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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Pemán pone una letra al cobro

No había ningún problema en Cataluña, que funcionaba como un reloj. Y miren la que se ha liado con la crisis ferroviaria y lo que no es la crisis ferroviaria. Que si no se derrumba la Sagrada Familia será para encenderle dos velas a La Moreneta. Que tampoco sé yo si será políticamente correcto llamarle La Moreneta a la Virgen de Montserrat. A lo mejor lo apropiado y progresista es ahora decirle La Subsaharianeta. No había ningún problema en la lucha contra la ETA, se habían logrado los mayores avances gracias a la Ley de Partidos y al Pacto Antiterrorista, y miren dónde hemos llegado con la claudicación y la entrega de la cuchara por parte del Estado de Derecho.
No había ningún problema con la reconciliación nacional, logrado el espíritu de concordia de la Constitución, olvidada la incivil guerra fratricida, hecho carne de consenso el lema de Azaña: «Paz, piedad, perdón». Los derechos de militares, caídos, mutilados y represaliados del bando republicano habían sido reconocidos por lo menos una decena de leyes desde los tiempos del cuplé de la UCD. Se reconocieron grados y empleos del Ejército Popular, se abonaron pensiones, se indemnizaron perjuicios. Sin revanchismo, en concordia y paz. No había ningún problema con la enseñanza del español en las regiones patrias donde también se hablan las otras lenguas peninsulares. No había ningún problema con la España de las Autonomías. No había ningún problema con el reconocimiento civil, legal y fiscal de las parejas de homosexuales. No había ningún problema con la enseñanza de la Religión en los colegios para los padres que la desearan para sus hijos. No había ningún problema con la propia idea de España, con el izado de su bandera...
Hasta que llegó esta fábrica de problemas que es el actual Gobierno. Especialista en crear problemas donde no los hay. Este gobierno se ha venido caracterizando desde hace más de tres años porque tiene un problema para cada solución. Cada solución de la venturosa transición constitucional es ahora un problema. Como el absurdo innecesario de buscar una letra para la Marcha Real, que vamos a dejarnos de cuentos: el himno nacional de la Monarquía Parlamentaria es la Marcha Real. «Himno Nacional» era como le llamaban vergonzantemente a la Marcha Real los franquistas, que no podían ver la Monarquía ni en pintura de la familia de Carlos IV de Goya. La Marcha Real no tenía letra. Ni falta que le hacía. Como no la tenía la Novena Sinfonía hasta que vino Miguel Ríos. Y ahora, con la que está cayendo con las hipotecas, el aumento de precios, la ETA, la unidad de la Patria, los debidos honores a la bandera y, por si fuera poco, con la sentencia del 11-M (que es la abuela que está en el paritorio en esta casa donde al parecer ya no caben ni la dignidad ni la vergüenza), resulta que es un problemazo la letra de la Marcha Real. Y para hacerlo más arduo, encargan que elijan esa letra, como si fuera la Operación Triunfo o el Mira Quién Baila, a unos organismos absolutamente marginales en la vida democrática de la soberanía nacional, cuales el Comité Olímpico y la Sociedad de Autores.
—Y dé usted las gracias a Dios porque no le hayan encargado a Alberto Corazón que diseñe de nuevo la bandera nacional para que no haya problemas...
A la Marcha Real no le hace falta más letra que la del respeto cuando suena solemnemente. Y en caso de que le hiciere, ahí está, y sin trincar, la que le escribió José María Pemán, cuyo original ha desempolvado su familia. Para demostrar que la letra pemaniana de la Marcha Real, muy anterior a la guerra civil, de 1928, era como su definición de la lengua catalana: un vaso de agua clara. Vaso que enturbiaron los falangistas, manipulándola. Pemán no le pidió nunca a nadie que alzara el brazo en el saludo fascista (a la romana, como los calamares fritos). Su letra original decía: «Viva España,/ alzad la frente, hijos/ del pueblo español/que vuelve a resurgir./Gloria a la Patria/que supo seguir/sobre el azul del mar/el caminar del sol». Depurado de las morcillas totalitarias de brazos en alto y flechas de yugos en lugar de los machadianos yunques, ¿a qué tirar el dinero en experimentos con gaseosa, estando ahí el vaso de agua clara de la lírica Caleta hímnica gaditana de Pemán?
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