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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Jaima de Gadafi, jaima de Bush

ME encantan las contradicciones del sistema. Por aquí. Mire usted cómo se me ha quedado el dedo corazón: como a Colón el índice en las estatuas desde las que señala a América, pero apuntando al cielo. Me encanta cómo a unos señores se les perdona todo y cómo a otros no se les pasa una. Echar a volar la imaginación como un pandero de Sevilla, un barrilete de Cádiz o una cometa de Madrid es una de las actividades intelectuales que más pueden rejuvenecer el cerebro. Más que esas maquinitas que son como un gimnasio para la memoria.
Digo todo esto por la visita de ese pedazo de tirano dictador que es Gadafi, que sigue siendo como un Loco de la Colina con chilaba y gorrete de maestro escuela antiguo. Pero como no lo maquilla Juan Pedro, los surcos y besanas de las arrugas de su cara son un mapa 1:50.000 del paso del tiempo. A quien sí se parece más Gadafi cada día es a su otro doble, a aquel transformista e imitador de estrellas que era conocido en la noche de Sevilla con el sobrenombre de La Simona.
Hablando de Sevilla: se acerca el día de la Esperanza, cuyas imágenes están en besamanos, y los profesionales de la Memoria Histórica siguen protestando porque en la basílica de la Macarena esté enterrado Queipo de Llano. Bajo el mármol sepulcral, cerrado para siempre el micrófono de su más que opinable vida, el difunto Queipo ya no amenaza libertad alguna, ni sojuzga pueblo alguno. Pero a 10 kilómetros de esa tumba macarena, en Alcalá de los Panaderos, ha plantado su jaima un Queipo de Llano de nuestra hora, que no está muerto, sino vivito y coleando. Un dictador por lo menos igual que el de las radiofónicas «Buenas noches, señores», que hace 38 años tiene sometida a Libia. Y aquí no ha pasado nada. No he visto por los alrededores de La Boticaria alcalareña a nadie protestando contra la presencia en España del dictador de la jaima, ni a esos autotitulados defensores de las libertades que cada lunes y cada martes acampan a las puertas de las bases de Rota y de Morón, en el habitual pasillo de comedias antinorteamericano.
Y hago ejercicios mentales y pienso la que se habría formado si, un poner, Bush hubiera plantado su rancho ambulante en El Pardo y luego lo hubiera trasladado a Andalucía, para lo que siempre vienen los visitantes extranjeros (y parte de los nacionales): para la parte cómica del espectáculo, que hay que rematar a las 12 de la noche con salve rociera en un local flamenquito y simpático. ¿Se imaginan la que tendría liada Izquierda Unida y la parte radical del PSOE, los de «asesinos», los del «no a la guerra», si en vez del dictador Gadafi estuviera Bush de visita en España, y en ese plan de derroche de las Mil y una Noches, con siete mil millones de tíos en el séquito, gastando si hay que gastar.
Si me indigna que un dictador como Gadafi venga a España y nadie proteste, me mosquea mucho más que a la hora del cachondeo venga a «Andalucía, la que divierte», como cantaba Pepe Suero. De cacería. Los que le montan al Rey la del tigre cada vez que caza un oso, ¿qué dicen ahora contra la cacería servil montada para el sosias del Loco de la Colina y de La Simona?
- No, es que Gadafi viene a un descaste de conejos, y ya sabe usted que el conejo es fundamental para la economía española en las presentes Pascuas de Navidad... -Pues imagínese que quien hubiera venido en plan de escopeta y perro hubiera sido Bush, la que le habrían formado los ecologistas.
Más callados que en misa. Mejor: más callados que en un mitin contra la guerra de los artistas de la Visa Oro y la subvención escuchando a Javier Bardem, el ideólogo de ese órgano de la libertad (¡por aquí!) llamado «Granma». Aquí podemos importar todos los dictadores que tengan por conveniente, incluso los de aquellos países como Libia donde en un tiempo se entrenaron las cuadrillas de asesinos de la ETA. Como Cuba, Libia es una reserva ecológica del totalitarismo, con camellos en vez de palmeras. Pero eso no se puede decir. El sátrapa Gadafi puede plantar su jaima donde tenga por conveniente: bájame la jaima, Jaime. Y Jaime va y se la baja. Lo siento, pero no jamo el jalufo de esta incoherente importación de dictadores. ¡Como si no tuviéramos aquí suficientes opresores de pueblos con los mamones de la ETA!
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