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El Recuadro   

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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Miserere Hispalis, Deus

 
«MISERERE Hispalis, Deus, secundum magnam misericordiam tuam». Cambio en el primer versículo del Miserere la voz «mei» por «Hispalis»: apiádate de Sevilla, Dios, y concédele a la Tierra de tu bendita Madre lo que aquí parece lo más difícil del mundo, que se mantenga una tradición centenaria, mientras cada día nos inventamos siete mil nuevas. Sevilla puede quedarse sin la interpretación musical y cantada de los versículos responsoriales que para este Salmo que formaba parte del rezo de las horas canónicas del Miércoles Santo en la Catedral escribió Don Hilarión Eslava, no ayer por la mañana, como tanta falsa tradición, sino en 1835. Y como por viejo y por diablo fui testigo de la restauración del Miserere de Eslava por el meritísimo Don Pedro Braña, hacia 1956, me siento en la obligación de explicar la historia.
El Miserere, hasta que Braña lo recuperó, nunca fue una pieza de concierto, ojo, sino parte de los esplendores catedralicios en Semana Santa. Perdidas liturgias como el rompimiento del velo, la ostentación de la bandera o el rezo del Miserere por los calonges el Miércoles Santo. Los canónigos rezaban un versículo del Salmo, el 50 me parece que es, y la orquesta, coros y cantantes de fama lo iban respondiendo. Verbigracia, los calonges rezaban: «Ecce enim in inquitatibus conceptus sum...». Y a toda orquesta, el cantante de fama respondía, con la orquesta y coro: «Ecce enim veritatem dilexisti...». Si estuviéramos en Sevilla TV y no en ABC, yo hasta les cantaba enterito el «Ecce enim». Porque Sevilla se sabía de memoria los versículos cantados del Miserere: el «Auditui meo», el «Christus factus est», el «Quoniam si voluisses», el delicadísimo «Redde mihi laetitiam» que cantaba una angelical pareja de seises. Por no hablar del popularísimo pleno al 15 que era saber si el tenor llegaba o no al do de pecho en el «Jerusalem» final del versículo «Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua Sion: ut aedificentur muri Jerusalem.»
Cada Miércoles Santo, la Catedral era un espectáculo. Sevilla entera se metía allí, por la novelería de si era Tito Schiappa quien cantaba el Miserere. Catedral que me contaba mi padre que dejaba la gente de guarra como ahora una botellona. Por eso mismo, el cardenal Segura lo prohibió. Se siguió rezando el Salmo Miserere en coro el Miércoles Santo, pero sin convertir la Catedral en una ópera popularechera. Hasta que, muerto Segura y llegado Bueno Monreal a la sede hispalense, lo rescató y restauró el director de la Banda Municipal, Don Pedro Braña, un asturiano enamorado de Sevilla, a la que cada primavera le componía una marcha procesional nueva. Miserere ya como pieza de concierto, pues había mediado la reforma litúrgica de la Semana Santa, jangá que Pío XII le hizo a Sevilla, al suprimir el Sábado de Gloria y obligar a reorganizar Jueves y Viernes Santos y a crear la nueva jornada del Sábado. Yo de estudiante asistí con Carlos Morilla, que era del coro, a los ensayos del Miserere que amorosamente hacía Don Pedro Braña en la iglesia de la Anunciación. Allí, como la generación de mis padres, me aprendí de memoria, enterito, el Miserere. Algún compañero de Portaceli, como Paquito Arenas, el hijo del fotógrafo Luis Arenas, incluso cantó el «Redde» un año. El resto de la historia, ya la saben, con la llegada del Luis Izquierdo y con la interpretación catedralicia, antes de la Semana Santa, el Sábado Santo, en versión de concierto.
Y aquí es donde, con el primer versículo del salmo, le pido a Dios que se apiade de esta Sevilla que deja morir sus tradiciones centenarias, mientras que, para que alguien se luzca, se inventa «La misa de la alegría» o las patronales «Saetas y otras músicas de la Pasión». Si Don Pedro Braña, con una escuálida banda municipal y una orquesta en pañales, fue capaz de rescatar él solito el Miserere, ¿por qué no el cultísima y preparadísimo director actual, don Francisco Javier Gutiérrrez, no va a poder, con su completa y meritísima Banda Sinfónica Municipal, salvar esta tradición? Don Fernando España podría aportar su coro. Y no hacen falta figurones para cantar el «Benigne» y llegar al «Jerusalem»: demasiados figurones tenemos ya en Sevilla, Porque si Pedro Halffter y su Orquesta Sinfónica no tienen puñetera idea de lo que representa el Miserere para Sevilla, pues peor para ellos. Quoniam si voluisses, Deus, Franciscus Xavieris Gutierrez perfectum dignissimumque Misererem dedisset Hispalim.
 
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