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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Pido Ayuntamiento "low cost"

Me resisto a escribir barbarismos en nuestra bendita habla sevillana, y procuro castellanizarlos en transcripción fonética, que para eso me la enseñó muy bien enseñada don Tomás Buesa en la Facultad de Letras. Pero si pongo en el título Loucós, se creerán que no voy a pedir bajos costos para el Ayuntamiento, sino que voy a ir al mercadillo del Charcolapava a comprar una camisa falsificada del cocodrilo pijo, una Lacós, para El Lolo, nombre que carga el diablo, pues así se llamaba el compinche de El Lute: El Lolo y El Lute, lo siento.
Estamos en unos tiempos en que todos nos beneficiamos del «low cost». Empezaron las líneas aéreas de «low cost». Que son esos aviones donde te tratan poco más o menos como en el Ave y en las ventanillas de billetes de Santa Justa, con la punta del pie, pero baratito. Con un vuelo «low cost» te plantas en Roma por media pringá y sin escalas. Así está de sevillanos en este puente la Ciudad Eterna, empetada...
-Es que como cerraron Nova Roma, los de Los Remedios se van ahora a echar la tarde a Roma. Como sale tan barato con los vuelos «low cost»...
Luego vinieron los hoteles «low cost», o por lo menos los de talonario y bono. En el Don Pepe de Marbella me cobraban una burrada por el cuarto donde iba de veraneo antes que se lo cargara el arquitecto yerno del dueño, hasta que me extrañó la cantidad de gentuza zarrapastrosa que entraba por aquellas puertas donde antes nada más que te encontrabas a Deborah Kerr, a Omar Sharif y tal. Con decir que hasta había niños con flotadores de lanchita en la piscina, está dicho todo. Hasta que descubrí la razón. El cuarto por el que a mí me cobraban tela se lo daban a estos domingueros del «low cost» por dos talones.
Y en cosas de vestir también existe el «low cost». ¿Qué son los fáctoris, sino tiendas que ponen el lujerío de la ropa a «low cost»? Antes eso se llamaba saldo, liquidación, venta postbalance; pero en inglés queda más fino: Factory y Low Cost. Fáctoris a pares: el del aeropuerto y el de Dos Hermanas. Hasta un fáctori del sofá pileño hay ya.
Bueno, pues como todo se pega menos lo bonito, con lo conveniente que es esta moda del «low cost» con lo achuchá que está la vida, no hay forma de que llegue al Ayuntamiento. Y eso que tenemos unos concejales que son estrictamente de «low cost». Comparen a cualquier concejala de las de ahora con doña Enriqueta Vila, un pedazo de señora investigadora americanista. Y comparen a cualquier concejal actual, ¿qué digo yo?, con el catedrático Rafael López Palanco. Incluso en cuestión de chuflerías, comparen las del ya citado Lolo con las excentricidades genialonas del poeta Ortiz Nuevo.
No me preocupa del Ayuntamiento sólo el «low cost» humano del degenerando, degenerando de quienes ni siquiera han sido banderilleros...no digo de Belmonte, ¡ni de El Vinagre! Me preocupa la ausencia de «low cost» en la manera de tirar el dinero. En la Sevilla de los pasadizos legendarios, ¿hay acaso un túnel secreto desde la Casa Grande al Bancospaña, y por la noche llevan carretadas y carretadas de billetes, que por eso puede tirar el Ayuntamiento el dinero de esa forma? No lo digo por las dietas de los concejales, que también. Lo digo por lo que nos hemos gastado en ese Tranvía que va desde Ningún Sitio a Ninguna Parte. Lo digo porque rechazaron en El Prado el edificio de Moneo, tuvieron que pagar una millonada en indemnizaciones, y ahora quieren hacer otro parecido. Lo digo por el dineral que se han gastado en el carísimo Puerto Perico que han puesto en la mismísima Alfalfa, barrio de población envejecida donde no queda un solo niño, más que cuando van a visitar a los abuelos.
Para que el Congreso de los Diputados no reprobara a La Maleni, el Gobierno se gastó 118 millones de euros en comprar votos vascos, catalanes y tránsfugas. Barato me parece, comparado con lo que nos está costando aquí que los ex comunistas sigan apoyando al alcalde y no le hagan la gata paría con el sillón y gobierne quien más votos sacó, que se suele olvidar que fue Don Zoido. Ojalá tuviéramos un Ayuntamiento a la moda, «low cost». Pero no: tenemos un Ayuntamiento de calidad «low cost», pero a «high cost». Y a «cost» de nuestros bolsillos.
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