HAY un desconocido paso de Lope de Rueda (tan desconocido, que me lo acabo de inventar), titulado «El rufián de la Junta», donde uno de sus personajes, el bachiller Borja del Lóden, es preguntado por el pícaro Simón Verde por sus ocios y aficiones. A lo que el bachiller responde: «Ni con Talía ni Euterpe,/que en Sevilla se disfruta/yendo a la cal de la Sierpe/a contar hijos de puta». Me he acordado de la fingida obra de Lope de Rueda cuando me he enterado de que la nueva fábrica de Heineken, vulgo Cruzcampo, tendrá en Torreblanca de los Caños una producción diaria de 100.000 botellines de cerveza. Dato de la hispalense economía que hubiera hecho feliz al recordado Manuel Ramírez Fernández de Córdoba. Quien cuando volvía a esta Redacción de hacer alguna de sus jondas entrevistas taurinas o sus punteras informaciones peloteras, contrariado quizá por los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa de la guasa, solía confesar a Alejandro Delmás, a José Félix Machuca o a Tomás Balbontín:

—En Sevilla hay más hijoputas que botellines...

El querido Manuel Ramírez podría ya saber científicamente cuántos cervantinos hideputas hay en Sevilla: exactamente unos poquitos más de 100.000 al día. Si tomamos como patrón y metro de platino la producción de la nueva fábrica de la Cruz del Campo, esos son los 100.000 hijos...de San Luis que hay en Sevilla, y que Ramírez aforaba a ojo de buen cubero con su retranca serrana de Constantina. Con lo que de paso se demuestra que no andaba descaminado Lope de Rueda en el conteo de la calle Sierpes de su pasillo de comedia.

<CW-8>Un pasillo de comedia. Sí, eso es a veces Sevilla. No creo que haya ninguna otra ciudad en el universo mundo que despida el año como Sevilla: cerrando dos fabricas de las que los cursis llaman «emblemáticas». Cierra la Fábrica de Tabacos, desde cuyos paquetes de Ducados y cajas de Farias cuatro siglos nos contemplan cómo destruimos hasta el mito de Carmen la Cigarrera. Y la Cruz del Campo cierra en la Cruz del Campo. Lo cual tampoco es nada nuevo bajo este sol tibio del invierno. También cerró La Cartuja en La Cartuja, y también cerró Cerámica Santa Ana en Cerámica Santa Ana, y también cerró El Laredo en El Laredo, y sigan ustedes poniendo deshilachamientos del tejido industrial y comercial. Por cerrar, hasta cerró El Salvador, que lo han reabierto en plan Heineken: esto es, suprimido como parroquia y convertido en Parque Temático, tan blanco y radiante, con tan poco misterio ya de las oscuridades del tiempo que también reza y proclama la existencia de Dios, que Julio Domínguez Arjona dice que a La Borrriquita le van a tener que poner este año gafas de sol, para que no se deslumbre y pueda acertar con la puerta de la rampa famosa.

Aquí cada año nos vamos comiendo las fabricas y los centros de creación de riqueza como si fueran las uvas de las 12, 12. Amargas uvas de una ciudad superada por Valencia, por Málaga, por Zaragoza, que ha decidido ser simplemente destino turístico, polígono industrial donde se almacena cuanto producen ciudades más emprendedoras. Aquí acabaremos todos con la bandeja de camareros bajo el brazo, o de recepcionistas de hotel, o vendiendo delantales de faralaes en el barrio de Santa Cruz. De la crisis que tenemos en todo lo alto son buena metáfora estos dos cierres industriales. Sobre todo, la metáfora de Altadis en la Fábrica de Tabacos de la vera del río. Ya ni el Pelotazo es lo que era. Lo lógico y normal es que la Fábrica de Tabacos se hubiera ido, ¿qué digo yo?, al Pítamo, y que en Los Remedios hubieran pegado con esos terrenos un pelotazo como el otro, tan espumoso, en el que está usted pensando. Pero todo está tan en crisis en esta ciudad de cívico perfil plano, que ya ni se dan pelotazos buenos en Los Remedios, sino que a Carmen la Cigarrera se la prejubila, y que Bizet se vaya a la calle Sierpes, a practicar la afición al conteo del bachiller de Lope de Rueda en «El rufián de la Junta». Pero No Passssa Nada. Aunque cierren todo lo cerrable y los comercios de un centro muerto tengan que adelantar las rebajas en plenas vísperas de Reyes, aquí cada vez habrá menos actividades productivas y estaremos todos más tiesos y más subvencionados, pero no me negarán que a Sevilla la están dejando pressssiossssa. No sé para qué, pero pressssiossssa.