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El Recuadro   

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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El tranvía, del Prado al Aero

Mi amigo socialistón, como me tiene confianza y sabe que le tengo ley, tuvo la valentía de decirme en la ciudad cobardona:
-Tú mucho largar que el alcalde ha peatonalizado el centro para que sea tomado por los barrios, y mucho decir que el tranvía es como un autobús del Inserso camino de Benidorm, lleno de jubilados pegando barzones de balde. ¿Pero a que no te atreves a poner que los que de verdad están encantados con el tranvía son los señoritos de Sevilla, porque parece que lo han puesto para ellos, para que los lleve desde los pisos del Prado, donde viven muchos, hasta el Aero Club?
-¿Que no me atrevo? Tú no me conoces a mí...
Y aquí está el artículo, en el que le doy la razón a mi amigo socialistón, y le apunto el tanto de acierto al alcalde. Me conformaba con que el Ayuntamiento sólo le hubiera puesto el tranvía a los señoritos... ¡Pues anda que no les ha puesto recalificaciones a medida, y anda que no tienen con las subvenciones europeas el que llamo «PER de los Señoritos»! Una vela a Dios y otra al diablo se llama la figura. Vela como centro cívico en uno de los barrios donde va Don Zoido a hacerse la foto junto a un banco (ni que fuera el Credit Suisse), pero, simultáneamente, vela de recalificación de esos terrenitos de la antigua sede de la empresa, de esa fabriquita. Si encantados están con el alcalde en los barrios, ciertos señoritos de Sevilla tiran cohetes y sueltan palomas. Ahora que se habla tanto de Franco y de Queipo: ni Franco ni Queipo les comían en la mano como les comen Chaves y Monteseirín.
Y símbolo de todo esto, el Aero Club. Que en los duales de Sevilla, se pronuncia Aero, pero se escribe Real Club de Andalucía. El Aero, de aéreo no tiene ya nada. Tuvo. Ya ni se llama así. Lo explico: fue fundado por pioneros del deporte aéreo, por los que entonces se llamaban «distinguidos sportmen», como Fernando Flores o Manuel Vázquez Sagastizábal, promotores de la Aviación civil. El Aero estaba en la Avenida, junto al Gato Negro, en un edificio historicista donde ahora el Banco Popular. Tiempos de esplendor. Se decía que allí se nombraban los alcaldes. De allí salió la famosa frase sobre uno que Franco puso de alcalde:
-Que era tonto nada más que lo sabíamos aquí en el Aero, pero ahora se va a enterar Sevilla entera...
Pero salió una ley sobre obligatoriedad de correspondencia entre los socios de los aeroclubes de toda España, y entonces en el Aero dijeron que hasta ahí podíamos llegar. Allí, que ni entraban las mujeres, como en un club inglés, ¿cómo iba a meterse por las puertas un tío del Aero Club de Sabadell, viajante de tejidos, cuando viniera a Sevilla para venderle pañería a Izquierdo Benito? Se quitaron lo de Aero Club y se hicieron Real Club de Andalucía, y listo: chirrín, chirrán. Pero en la práctica siguió siendo el Aero, con la exclusiva caseta en la Feria, con su propia parcela de sillas en la carrera oficial y con su roneo displicente de ser decisivo grupo de presión. Pero ya tiesos. Tan tiesos, que tuvieron que vender la sede y mudarse a un bajo comercial en la Plaza del Cabildo con escaparatito a la Avenida, cuando Alberto de la Lastra hizo aquella operación inmobiliaria con Almedi y Almola. Y allí siguen los hijos y los nietos de los que fueron y estuvieron en el Aero del «viva la Sevilla del 40» del Pali. Creyéndose que mandan tanto como sus antepasados. Algunos, tiesos, pero mirándote por encima del hombro. Otros, riquérrimos y simpaticones, mandan muchísimo más. Y a las mentadas operaciones inmobiliarias me remito. Como aquello antiguo de los mariquitas en el Rocío: yo no digo que todos los que están en el Aero sean señoritos, pero sí que todos los señoritos están en el Aero. Y eso de que el alcalde les haya puesto el tranvía para llevarlos desde los pisos del Prado allí, a los dominios de club inglés gobernado por María Antonia Ybarra, con su repostería de menú baratito, es un infundio. A la totalidad de los socios no sé, pero a algunos les ha puesto el alcalde algo mucho mejor que un tranvía: el negocio del siglo. Y eso que no quiero señalar nombres de empresas ni operaciones inmobiliarias, para que mi amigo socialistón se salga en parte con la suya del «¿a que no te atreves?». Pero aunque no lo ponga, como se me entiende todo y como aquí nos conocemos todos...
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