ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Me juego el pavo de Campo Vidal

 
TRAS aquel primer debate televisado de la democracia entre Aznar y González, el 24 de mayo de 1993, con 9,6 millones de espectadores, no me pasó con su moderador, Campo Vidal, lo que a aquel profesor de mi colegio de los Jesuitas que le estaba echando una bronca importante a Medina, un mal estudiante con unos padres muy generosos en las Pascuas con los educadores de sus hijos. El profesor abroncaba a Medina por su cantidad de cates, a lo que aquel mico, con la misma soberbia y orgullo que aún, ya cincuentón, conserva, le contestó muy serio:
—Don Lorenzo, le aviso que se está usted jugando el pavo de Navidad.
A mí me pasó con Campo Vidal justamente lo contrario que a Don Lorenzo con Medina. Lo hizo Campo Vidal tan neutralmente como moderador en aquel debate, que lo elogié tela en un artículo. Campo, que es viejo compañero, a quien conozco desde que como redactor de «Tele Express» me hizo una entrevista cuando yo acababa de publicar «Andalucía, ¿Tercer Mundo?», me llamó para darme las gracias:
—No sé cómo pagarte el elogio que me has hecho.
Saqué la guasa sevillana y le dije muy serio:
—Eso me mandas un pavo por las Pascuas y listo...
No sé si con guasa mayor que la mía, o porque no comprendió la retranca sevillana, o porque me creyó de la Cofradía del Mangazo, el caso es que al día siguiente llamó el telefonillo del portero automático de casa, lo atendió Laura, y, tras abrir la puerta, vino toda conturbada al escritorio:
—Don Antonio, que hay ahí un mensajero de Seur que dice que trae un pavo. ¡Pero un pavo vivo!
Un pavo de plaza de primera categoría. Único en su especie. Conocía pavos de campo, pavos de granja, pavos americanos del Día de Acción de Gracias; pero pavos por Seur era el primero que veía. Me lo enviaba, con cariñosa tarjeta de agradecimiento, Campo Vidal. En diciembre es fácil saber qué hacer con un pavo, pero en mayo es un problema. Yo estoy además contra todas las formas de pena de muerte, incluida la del pavo. Campo Vidal me había regalado un problema. Para colmo, Isabel no estaba en casa, almorzaba fuera con unas amigas, entre ellas la duquesa de Alba. La llamé angustiado, contándole el problema:
—¿Qué hago con el pavo? Lo tengo en la terraza del lavadero, dentro de la cesta de palma en la que viene asomando el gañote el pobrecito... Porque matarlo no lo vamos a matar.
La Jefa de mi Casa Civil resolvió inmediatamente la situación:
—Eso desde luego, ese pavo no se mata de ninguna manera. Mira, se lo voy a decir a Cayetana, como le gustan tanto los animales, que se lo lleve al campo.
A la media hora estaba en casa el mecánico de la Casa de las Dueñas para recoger el pavo y llevarlo a «La Pisana», finca de Gerena donde, una vez indultado por su casta y bravura, habría de vivir el resto de sus días. No en el corredor de la muerte pavera, sino como señor del gallinero. Más de una vez lo visitamos. Por su capa cárdena, muy en el tipo de Pablo-Romero, Cayetana le puso «Romero»: el Pavo Romero. Tengo fotos con el famoso Pavo Romero, el primero indultado de la historia. Cuando se acercaba la Navidad, Cayetana llamaba a los caseros de «La Pisana», enérgica:
—Que no me entere yo que le pasa algo en estas fechas al Pavo Romero...
El Pavo Romero sobrevivió muchas Pascuas, y murió de viejo. Me temo que su historia nunca más se repetirá. Campo Vidal moderará el debate de Rajoy y ZP del día 25. Ojalá sea tan neutral como entonces, yo le escriba un artículo elogioso y me mande un hijo del bisnieto del Pavo Romero. Pero lo dudo. Nosotros los de entonces ya no somos los mismos. Campo Vidal es millonario gallito estabulado en la granja audiovisual de Chaves como el Pavo Romero lo era en «La Pisana». Muchos millones han llovido en sus privilegiadas empresas desde entonces. Virtuoso de las productoras de pata negra de Canal Sur, Campo Vidal le come en la mano a Chaves, como el Pavo Romero al casero de «La Pisana». Ojalá me equivoque y como el Pavo Romero se tragaba el pienso compuesto de las gallinas, me tenga yo que comer este artículo. Sé que me estoy jugando el pavo de Campo Vidal. Pero él se juega más: la credibilidad en la independencia de todo el gremio periodístico. Aunque para pavos, los del PP que han tragado con él, ¡ésos sí que están hechos unos pavos buenos!
 
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