yo llegue esta noche a mi casa, me quite estos zapatos del 39 y me ponga las babuchas, lo a gustito que voy a estar por lo menos un momento? El único ratito que voy a estar a gusto en todo el día, frente a tantas desgracias... ¡Así que cóbreme los del 39, que me los llevo puestos!
El alcalde de la horma del zapato de Sevilla nos ha puesto un zapato del 39, de dos números menos, anunciando que iba a expropiar media calle San Fernando y a incautarse del Patio Banderas. Ahora ha echado marcha atrás y es como si el desgraciado arruinado y cornudo se hubiera quitado por la noche los zapatos dos números más chicos. ¡Qué alivio, señor alcalde, quitarnos por lo menos el zapato chico de las expropiaciones de la calle San Fernando y del Patio Banderas y que se alivien esos pies! Lo demás sigue igual: el horror del tranvía, la peatonalización, el centro Porcelanosa y Marina Dor, las catenarias que llegan ya hasta el cementerio... ¿Pero y lo a gustito que nos hemos quedado cuando por lo menos hemos tenido el gustazo de quitarnos los zapatos del 39 y de saber que por lo menos a la calle San Fernando no la van a tocar?
(Ea, pues les dejo, que me voy a la Plaza Nueva, a hacer cola con mi sillita de ver las cofradías, mis bocatas y mi termo, para coger sitio para montarme en los cacharritos del tranvía el domingo,. A novelero sevillano no hay quien me gane.)
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