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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cabalgata con caramelo sostenible

Si cruel es España, despiadada Andalucía con sus hijos desaparecidos.
Menos mal que en esta Sevilla que está perdiendo los papeles, el canon y la medida, el Ateneo, que fue vanguardia de tantas cosas, del krausismo a la Generación del 27, ha puesto pie en pared en una desmesura que puede que en sí no tenga importancia, pero que simboliza una voluntad en una ciudad apática y de perfil cívico plano, abocada a la degeneración y a la pérdida de su propio ser. Me refiero a los caramelos de la Cabalgata. Es como si Pepito Caramelos hubiera levantado la cabeza. Explicaré a los lectores más jóvenes quién era Pepito Caramelos. Era ni más ni menos que la Cabalgata. El que la mantuvo en tiempos difíciles y adversos. El que sabía que la vanidad es el gran motor de los avances de Sevilla. El que aplicó ese motor de la vanidad a la grandeza de la Cabalgata. Fue el que puso los Reyes Magos de peaje, pagando la morterá por lucir su vanidad. Hasta entonces salían de Reyes Magos ateneístas distinguidos, El Ateneo ponía Reyes Magos «sin trincá», en términos de Beni de Cádiz. Y pasaba las fatiguitas negras para pagar los gastos. Sevilla se llenaba de huchas con carteles: «La Cabalgata de Reyes Magos espera tu donativo». Y en la puerta del Ateneo, en la calle Tetuán, donde está Benetton, o sea, frente a C&A, ponían una mesa petitoria. La gente iba, daba un dinerito y le apuntaban el nombre. Cada día, el Ateneo mandaba a los periódicos, que la publicaban, la lista de donantes para la Cabalgata. Ponía, un suponer: «Don Manuel Martínez, 5 pesetas; niño Manolito Martínez, 0,50 céntimos».
Quizá ahí descubriera Pepito Caramelos que la vanidad es el motor de Sevilla. Aquí se hacen las cosas para que un tío se luzca y se apunte el tanto, llámese tranvía, Estadio Olímpico o Metro. Y descubrió Pepito Caramelos, aplicando la teoría rondeña de don Juan de la Rosa, que si la gente daba dinero para salir en la lista de donantes del Ateneo, mejor trincar la tela de golpe sacando de Rey Mago a un buen pagache: adiós fatigas económicas. Cojan la lista de Reyes Magos en el último tercio del siglo XX y verán que todas las vanidades sevillanas están complacidas previo pago de su importe. Hasta don Ramón Areces, el fundador del Corte Inglés, salió de Rey Mago pagando la convidá a vanidad.
Al querido y entrañable José Jesús García Díaz, que tal era su nombre, pintor, dibujante, ateneísta de toda la vida, sevillano tan triste como serio, gestor de relaciones públicas en la Sevillana de Electricidad, teniente de alcalde de Ferias y Festejos e incluso alcalde en funciones por unos días, y promotor con Pepe González Reina de la Feria de Muestras que dio origen a la Fibes, le vino su apodo de su definición de la Cabalgata. Le decía a López Lozano, su protector, a la sazón director de ABC y presidente del Ateneo:
-Don Joaquín, la Cabalgata son los niños y los caramelos.
Y Caramelos se le quedó a Pepito. Niños y caramelos con medida, con tasa, con equilibrio. Porque de vivir ahora el querido Pepito, le hubiera dicho a Enrique Barrero:
-Don Enrique, que en la Cabalgata hay ya más caramelos que niños, y esto no es...
Una pena. Una pena ese derroche de caramelos pisoteados por las calles. Una fortuna (nunca mejor dicho) tirada a la calle. No hago la demagogia de recordar la ilusión que le haría uno solo de esos caramelos a los niños del pueblo africano del negro que vende clínes junto a los Caños de Carmona. Digo que han inventado la Cabalgata de la Sostenibilidad. La lucha contra el cambio climático, aplicada a los caramelos. Está muy bien que el Ateneo acabe con ese derroche de caramelos: 20.000 kilos menos. En otras palabras, que hayan vuelto a los cánones de mesura de Pepito Caramelos. Tiraban tantos caramelos, que los niños ya ni los querían. Se acabó el derroche. Y si aplicamos el criterio de Sostenibilidad de la Cabalgata a cómo tira el dinero el Ayuntamiento, que parece que arroja caramelos desde la vanidad de la carroza de un nuevo rico que ha pagado una millonada por salir de Rey Mago, es que ni te cuento... Ojalá, en justa correspondencia con el Ateneo, el Ayuntamiento ahorre 20.000 millones de pesetas en dejar de tirar, como si fueran caramelos, el dinero a la calle... o a la Plaza de la Alfalfa mismo.
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