Clic para ir a la portada

El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El coche de bebé de la Infantita

 
ENTRE otras por razones de lealtad a la Institución cuyo futuro representan, le tenía hasta ahora una gran admiración a los Príncipes de Asturias. Don Felipe es un hombre muy de su tiempo: de los chavales que hicieron BUP, más el clásico COU en Estados Unidos o Canadá, la Universidad, la boda tardía... Lo de «la generación del Príncipe» que se aplicó a Don Juan Carlos, cómo pasa el tiempo, debe emplearse ahora con los coetáneos de la preparadísima generación de su hijo. En cuanto a Doña Letizia, hago mía aquella magistral respuesta que le oí a un viejo juanista en agradable sobremesa tras un almuercito simpático en Vistahermosa:
—¿Qué te parece Doña Letizia?
— Pues que es la Princesa de Asturias, ¿te parece poco?
Y si gran admiración les tenía a los Príncipes, desde que han publicado su álbum familiar les tengo auténtica veneración. No sólo por ese sentido familiar, ahora que la institución de la familia está tan vapuleada, hasta el punto de que a un señor que se casa con una señora y tiene unos hijos le ponen de mote «familia tradicional». Vamos, como si le llamaran «bicicleta tradicional» a la que tiene un manillar y dos ruedas, o «silla tradicional» a la de cuatro patas.
Por lo que le tengo, ¿qué digo veneración?, incluso envidia, es por el coche de bebé de la Infantita Doña Sofía. Me siento orgullosísimo de los Príncipes de Asturias y tengo mucha confianza en la continuidad dinástica porque mucho más difícil que asumir en su día las obligaciones de la Corona es conseguir ahora, y en un periquete, como suele toda su generación, lo más difícil del mundo, sobre todo para nosotros los abuelos: ¡saber armar ese endiablado coche de capota en el que la Princesa de Asturias pasea a la Infantita! No me duelen prendas en reconocerlo: yo, y muchos españoles de mi generación, cuando nos dejan de abuelos-canguro, no tenemos problema alguno con la alimentación, bañado y cuidado de los nietos. Pero, ay, si hay que sacar a pasearlos en un cochecito hipermegamoderno, modelo platillo volante, como el que lleva Doña Letizia, y el infantil vehículo está desarmado. Tu hijo te dice, al dejarte de abuelo-canguro, antes de marcharse a casa de unos amigos, sin dar importancia:
—Si queréis pasear a los niños, el coche está plegado en el armario de la entrada...
Ahí empieza el calvario. Sacas el coche. Bueno, las piezas de un rompecabezas. Cuatro ruedas plegadas con unos extraños resortes negros, todo muy Ikea, muy sueco. Y lo que parece que es el asiento o cuna del cochecapota de toda la vida, del Janè de «Cuéntame». Debes armar aquello: Dios mío de mi alma, ¿pero cómo? Si logras abrir las ruedas, cosa harto improbable, no atinas con dónde hay que engarzar el asiento. Y en el caso rarísimo de que logres ambas cosas, ¿cómo puñetas se le quita el freno, que estas ruedas no andan? «Lo digo por experiencia/ porque a mí me ha sucedío». Para abuelear con mis nietos en la Cabalgata de Reyes Magos de Sevilla, mi hijo me metió en el maletero del auto un cochecito exactamente igual que el de la Infantita. Llegó la hora de montarlo. Saqué las piezas, intenté armarlas, pedí auxilio y asesoramiento a los padres jóvenes que por la calle pasaban. Imposible. ¿Cómo demonios se arma esto, con lo fácil que mi hijo dice que es? ¡Y aún estoy intentándolo! Confieso que no lo conseguí, y tengo testigos en el José Luis de la Plaza de Cuba. En brazos hube de llevar a las criaturas a ver a los Reyes Magos. Y lo peor vino al final. Me imagino que si a la Reina le dejan desarmado el cochecito de su nieta como abuela-canguro, no sólo no logrará saber cómo se monta, sino que al final quedará desolada, cuando venga el Príncipe y le diga como mi hijo a mí, con esa suficiencia generacional que tienen:
—Pero si es facilísimo: mira, se pulsa aquí esta espiga, y las cuatro ruedas quedan libres y en posición. Y luego se pone el asiento, con este golpe, y se le da media vuelta a esta esfera mientras se aprieta aquí, ¡y listo!
Listo, no. Listísimos tienen que ser los Príncipes de Asturias como para saber armar el puñetero cochecapota. Por eso ahora, desde la lealtad de mi torpísima abuelidad, los admiro más que nunca. Al lado del irresoluble rompecabezas del cochecito de bebé, armar el del descuajeringado Reino de España está tirado.
 
Articulos de días anteriores
Para buscar dentro de El RedCuadro

 
    

 


Correo Correo


Clic para ir a la portada  

Biografía de Antonio Burgos  

Libros de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés




 

 


 

 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España.

 

 

 

¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio